Revelando lo inadvertido
Durante los primeros días en la sala de curación, Sac estuvo inconsciente. Sus nueve hermanos y catorce sobrinos se turnaban para saber si el acárido recobraba el conocimiento. La curandera era un centauro hembra, especializada en hechicería de sanación. Cuando Sac consiguió abrir el pico, la reconoció al instante. Su hermano Darwin esperaba con un libro entre las manos. Tardó en reaccionar ante las primeras palabras de su hermano.
–Edora Gennar, no sabía de ti desde que nos graduamos. Eres la última hechicera que esperaba ver.
–Espero que te encuentres mejor. Tu hermano Darwin te está acompañando. Al principio, no te reconocí. Venías desplumado y con olor a humo. La regeneración de tu cuerpo de ave ha tardado más de lo que esperaba. En mamíferos, estos ungüentos son más eficaces.
–Estoy mucho mejor. Me siento recuperado gracias a tu habilidad. Parece mentira que fueras la última de la clase.
–No te hará tanta gracia cuando sepas lo que me debes. He gastado cuatro veces más recursos que con cualquier otro paciente.
Edora retrocedió, herida por aquel comentario. Darwin se aproximó a la cama. Miró con indiferencia a la centauro.
–Qué suerte la mía, te has despertado en mi turno. En fin, mi hora de vigilancia estaba terminando. Como veo que conoces a la sanadora, no me quedaré a darte conversación.
–¿Dónde están mis cosas? Necesito el grimorio.
Darwin abrió un armario de madera frente a la camilla, sacó el libro encadenado y se lo llevó a Sac. Preguntó a qué se debía aquella nueva adquisición. El hechicero de combate lo ignoró, inmerso en la lectura de los símbolos arcanos. La mirada brillaba, ajena a la realidad de la sala de curación. Darwin terminó por salir de allí, indignado. Informó a su hermana Pétalo, en la salida, de la mejoría que había experimentado Sac. Era inútil la presencia de ambos. Debían avisar al resto de la familia.
Tras varias horas de lectura, Edora se aproximó al paciente. Llevaba una probeta con un líquido azul. Se lo ofreció al hechicero con cara de pocos amigos. El acárido ignoró toda llamada de atención. Al final, la centauro optó por cerrar el libro encadenado. Sac recuperó el contacto con la realidad con el ceño fruncido. El plumón marrón claro de su pecho había crecido en ese tiempo gracias a las cremas regeneradoras.
–Bebe esto. No has comido nada en días. Es un reconstituyente.
Sac bebió tan rápido como pudo. Introdujo pequeñas cantidades de líquido en su pico y levantó la cabeza para tragarlo. La curiosidad de la sanadora Gennar fue en aumento al contemplar el tomo con el emblema de la corona.
–¿Cómo es posible que tengas un grimorio tan poderoso?
–Ha sido por realizar servicios de protección al reino. ¿Y tú? ¿Cómo has terminado en una casa de curación? Creía que tenías más talento. Es decir, aunque eras lenta en el aprendizaje, creí que serías algo más que sanadora.
En aquel momento, la mirada furiosa de la centauro silenció al acárido. Entonces, innumerables recuerdos como estudiante afloraron a su memoria.
–No sé si esta nueva desfachatez es una recompensa añadida a tu posición. Si no recuerdo mal, te pasaste los cuatro años de enseñanza haciéndome la vida imposible. Hubo tantas faenas en mi contra que casi no las recuerdo. Sin embargo, hay una que tengo grabada en la mente. El trabajo de graduación. Destrozaste mis plantas animadas con tus elementales de agua, ahogándolas durante toda la noche previa. Cuando mostré mi trabajo al rector, el olor era nauseabundo.
–Lo recuerdo ahora. Estuve horas riendo. Toda la sala cubrió el suelo de vómitos. Siento que aquel fuera tu proyecto. Primera noticia.
–Aquel suceso hizo que me suspendieran. Tuve que repetir el año completo. Mis padres casi me matan. No tenían dinero suficiente para pagarme otro año académico. Tuvieron que vender el rebaño por completo y parte de las tierras de pastoreo. Desde entonces, estoy en deuda permanente con ellos.
–Lo siento, Edora. Estuvo mal lo que hice. En realidad, me costó adaptarme a los humanos. Yo también era víctima de bromas pesadas constantes. Una vez, Grant me encerró en un armario durante los exámenes del tercer año. Aquello casi me cuesta la expulsión por incomparecencia. Tuve la suerte de ser liberado por Hur, el enano que estudiaba runas. Lo que hice con tus plantas, fue porque quería que me admitiesen en la Hermandad de la Niebla. Si te sirve de consuelo, me rechazaron después de todo. Por ser un bicho demasiado raro, como te habrá pasado también. Me hice hechicero de limpieza poco después y me desplacé aquí, a la capital.
–Pensé que habían accedido al cuerpo de hechiceros del rey nada más terminar. Según se decía, eras un genio con las invocaciones.
–Por supuesto que no, los humanos tienen preferencia para ocupar puestos institucionales. Estamos relegados a lo más bajo de lo más alto. Mi nuevo puesto se debe a un reconocimiento por parte del mismísimo rey Grenik. –Mostró el emblema que lo identificaba como amigo del monarca. –Soy parte de su círculo de confianza.
–Suena tan bien que parece mentira.
–No gano nada en mentir. Si me disculpas, debo seguir estudiando. Tengo que encontrar a unos cuantos espías y se ocultan con mucha eficacia. Espero encontrar una solución en este grimorio.
La sanadora Gennar se retiró en silencio de aquella sala. Sac estuvo hasta altas horas de la madrugada inmerso en el estudio. Cayó rendido por el sueño y no abrió los ojos hasta bien entrada la mañana del día siguiente. Sac hubiera dormido hasta bien entrada la tarde pero los ruidos lo incomodaron. Sus compañeros habían acudido a sacarlo de la casa de sanación.
Arkan sonreía frente al hechicero. El enano llamado Spuff imitaba a su compañero con semblante forzado. Detrás, Elenthen esperaba sentado en la silla que había ocupado Darwin.
–Por fin ha despertado –dijo Arkan.
–Vamos, vístete –dijo el elfo –. Te has ganado un almuerzo en la Posada Sombría. Esta vez invito yo.
–No sé si puedo marcharme, Elenthen. La sanadora ha dicho que no he respondido bien al tratamiento. Además, no he terminado de leer mi grimorio.
El elfo se volvió con expresión interrogativa hacia la centauro. Ella dejó la bandeja con el mismo reconstituyente azul sobre la mesita, al lado de la camilla.
–Puedes marcharte desde ayer. Te lo dije pero estabas inmerso en la lectura.
–Entonces, nos lo llevamos. Vamos, Sac. Tenemos un poco de prisa. Hay que pasar un informe a su majestad.
–Quiere resultados de la investigación cuanto antes –añadió Spuff –. Sin tu ayuda, no sabemos por dónde empezar.
–Así que es cierto, después de todo. Tu historia es verdadera… Hace que mi sensación de fracaso sea mayor.
–Dime cuanto te debo, Edora, y me marcharé. Puede que no volvamos a vernos.
–Tres peniques de oro y cinco de plata, por el alojamiento.
Sac se levantó de la cama, rebuscó en el armario donde estaban sus cosas hasta dar con la bolsa del dinero. Sacó una rueda de oro y se la entregó a la sanadora.
–Quédate con el cambio. Espero que cubra la reparación del daño que te causé.
–No lo hace, Sac. La matrícula de un año extra es de dos ruedas de oro. Solo has dejado una buena propina por no haber muerto.
Los demás compañeros comenzaron a hacer mofa de aquella situación. Sac buscó en la bolsa y entregó las dos últimas ruedas de oro. Quedaban varios peniques de plata y otros tantos de cobre.
–Ahora ya estamos en paz, acárido. Con este dinero, mi familia podrá recuperar lo que fue suyo. No tendré reparo para aceptar tu cuerpo en una siguiente ocasión.
–Eso espero –dijo Elenthen –. Nos cobró una rueda de oro por aceptarte en sus estancias. Yo puse tres peniques de oro. Spuff, uno. El resto se lo debes a Arkan.
–Tranquilo, no tengo prisa. Puedes pagar tu deuda más adelante. Alegra esa cara, hoy los gastos corren de nuestra cuenta.
–Yo si que tengo prisa por recuperar mi rueda de plata.
–Tendrás que esperar, Spuff. Me he quedado seco. Buenos días, sanadora Gennar. –Sac contuvo la furia por su pérdida de fondos. Sus compañeros lo siguieron, entre risas.
El aire arrastraba la fragancia del mar y el bullicio de los muelles. Para Sac, aquella brisa supuso una fuente de energía. Le recordó al pescado fresco. Se notaba hambriento, necesitaba algo más que reconstituyentes para llenar el estómago. Los estímulos del mar quedaron eclipsados por el olor de los excrementos de caballo, la madera empapada con distintos licores y el famoso potaje de Howard. Antes de cruzar la puerta, tres de los sobrinos de Sac saltaron hacia su tío, abrazándolo desde todos los ángulos.
–Estoy bien, ya me he recuperado. No seáis holgazanes y regresad al trabajo. Que mi amigo Howard no tenga una sola queja sobre vosotros.
Al cruzar la puerta tras los jóvenes acáridos, Murok mugió de alegría. Tomó al pequeño hechicero con una mano y se lo llevó al pecho en un abrazo doloroso. Lo depositó frente a Howard. El pelirrojo se arrodilló para estrecharlo entre sus brazos, con más delicadeza.
–Me alegro de verte bien, amigo Sac. Todos temimos por tu vida.
–Las protecciones mágicas funcionaron bien, por suerte. Sin embargo, nos enfrentamos a un enemigo imposible de encarar. Necesitamos la sala trasera, si puede ser.
–Claro, es toda vuestra. Le diré a Margaret que os atienda desde la cocina.
–Pídeselo a uno de mis sobrinos. Dwain sería el mejor de todos. No quiero molestar a tu mujer con nuestros asuntos.
Howard asintió. Hizo pasar al resto de amigos del rey a la pequeña sala y los dejó que hablaran en privado. El semblante alegre Arkan se tornó preocupado una vez se acomodó frente al potaje.
–Estamos como al principio, amigos. Reconozco mi incapacidad para dar el siguiente paso. Sería fallido, con toda probabilidad.
–El problema es más grave de lo que creemos. –Elenthen olvidó la ensalada durante unos segundos. –Entre los escombros, encontramos varias pieles. Doce eran humanas. Había otras cinco de enano y dos élficas. Asumo que son disfraces y se han quedado sin ellos. Necesitarán más, sin duda.
–Podemos vigilar los callejones –dijo Spuff –, esperamos a que aparezcan cuerpos despellejados y peinamos la zona.
–Eso es imposible, enano. –Arkan se mostró indignado. –No podemos vigilar cada callejón de Rophean. Y nadie en su sano juicio dejaría un cadáver despellejado a plena vista.
–¿Me estás llamando idiota, bárbaro?
–Te lo estás llamando tú.
–Basta –interrumpió Sac –, no aparecerá ningún cadáver. Suplantarán la identidad de una familia entera, un vecindario o una comunidad completa. Pueden estar delante de nuestro pico, entrando como clientes y evadiendo las protecciones mágicas. Podrían suplantar al propio rey.
–Eso sí sería un gran problema –apuntó Elenthen –. Mientras Grenik defienda la ciudad con el consejo de hechiceros, este reino es inexpugnable. Sin embargo, si la corona no levanta las defensas, somos tan vulnerables como corderos frente a lobos. Tal vez su misión sea llegar hasta el castillo.
–Sin duda, ese será su objetivo –dijo Arkan con cierto tono desesperado –. Sin embargo, no podremos localizarlos en esta apestosa ciudad.
Sac tuvo una revelación en aquel momento. Recordó la brisa y el olor a pescado. Cada criatura en aquella tierra tenía un aroma especial. Un aroma concreto. Se puso en pie, apartando de golpe el plato con raspas de trucha.
–Sé como vamos a cazarlos. –Puso el tomo mágico sobre la mesa, buscando el hechizo que había leído el día anterior. –Me basaré en este conjuro, detecta el olor de las criaturas en un radio de cincuenta metros. Todo lo que no huela a humano, enano, elfo, centauro, acárido o minotauro, saldrá a la luz.
–¿Y donde sugieres comenzar? –preguntó Arkan.
–En la periferia de la fortaleza, justo donde yo me pondría para vigilar a los sirvientes del monarca. Dejadme un día para recuperarme del todo y preparar el conjuro. Y alegrad esas caras, por fin podemos dar un paso seguro.
Los compañeros jalearon al hechicero mientras alzaban sus copas. Sac trago el hidromiel mientras planteaba en su mente como formular aquel hechizo que los llevaría a cumplir su misión.