Ulpir, la sombra
Sergey Vasiliev; Doctor en medicina forense; Doctor en psiquiatría, Comisario científico de la Unión Soviética.
11 de diciembre 1959,
El alcalde de la localidad de Vladislok, Mijail Gorovchenko, se ha puesto en contacto conmigo. Asegura que él mismo ha visto caminar a un muerto, pariente suyo, al que enterraron el día anterior. No fue una visión aislada, otra gente del pueblo vio como Vladimir Bogdanov, de ochenta y tres años, enterrado el día anterior, caminaba por la vía principal de la población, siendo las doce y veinticinco minutos de la noche y habiendo estado todos los vecinos presentes en el entierro. El señor Gorovchenko envió a dos guardias y detuvieron al aparecido. En cuanto lo tocaron, el cadáver se desplomó sin fuerza. Los agentes aseguraron haber oído un siseo antes de que el cuerpo se desplomara ante ellos. También dijeron ver una sombra que salía por la boca del difunto. Todos los vecinos hablaban como locos de Ulpir. Debo ir como comisario científico para mitigar toda esa patraña supersticiosa. Me he ofrecido a desplazarme hasta Vladislok en calidad de forense e inspeccionar el cadáver para apagar la llama de la superstición. El hecho, sin duda, me ha producido una enorme curiosidad.
12 de diciembre de 1959,
He llegado a Vladislok a las seis de la tarde. Me ha sorprendido lo temerosa que es la gente. Me esperaba un lugar más grande pero el pueblo lo forman una veintena de casas. Es normal que la superstición esté tan arraigada. Para llegar hasta aquí he tenido que atravesar un camino sin asfaltar, con hielo y baches. Hemos tardado cinco horas en atravesar sesenta kilómetros. El coche amenazaba con salirse por el acantilado a cada momento. A pesar de todo, el conductor no ha perdido los nervios, se presentó ante mí en el aeropuerto de Kiev como Boris Mijaillovich Gorovchenko. Se trataba del hijo del hijo del alcalde Gorovchenko. El coche me ha dejado en la alcaldía y el camarada Gorovchenko me ha recibido con mucha cortesía; su mujer, se presentó con el nombre de Anastasia, lo acompañaba agarrada de su brazo. He notado la desesperación en sus voces, realmente creen que se trata de Ulpir, el vampiro, la sombra, el no-muerto… Me han llevado hasta los restos del cadáver, estaban en la misma casa del alcalde. En realidad el edificio donde me hospedo es vivienda, alcaldía, sala de curas, judgado y depósito de cadáveres. No hay más de quinientos habitantes viviendo en Vladislok. El señor Mijail estaba ansioso de que me ocupara del difunto. Era el padre de su mujer y no se acercaba ni a cinco metros de la mesa donde reposaba. Me vi forzado a realizar una autopsia, a pesar de lo duro que había sido el viaje, para calmar a la agitada Anastasia. Me percaté enseguida que, efectivamente, había restos de tierra en su cabeza y su ropaje. Al anciano lo habían vestido con su traje de boda. Le quedaba pequeño de hombros y estrecho de cintura, dándole un aspecto aún más miserable. Hubo un hecho que no se me pasó por alto, su nivel de putrefacción era inexistente. Saqué muestras de sangre y usé el pequeño laboratorio forense que tienen en esta casa. Cuando finalicé el examen, dejé mucho más calmada a la señora Gorovchenko y me dirigí a la cocina, donde pude comer algo. Más tarde, el matrimonio me acomodó en una habitación del segundo piso.
13 de diciembre de 1959,
Son las tres de la madrugada, he escuchado gritos. Salgo hacia el piso de abajo para ver lo que ocurre.
Escribo de nuevo a las ocho de la mañana. No he podido dormir en toda la noche. Mijail se ha levantado esta noche para tranquilizar a su mujer. Ella afirmaba que había soñado con su padre y que caminaba por la casa. El señor Gorovchenko ha ido por la casa, comprobando que todo estaba en orden. A las tres de la madrugada, Anastasia ha roto a gritar de pánico. Cuando he bajado, el alcalde había desaparecido. Después de una rápida inspección por todo el edificio, hemos comprobado Boris y yo que tampoco estaba el cadáver. La puerta principal se encontraba abierta de par en par. Boris quería ir a buscar a su padre mientras la madre gritaba “Ulpir” sin parar. Preferí acompañar al hijo de Mijail antes que aguantar a aquella mujer. Lo que no tiene explicación es la desaparición del cadáver. Me aseguré de que no tenía constantes vitales y el rigor mortis era evidente en aquel señor de ochenta y tres años. En cuanto amaneció, abandonamos la búsqueda. No encontramos rastro alguno de Mijail.
14 de diciembre de 1959
El hijo de Mijail ha desaparecido. Fue a Kiev por la mañana y, por la tarde, encontraron su coche sin ocupante y con la puerta abierta. Era el mismo coche que me trajo a Vladislok. Lo aparcó el bedel que vive aquí, es marido de la cocinera. La señora Gorovchenko está guardando cama. He tenido que inyectarle un sedante, ha perdido los nervios cuando le hemos contado que su hijo había desparecido. Según tenía entendido, la sombra actúa de noche, nunca por la mañana. La cocinera, fiel recogedora de toda la tradición local, me ha asegurado que un ulpir poderoso puede actuar siempre que quiera, no hay impedimento que le pueda frenar. Ha dejado entender que había una maldición sobre la familia Gorovchenko. Tanto los padres de Mijail como el padre de Anastasia murieron en extrañas circunstancias. Le he preguntado qué extrañas circunstancias habían sido esas. Accidentes, me aseguró ella. No quiso decir nada más. He notado resentimiento a la señora. Cuando Neska cocina para Anastasia, lo hace con desprecio, aunque luego sirva la comida con fría educación. Al preguntarle por este hecho, Neska ha respondido que ella era una mala mujer. No he podido sonsacarle nada más a aquella mujer de caparazón helado aunque su marido, el bedel sí que se ha mostrado más hablador. Anastasia era una mujer difícil. Tirana con los empleados y beligerante con su familia. He denunciado las dos desapariciones al cuartel de Kiev por teléfono. Van a enviar a dos agentes mañana para iniciar una investigación. Tengo las muestras de sangre que necesito, yo regresaré en el vehículo que traiga a los agentes del NKVD.
15 de diciembre de 1959
Son las cinco de la tarde y escribo estas líneas de camino a Kiev. Esta noche ha muerto la señora Anastasia. Ha sufrido un paro cardiaco. Neska me ha dado la noticia esta mañana mientras me servía el desayuno. No he podido comer nada, me he ido a examinar el cadáver. Su gesto era de puro terror. Gregory, el bedel, me ha ayudado a bajar el cuerpo hasta la sala de curas. Cuando estaba a punto de comenzar el examen forense me he llevado una sorpresa. Tanto padre como hijo entraban en la sala de curas. Parecían sorprendidos por la muerte de Anastasia aunque ya traían lágrimas desde la entrada. Les interrogué acerca de su paradero. Me dijeron que habían recobrado el conocimiento hacía poco. Aseguraron que estaban en una cueva cercana, que los había llevado allí el suegro de Mijaíl para devorarlos más tarde. Ellos habían escapado al embrujo de algún modo. No me creí ni una sola palabra de lo que me contaban. Después de sacar mis conclusiones, he deducido que tanto Mijail como Boris, con la complicidad de Gregory y Neska, han asesinado a Anastasia y se han valido de la superstición para hacerlo. Han alimentado el mito del ulpir para aterrorizar a la señora hasta conseguir que muriera de pánico. He de reconocer que he estado despierto buena parte de la noche, pensando en la situación. Fue entonces cuando vi a padre e hijo regresar a hurtadillas cuando miraba por la ventana, absorto en mis pensamientos. Movido por la curiosidad salí de mi habitación y comprobé que los dos entraban en la habitación donde descansaba Anastasia. El sedante que le administré había dejado de hacer efecto hacía horas, de lo contrario jamás la hubieran despertado. Me esperaba un grito mayor pero la mujer apenas musitó un quejido. Anastasia debía de manifestar alguna debilidad cardiaca que los familiares conocían. Salieron de la habitación con la misma discreción con la entraron, creyéndose invisibles. Fue Neska la que abrió y cerró la puerta principal. Todo esto, lejos de poder demostrarlo salvo con mi testimonio, se lo he dado a conocer a los agentes del NKVD. Lamentablemente tendré que quedarme en Kiev hasta que haga la declaración en el juicio. Puede que tarde meses en volver a casa. Al menos disfrutaré de una habitación de hotel y una bañera en condiciones. Vladislok está lejos de las comodidades de una ciudad soviética.
P.D: No puedo quitarme la frustración de encima. Me siento manipulado. Por un momento me han hecho creer que el mito de ulpir ha sido cierto, eso me ha dolido: creer que el mito era real.