Tiempo de respuesta
Bolton había preparado las defensas del sistema Cerberus tan bien como le fue posible. Kristen Morgan aprendía a utilizar la prótesis nueva, recorriendo la sala de control en todas direcciones. Se desentendió de aquella tarea, delegando en Bolton toda la responsabilidad. Era su forma de asumir su nueva condición. Había transformado aquella pierna cibernética en un alijo de armas y explosivos, algo que Bolton miraba con desconfianza. Desde que Morgan jugueteaba con su prótesis, mantenía la alerta de su neotraje para convertirlo en armadura. Estaba fascinada con su nueva extremidad, desplegando el armamento y ocultándolo de nuevo.
–Puede ser útil, bastante peligroso si recibo un impacto en el compartimento de granadas aunque de algo hay que morir. Espera… puede admitir nanobots de blindaje… –Kristen acopló una cápsula del tamaño de una uña en una ranura de la prótesis. El compartimento que estaba examinando se pobló con un líquido que iba adaptándose a la estructura. Se solidificó, incrementando la resistencia del miembro cibernético.
–¿Me prestas un segundo, Morgan? Los hermanos Wong han mandado un mensaje cifrado. Hay una flota confederada al mando de la Autoridad reuniéndose a doscientos trece pársecs.
–¿En qué sistema?
–En Bauwer. Allí está la fortaleza más importante del sector. Por lo que ha dicho Jin Wong, pretenden utilizarla contra nosotros. La estaban abasteciendo cuarenta ciclos atrás.
–Te refieres a la fortaleza Telmistira… Astila no puede hacer frente a su potencial de fuego. –Morgan empujó el último compartimento de su pierna cibernética. En cuanto se puso en pie, su neotraje envolvió la prótesis hasta cubrirla por completo.
Seguía teniendo el movimiento limitado, realizando zancadas irregulares. Se aproximó al panel de control y activó la llamada para cuatro de sus naves. La Hagger, el J.Morgan, el Kaliendra y la Gratianus quedaron en alerta.
–¿Para qué? Necesitamos defender el sistema.
–Si traen una fortaleza espacial, se acabó el sistema. Son autosuficientes, generan decenas de naves de tipo medio cada veinticuatro horas y contienen reservas de clones que activan en tiempos de guerra. Una de esas fortalezas puede asediar un sistema durante años. Los asfixian hasta perecer. Hay que sabotearla.
–¿Vas a dirigir una operación de ataque solo con cuatro naves?
–No, voy a emplear un arma adecuada que el tecnomante Hoover preparó en cuanto tuvo antimateria.
–Crear un micro agujero negro puede ser devastador, incluso para nosotros.
–Es un arma que no podemos usar en la defensa, correríamos el riesgo de perder tanto como nuestro enemigo, incluso más. Pero usado en zona enemiga, la cosa es distinta.
–Nuestras naves pueden quedar atrapadas por la atracción gravitatoria de los torpedos Horizonte Final.
–Es por eso que vamos a lanzarlos desde cuatro naves distintas. Su eficacia ha sido mejorada, hicimos pruebas balísticas antes de la visita de la Autoridad con óptimos resultados.
–Tienen más fortalezas, Morgan. Las traerán, sustituyendo a la Telmistira.
–Hay doce, una por cada sector. Tres fueron destruidas por el ejército separatista de Nolan, otra fue capturada, ahora bajo el control del mismo ejército. Controlan el sector de Draco. Son armas terriblemente eficaces. Sería difícil que otro sector prescindiera de la que tiene.
–¿Qué vas a hacer con las cuatro mejores naves de nuestra flota?
–Enviarlas a Bauwer, cargadas de torpedos Horizonte Final. Un bombardeo masivo sobre la fortaleza, desde cuatro puntos distintos, abriría un pequeño agujero negro que engulliría medio sistema –Morgan apoyó su plan con una visualización holográfica –. Vuelta inmediata de nuestras naves, adiós flota confederada. La ventaja de tener tecnología avanzada es que podemos recorrer más parsecs que ellos. Usaremos todos nuestros recursos. –El oficial parejo a Morgan meditó unos momentos. Tardaba demasiado en respaldar el plan que Morgan tenía en la cabeza. –Arriesgamos cuatro naves antiguas, Bolton. Están cerca de la obsolescencia. Nuestra flota posee grandes buques de guerra, mucho mejores. Ya he bautizado a mi acorazado. Se llama Aquiles.
–Yo soy algo más nostálgico. La Hagger es una leyenda, inspira mucha moral entre las tripulaciones de nuestra flota. Arriesgarla en una misión casi suicida, junto a su experimentado personal, puede ser desastroso.
–Envío mi nave porque sé que son capaces de concluir esta misión con éxito. Gratiano y Kaliendra son los destructores con mayor potencial, sin contar al Drakenstern. Ambos han sido capitaneados por Pílorak, en la actual Kaliendra. El J. Morgan es un crucero perfecto para dar apoyo a las otras tres.
–¿Qué hacemos con la Nir? Siguen entre nosotros, pasando información al enemigo.
–El crucero de información lleva anclado a Astila desde la llegada de la Autoridad. Tienen prohibido partir, son huéspedes por tiempo ilimitado. Al menos hasta que finalice el conflicto. Nuestro recuento de buques es de ochenta y siete, contando con los que todavía siguen en el astillero. Es cierto que nuestras naves son mejores pero el número es un problema. Nos superarán veinte a uno. Por saturación de fuego, los escudos de energía caerán; nos barrerán como lo hace el estallido de una supernova. –Morgan se mostró categórica. –Hay que intervenir en Bauwer.
–Tengo que seguir supervisando el plan de defensa –respondió Bolton –. Encárgate de convocar a los capitanes, después de todo es idea tuya.
Bolton abandonó la sala de control para abordar el módulo de tecnología. Presionó a los trabajadores de Hoover para que terminaran los prototipos cuanto antes. Morgan comunicó con Josh, Phoenix, Pílorak y el Shaktik llamado Jurgen. Había sido ascendido a capitán por recomendación de Pílorak, tras hacerse cargo de la Kaliendra.
–Capitanes de MORBO asociados, ha surgido una oportunidad de oro para usar armamento de nuestra propia manufactura. La confederación quiere reducir este sistema a cenizas. Hemos sido expulsados de su ala protectora, ahora somos independientes.
–Cómo en los viejos tiempos, ¿eh, Morgan? Ha sido un milagro aguantar cinco años con la confederación.
–Silencio, Capitán Phoenix. Están preparando la fortaleza Telmistira contra nosotros, más vale que tengas éxito en esta misión.
–¿La fortaleza Telmistira? Eso será un problema –comentó Josh.
–No temer, destruir.
–¿Cuáles son los detalles, almirante? –preguntó Jurgen.
–Una gran flota se está reuniendo en el sistema Bauwer. Ustedes deben acceder allí de un salto, descargar los torpedos Horizonte Final y regresar aquí, sin interrupciones ni retrasos. Contamos con sus buques para la defensa. Les he pasado a sus terminales el plan táctico para cada nave. Deben partir en un cuarto de ciclo. Carguen sus naves con la munición apropiada.
–Un salto va a poner el reactor al límite, nos encontraremos sin escudos nada más llegar a Bauwer –Pílorak asintió con un rugido a las palabras de Phoenix.
–No los necesitarán, si todo sale bien. Ellos no saben que tenemos una capacidad de salto tan amplia. Los hermanos Wong nos han proporcionado las claves para la baliza del sistema. Es para un solo salto, no se les ocurra hacer una escala. El código será capturado y anulado. Ahora, capitanes, cumplan con su misión.
Los cuatro oficiales fueron saliendo de la sala de control. Josh fue el último en salir. Antes de hacerlo, se volvió a su superiora.
–¿Cómo te encuentras? Perdiste mucha sangre en la explosión. Pensé que te había matado.
–No seas tan duro contigo mismo, Josh. Te di una orden y obedeciste, a pesar del riesgo –Se miró la prótesis unos segundos. Bajo el neotraje apenas se notaba aquella extremidad artificial –. Puedo cultivar una extremidad nueva pero creo que me gusta más este trasto. Tiene utilidades destructoras muy interesantes.
–¿Vas a venir con nosotros?
–Me es imposible, estoy preparando el Aquiles para el combate. La tripulación debe estar lista antes durante la defensa del sistema.
–Creí que la Hagger era tu vida. Has invertido mucho en el carguero como para abandonarlo de esta manera.
–No lo abandono, Josh. Está a tu cargo. Eres el mejor capitán que la Hagger puede tener ahora mismo. Yo tengo que diversificarme. El Aquiles es un acorazado hecho a mi medida, mucho más acorde a mi rango actual. Por desgracia, tanto la tripulación como yo misma debemos estudiar su funcionamiento. ¿Tienes algo más que decir?
–Supongo que no. –Josh fue a salir de la sala pero se quedó anclado antes de atravesar el umbral. –Estás cambiando, Morgan. Presta atención a tus valores. Sabes que te seguiremos, incluso al interior de un cúmulo radiactivo. Procura que el sacrificio merezca la pena.
La almirante valoró aquellas palabras durante unos segundos, el tiempo necesario para que Josh regresara a la Hagger. Después ella misma se encaminó a los astilleros, donde le esperaba un entrenamiento intensivo orientado al manejo de su acorazado.
Las cuatro naves calentaron el reactor Hoover y ajustaron la distancia de salto a los doscientos trece pársecs. Debían aparecer en orientaciones diferentes. Una a una, las naves fueron desapareciendo de su posición para surgir ante un sistema desconocido. Junto a ellas, cientos de otros buques espaciales esperaban el alistamiento, alineados en filas para su reconocimiento. Una enorme barcaza estacionaria fichaba a cada nave y la agrupaba según su tamaño y armamento. Las naves de Cerberus evitaron dirigirse a los puestos de espera para el alistamiento. Se alejaron discretamente hasta tener en sus sensores la magnífica fortaleza espacial Telmistira. Tenía innumerables salidas para naves del tamaño de un coloso espacial. Se abrían y cerraban, alojando a todo buque interesado en acceder a su interior.
La J. Morgan fue la primera en situarse en posición. La Hagger ocupó la zona norte con un disimulado acoplamiento de una de sus naves auxiliares en el casco. La Kaliendra iba directa, rumbo oeste, hacia el cúmulo defensivo delante de la fortaleza. Por último, la nave cíclope Gratiano avanzó rumbo sur. Salió rápida de la agrupación de naves que la mantenía inadvertida. Llamó la atención de una patrullera del sector.
–Comienzan los problemas, genio. Dile al Shaktik que complete la distancia con un microsalto. No hay tiempo para arriesgar el plan. Hay que lanzar toda la munición al mismo tiempo.
–Bien, la Gratianus va a atraer toda la atención. En cuanto esté en posición, disparad.
La nave estaba siendo escaneada, emitiendo una luminiscencia amarillenta en las cúpulas de combate enemigas que la señalaba con sospecha. En un instante, el cíclope espacial desapareció de su posición para reaparecer donde debía estar. En cuanto la Gratianus ocupó su nueva ubicación, las cuatro naves de Astila vaciaron su arsenal sobre la fortaleza. Las alarmas se dispararon en el sistema cuando los torpedos todavía estaban en trayectoria. El salto de regreso fue ordenado en cuanto el último torpedo abandonó la cubierta de artillería. Era demasiado tarde. La baliza había invalidado el salto. Los centenares de buques comenzaron a fijar a las naves infiltradas como blanco. Los torpedos impactaron sobre Telsmistira, desatando la destrucción. Josh comenzó las instrucciones para la defensa, temiendo la catástrofe.
–Levantad los escudos, hay que aguantar el fuego enemigo.
–¡No hay tiempo, genio! –respondió Phoenix. –¡Sugiero apartarnos mediante microsaltos hasta el límite exterior del sistema!
–¡Estar de acuerdo! –dijo Pílorak –¡Kaliendra desvía toda potencia a huir!
Las naves desaparecieron de su posición para recorrer el sistema Bauwer hacia el último de sus planetas. La munición llovía sobre ellas, siendo evadida en el último instante por un nuevo microsalto.
La Gratianus fue la única nave incapaz de seguir el ritmo de huída. Fue la primera en ser fijada como sospechosa, recibiendo los impactos en primer lugar. Hizo todo lo posible por atraer la atención sobre ella, dando segundos cruciales a sus compañeros. Al cabo de ese tiempo, el agujero negro se abrió en las proximidades de la estación espacial. La espiral fue girando, deformando la materia a su alrededor y creciendo en cada vuelta que daba sobre sí misma. La fortaleza fue arrastrada al epicentro de aquel vacío junto a gran parte de la flota que se agrupaba alrededor. La Gratianus fue víctima de aquella voracidad oscura, disparando hasta el último de sus cañones antes de su desaparición.
Phoenix encabezaba la huída del sistema, alcanzando la órbita del último planeta de Bauwer. Varias decenas de naves los habían seguido, salvando sus vidas en aquella persecución. Una vez que la fortaleza quedó destruida, pudieron realizar el salto de retorno. Las tres naves supervivientes regresaron al sistema Cerberus en cuestión de segundos. En Bauwer, el agujero negro quedó colapsado cuando devoró su segundo planeta. Los supervivientes a aquel desastre hablaban de una destrucción casi completa. Las noticias cayeron en el sistema capital de Gliesse como un mazazo en la cabeza. Su flota había sido destruida antes de presentar batalla.