Riesgo biológico
La batalla de Sianna se recrudecía por segundos. Desde todos los planetas del sistema, despegaban navíos de media envergadura armados con toda clase de armamento. Cientos de pequeñas naves concentraban el fuego sobre los atacantes sin efecto alguno. La defensa del sistema pasó a ser desesperada. La Nir cubría a la flota MORBO con contramedidas que inutilizaban el fuego procedente de las bases planetarias. El almirante Bolton se mostró implacable. Había destrozado la primera línea de defensa con el Drakenstern. Había afianzado la flota alrededor de la estación espacial Súbita. Por fortuna, los equipos de asalto del J. Morgan habían controlado la infección. Los trabajadores y responsables de la estación habían despertado confusos. Media hora más tarde defendían a la flota MORBO, conscientes de la gravedad de la situación. La parasitación podía extenderse por todo el sector con relativa facilidad. Según los datos de navegación de la Gratiano, el contagio se produjo treinta ciclos atrás. El último convoy que atravesó la zona durante aquel tiempo fueron ellos mismos. Estar en la zona limítrofe de la galaxia había garantizado la contención del contagio.
–El J. Morgan ha vuelto a quedarse sin escudos. Las naves más pequeñas se lanzan sobre su estructura de forma suicida.
–Sacrifican las vidas de sus anfitriones para salvar la colonia, capitana Harrison. La Gratianus debe aniquilar todos los núcleos urbanos del sistema, la ayudaremos con los rayos de energía.
–Nos llevará demasiado tiempo, almirante.
–Invertiremos el tiempo que sea necesario.
–Significa matar a más de tres mil millones de vidas humanas.
–No hay elección. Tú misma has sentido el parásito dentro de tu cuerpo. Si estos seres se extienden hasta nuestro sistema, se acabó todo por lo que hemos luchado. Microsalto de intercepción hacia la J. Morgan, capitana. Vamos a darle un respiro a Phoenix hasta que recargue los escudos. Póngame con la Nir.
–Aquí la capitana Nueve.
–El sistema Sianna ha caído bajo una extraña infección. Es muy contagiosa. El virus hace actuar al anfitrión de forma violenta y desesperada. Estoy en la obligación de destruir todo el sistema. Cuento con su ayuda.
–Espere, un momento. ¿Va a causar un genocidio por un virus?
–No es un virus cualquiera. Es una entidad biológica desconocida que toma el control de su anfitrión. Es necesario pararlo cuanto antes.
–¿Va a acabar con tres mil millones de vidas sin parpadear?
–Es una prioridad con riesgo biológico. Quedan mil setecientos millones de supervivientes y creo que estoy parpadeando. Le sugiero que colabore en esta crisis o tendré que reconsiderar su alianza con esta flota.
–No pienso usar a la Nir para la aniquilación, somos una nave civil. Nuestro armamento está limitado.
–Sin embargo tiene una nave excelente para la infiltración informática. Necesito su crucero estelar. El Drakenstern usará los recursos de su nave para el asalto a las bases de tierra.
–¿Puedo oponerme?
–No se lo aconsejo.
–En ese caso, pase y sírvase. Nosotros recogeremos las noticias de la masacre.
–Hagan énfasis en el alto riesgo biológico, podría significar el exterminio de la humanidad en la zona limítrofe.
–Sé a la perfección como debo hacer mi trabajo, almirante. –Nueve cortó comunicaciones y estalló de rabia. Cuando terminó de romper el panel de control, se dirigió a su oficial informático. Los nanobots recompusieron el panel como si nada hubiera ocurrido. –Deja que entre la Drakenstern a nuestro sistema, pondrá a la Nir bajo su control. Cifra nuestro código de retransmisión, no quiero que sea capaz de interrumpirlo.
La Hagger había alcanzado la vanguardia de la formación, llegando a Sianna C. Desplegaba toda su artillería contra las naves defensoras. Las naves auxiliares de la Drakenstern y la J. Morgan apoyaban a la Valkiria y la Saeta en el asalto cuerpo a cuerpo. A través de una serie de microsaltos, el carguero modificado alcanzó la retaguardia del escuadrón defensor. Josh ordenó el fuego en avalancha. Las cubiertas norte y sur de la Hagger desplegaron los cañones, vomitando fuego nuclear a intervalos de tres segundos. El resplandor del escudo fulguraba con cada minúsculo impacto que recibía como respuesta. Todo el escuadrón quedó barrido en minutos. Josh aprovechó la calma posterior a la batalla para ordenar el bombardeo orbital. El escudo de energía se desvaneció, formando un potente rayo que atravesaba la atmósfera de Sianna C. La capital del planeta estalló en llamas, derritiendo el asfalto y cristalizando el cemento. Toda forma de vida quedó calcinada en trescientos kilómetros cuadrados. El Drakenstern usó a la Nir para acceder a los códigos de seguridad de la capital. Activó las ojivas nucleares y acabó con todos los núcleos urbanos del planeta. Sianna C fue arrasada con su propio armamento. Terminaron con los últimos resquicios de oposición aeroespacial para centrarse en los asentamientos. El J. Morgan acabó con las colonias instaladas en los satélites naturales. Bolton condujo al Nir en el asalto a cada silo de misiles. Usó la misma táctica para arrasar planeta por planeta con su propio armamento. Un ciclo más tarde, el sistema estaba arrasado. Bolton dejó que la radiación inundara todos los planetas hasta contaminarlos por completo. La Nir recogía en tiempo real la crónica de la aniquilación. Incidía en la necesidad de realizar aquella masacre, recalcando el nombre del almirante Bolton como principal responsable. La estación Súbita se convirtió en la única superviviente de todo el sistema. Bolton atracó en ella y se dirigió a la sala de mando. Asumió el control de la estación bajo la flota de MORBO asociados y llamó a los cargueros de su convoy. Desde allí contactó con Morgan y comunicó la nueva situación.
–Nada de comunicados. Atraerá una visita de la Autoridad.
–Demasiado tarde, la Nir ha estado transmitiendo en directo. He intentado evitarlo sin éxito. El núcleo de la galaxia estará enterado de lo ocurrido en tres meses.
–Mandaré a la Urat para que haga un control exhaustivo de la situación. Ahora el sistema Sianna nos pertenece.
–¿La Urat? ¿Tienes otra nave?
–Tengo seis nuevas naves, Bolton. Tardabais demasiado así que formé otra flota. Hemos conseguido apaciguar el sistema. Han llegado más colonos del núcleo, naves repletas.
–¿Cuánto tiempo ha pasado?
–Quinientos noventa y dos ciclos, contando este.
–Son seis meses y medio, algo más de lo que esperaba. Ha debido ser efecto de las ondas gravitacionales.
–¿Te has metido en más líos, Bolton?
–Desde que salí de Cerberus.
–Encontrarás todo muy cambiado cuando regreses. No te asustes, es todo normal.
–¿Qué has hecho?
–Formar un sistema en condiciones. He usado alguna idea del tecnomante, estuvo gestionando la estación más grande del sector Vega.
–¿Te refieres a Gaurus?
–Exacto. Está funcionando. Regresa con dinero, necesitamos hacer algunas inversiones.
La conexión se cortó abruptamente. Bolton sintió la pérdida de aquel tiempo como un mazazo en su consciencia. Hasta aquel momento no había pensado en que el viaje espacial podía influir sobre el control del negocio. Morgan había sido inteligente afianzando su poder. Con toda probabilidad había cerrado acuerdos con otros sistemas estelares cercanos. Se estaba convirtiendo en gobernadora y él no estaba allí para compartir el éxito. Aquella ventaja perdida le martilleaba el pensamiento. Decidió saltar para completar la ruta y regresar cuanto antes. Examinó por última vez los datos de la estación Súbita y comprobó el desfase temporal. Había pasado otro convoy según los datos ofrecidos por el ordenador de tráfico. El rumbo era coincidente con la ruta que debía seguir. Ordenó a su flota que partieran de inmediato, repartiendo la nueva hoja de ruta entre todos los terminales.
El encuentro con el convoy infectado fue breve. Nada más establecer contacto en la cúpula de batalla, las naves de MORBO abrieron fuego. Bolton ordenó la completa aniquilación de la caravana espacial. En treinta segundos, las naves quedaron esparcidas por el espacio.
–Podríamos haberlos salvado como hizo Phoenix con nosotros.
–Tenemos prisa, capitana Harrison.
–Aún así, podríamos haber invertido un poco de tiempo en…
–Capitana, me conmueve su forma de hacer las cosas. Cuando no esté en cubierta, podrá tomar las decisiones que considere correctas. Cada vez que intento hacer las cosas bien, surge un acontecimiento que nos lleva a una complicación. Con ello solo he conseguido exponer a la flota. A punto hemos estado de perder a la Hagger con toda su tripulación. Nosotros mismos hemos sido anulados por una entidad alienígena. No pienso correr más riesgos para un simple envío de materiales. La solución más rápida y efectiva ha sido esta.
Harrison asintió, reprimiendo cierto temor ante la mirada de furia contenida que el almirante trataba de reprimir. Al alcanzar sus siguientes puntos de desembarco, se limitaron a vender los contenedores de material. Saltaban con rapidez hasta el siguiente objetivo de su mapa. Antes de llegar a Nagora, hubo tres naves que osaron bloquearles el salto. Bolton desató su frustración contra ellos, barriéndolos en cuestión de segundos. Fue la última oposición que sufrieron. Completaron la ruta hacia Nagora y, finalmente, a Virak, su último objetivo en la escala. Era el sistema más cercano a la influencia confederada. Hicieron cumplir con el acuerdo de los cuarenta cargueros. Cuando vaciaron sus bodegas, Bolton los reclamó para su flota. Antes de partir, informó sobre la pérdida del sistema Sianna. La burocracia de Virak se limitó a sacar el sistema estelar de las rutas comerciales. La flota MORBO regresó a casa con una riqueza más que necesaria para su sistema.
Cuando saltaron fuera de fase, el paisaje a su alrededor había cambiado. Junto a la estación espacial Astila, visiblemente ampliada, se encontraba una batería de cinco astilleros espaciales. La actividad de los androides y nanobots era frenética. Se estaban produciendo tres nuevos navíos de tamaño similar al Drakenstern. Las otras dos secciones producían naves de menor tamaño. En cuanto atracaron, Morgan salió al núcleo de recepción, rodeada de nuevo personal.
–Siete meses galácticos, almirante Bolton. Creo que se trata de tardar el menor tiempo posible para ser rentables.
–Hemos tenido dificultades.
–Quiero que la capitana Nueve venga a mi despacho. Tienes que estar presente.
–¿Vas a matarla?
–¿Has visto el documental?
–No he tenido ocasión, estaba ocupado en sobrevivir.
–No habla muy bien de nosotros. –Morgan encendió su comunicador y convocó a la capitana Nueve a su despacho. –De momento, vivirá. Necesitará un correctivo.
Los dos almirantes se alejaron hacia el núcleo de la estación. Morgan puso al día a su compañero acerca de las mejoras dentro del sistema. Según el tecnomante Hoover, lo que atraía a la gente era el placer prohibido. Habían adecuado las zonas habitables para los nuevos asentamientos. Reclamos como la manipulación genética, las apuestas y las drogas de toda clase surtieron efecto en cuestión de días. El sistema había ganado en cinco meses setenta millones de visitantes. Aquello suponía un refuerzo económico a su negocio de materia prima. En cuanto la capitana Nueve llegó al despacho, visualizaron el documental que había emitido. Bolton estaba dibujado como un almirante dictatorial con métodos drásticos para resolver los problemas. Lejos de ofenderlo, aquella visión sobre sí mismo hizo que sonriera. Abandonó el despacho, dejando a Morgan la elección del correctivo para la capitana. Lo importante para él era haber terminado aquella misión.
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