Base Helios
El sistema Cuervo era un nombre ficticio. En las cartas de navegación aparecía como IG-45gr32365gh-SV, declarado de rentabilidad nula. Su gigante roja emitía radiaciones nocivas hasta el tercero de sus planetas. El cuarto era rocoso, con océanos de mercurio y atmósfera envenenada. La radiación golpeaba la superficie en intermitentes eyecciones solares. Era en el quinto y último cuerpo celeste donde se encontraba la base Helios. Los discretos cuatro asteroides formaban el cuartel general de la piratería en la tercera área del sector Vega, exceptuando a los hermanos Wong. Ellos operaban desde la base Cráneo, al margen de la flota Gris Espejo. El número de naves en aquella otra base era de pocas decenas, se dedicaban más al contrabando que a la piratería. Los Wong mantenían la atención en sus propios asuntos, manteniendo una tensa calma con el resto de facciones.
Helios orbitaba Cuervo V, planeta de tipo rocoso y con atmósfera ácida. Cientos de naves derribadas se unían formando túneles de comunicación entre los cuatro asteroides que componían la base. Los muelles de atraque eran tubos de abordaje reciclados en los que se amontonaban cientos de naves. Aquellos navíos que no podían anclarse, tomaban tierra sobre el espacio que ofrecían los cuatro asteroides perforados. Los hangares interiores estaban repletos. Todos habían sido convocados por Chandler Craven, líder de la flota Gris Espejo. Hablaba desde el salón principal, donde sus capitanes comían y bebían. La sala estaba repleta de humo con centenares de aromas y un rumor constante llenaba el silencio. El silencio se impuso con la intervención del líder.
–Os he convocado a todas las facciones porque debemos tratar algo importante. Desde hace años, hemos estado beneficiándonos de la estación espacial Astila. Han pagado puntualmente nuestra minuta de protección. –La gente asintió, incluso aquellos que veían la reunión como una proyección desde las salas aledañas. –Ahora tenemos una nueva imposición. La compañía MORBO asociados nos ha enviado una nueva tasa. Quiere que aceptemos el quince por ciento de las ganancias… a repartir entre todos nosotros.
El griterío de la estación se elevó como un rugido. Craven no intervino para cesar aquella manifestación de odio. Se acarició su fino bigote mientras observaba la reacción de su público. Sus delgados labios esbozaron media sonrisa. En cuanto se apagó el clamor, se apartó el pelo negro de la cara y continuó hablando.
–Hace cuarenta y cinco ciclos fui a tomar Astila. Controlarla, sería controlar todo el sistema Caronte. Mi intención era valerme de nuestros aliados. Fueron detenidos, expulsados o asesinados. Tenía que actuar. Mi liderazgo estaba amenazado.
–¡El liderazgo no puede estar amenazado! –Gritó la multitud. Chandler Craven esperó a que todos se calmaran para continuar.
–Me encontré con cinco naves de guerra. Todo lo que se rumoreaba era verdadero. Sí, son naves poderosas, supervivientes de guerras en otros sectores. Sus oficiales tienen gran experiencia en batalla. Han caído los dos tercios de mi flota –el gentío emitió un murmullo de asombro. Aquella vez, Craven se impuso elevando la voz–. Pero tienen un punto débil: su número. Son cinco naves. Únicamente cinco naves para defender una estación espacial.
–¡Si atacamos con todas nuestras fuerzas, caerán! –exclamó uno de los capitanes.
–Estoy de acuerdo, Minners. Esa es la estrategia a seguir. Mi ataque no fue en vano. Conseguí derribar una de aquellas naves con mi Kaliedra. Sin aquellos escudos de energía, son tan vulnerables como nosotros. –Otro de sus capitanes se puso en pie. Las cámaras holográficas lo enfocaron.
–Organicemos un plan de ataque. Ahora solo tienen cuatro naves, son más vulnerables. Hay más de trescientos navíos bien armados en esta estación. Sugiero que ataquemos cuanto antes.
–Estoy de acuerdo, capitán Phillips. Salgamos ahora mismo. –El griterío volvió a inundar Helios. La sed de sangre y venganza despertó entre las tripulaciones. –La facción Perro Negro, Ojo Sangriento y Gracia Divina se encargará de la vanguardia –una simulación holográfica mostró la réplica del sistema Caronte. Craven posicionó a las facciones en el campo de batalla virtual –. Las facciones Grumo Ponzoñoso, Rastro Veloz y Raiden Spirit se posicionarán en el polo opuesto e iniciarán el ataque simultáneamente. Radón Oscuro reforzará a mi flota en un ataque por el sur de la estación. Las facciones que no he nombrado pasarán a engrosar mis filas. Ahora pertenecéis a Kaliendra, cambiad vuestros uniformes. –los trece capitanes aludidos levantaron sus vasos en señal de asentimiento. Los trajes adoptaron el emblema que Craven mostraba en el pecho de su traje –. Tres flancos atacados, cuatro naves para defenderlos, saturaremos su fuego de represalia en nanosegundos. El armamento de Astila podrá repeler a decenas de naves, no a cientos. ¿Quién está a favor de este plan? –Las luces verdes comenzaron a encenderse en los trajes de los capitanes. Como Craven había supuesto, todos estaban de acuerdo. –Se aprueba la acción de combate. ¡Todos a sus puestos! ¡Estamos en guerra!
El gentío bramó con furia, dirigiéndose rápido a los navíos como enjambres de nanobots. Todos ocuparon sus puestos en un tiempo récord. Craven esperó a que la sala se quedara vacía. Iba entregando terminales con las órdenes a seguir a cada uno de sus capitanes. A los pocos instantes quedó a solas con Damien. Su mano derecha siempre percibía los detalles que él había dejado escapar.
–Vas a montar una buena, Craven. Más vale que no sobreviva ninguno.
–Está todo controlado. ¿Has programado el armamento de Helios?
–Ni siquiera la estación Gaurus está tan bien armada como la nuestra. ¿Vas a dirigir a la flota desde la Kaliendra?
–Así es, necesito que coordines la operación desde aquí. No quiero juegos, haremos exactamente aquello que pactamos. No se te ocurra actuar de forma contraria. Hasta Sentei aprueba nuestro plan.
–Sería divertido hacer lo contrario, Craven –el huesudo aspecto del dirigente se quedó rígido antes de atravesar la compuerta hacia su nave –… aunque no debes preocuparte. Es el mejor plan para nosotros.
–Cumplamos con nuestra palabra, entonces. –Damien asintió y Craven tomó el túnel de embarque hacia la Kaliendra. Retrasó su salida de Helios hasta que las demás facciones ocuparan los alrededores de la baliza.
Una vez a solas, Damien Grades activó el modo defensa de la base. El panel de control creció frente a él, ocupando el centro de la sala. Abrió ventanas holográficas en la cúpula de proyección. Los sistemas estaban operativos. Armó las lanzaderas, cañones y turboláser de la base Helios con objetivos muy concretos. Todas las flotas estaban tomando posición para el salto de fase. La organización en aquel instante era inexistente. Activó la señal. A los pocos segundos, se disparó la alarma de proximidad. Varias naves habían saltado al sistema. Se trataba de veinticinco artefactos bien armados. La señal codificada pertenecía a los Wong. Comenzaron a atacar las formaciones exteriores, causando una baja por cada nave atacante. Las facciones Grumo Ponzoñoso y Rastro Veloz fueron destruidas en su totalidad. Cuando reaccionaron al ataque, todas las naves de Gris Espejo se enzarzaron en un combate cercano. La lluvia nuclear de represalia alcanzó a la mitad de las naves Wong. A pesar del ataque sorpresa, la flota Gris Espejo reaccionó a la perfección. Los atacantes realizaron un microsalto, fuera del alcance defensivo. Desde la retaguardia, Damien activó todo el armamento de Helios. Su objetivo a destruir fue la flota Gris Espejo. Perro Negro, la segunda facción más numerosa, se convirtió en polvo estelar. El caos se propagó con aquel ataque sorpresa. Otras cuarenta naves Wong aparecían en la pantalla holográfica por el flanco desprotegido de la flota. Entre ellas volaban las naves de MORBO asociados. Tres rayos dorados fundieron las naves insignia de Raiden Spirit, Ojo Sangriento y Gracia Divina. El flamante destructor Drakenstern alcanzó la vanguardia del segundo ataque y proporcionó fuego de cobertura. El enorme navío hizo entrar en descompresión a diez naves con una sola andanada. Otra nave que rivalizaba en envergadura apareció a su lado, terminando de destrozar hasta al más pequeño de los transportes. La coraza de urita delataba aquel carguero como la nave insignia de la almirante Karen Kristen Morgan. Craven hizo evidente su traición al ordenar el ataque contra Radón Oscuro. Todas las naves que formaban aquella facción fueron exterminadas con la ayuda de la Hagger y la Drakenstern.
Damien Grades retiró su flequillo rubio de la cara. El sudor lo había pegado a su ojo izquierdo. Al igual que Craven, se había dejado crecer el pelo hasta los hombros. Todas las facciones aliadas estaban bajo ataque. Helios eliminó a casi la mitad de la flota Gris Espejo. En diez minutos, la batalla había finalizado. No tardó en recibir comunicaciones de la flota MORBO. La Hagger se aproximó a la base y solicitó los códigos de rendición. Todavía mantenía aquel fulgor sobrenatural alrededor del casco. Damien sabía que si no facilitaba los códigos, aquella nave despediría su fulminante rayo. La Kaliendra se acercaba a los hangares despoblados del tercer asteroide, detrás de la Hagger. Grades bajó las defensas y envió los códigos. Se limitó a esperar. Accionó su muñequera, que desplegó un pequeño compartimento con polvos de Kolya. Esnifó el contenido con ansiedad. La sensación de victoria creció en él. Eufórico, reinició la ofensiva hasta que una de las compuertas se abrió. Craven había regresado. A los pocos segundos, la mujer rubia de Astila pasó a la sala acompañada de uno de sus equipos. Un enorme saurio Hívoro cerraba el desfile. Craven saludó a la almirante según su rango.
–Es un placer hablar en persona con usted, almirante Morgan. Todo ha salido a la perfección.
–Ha cumplido con su palabra, Craven. Tendrá lo que pactamos.
–Espero que sea el treinta por ciento, un puesto en la flota con su correspondiente graduación y unas ligeras mejoras para mi Kaliendra.
–Yo cumplo siempre con quien cumple conmigo. Será nombrado capitán bajo las órdenes de MORBO asociados. Me sorprende que no tenga graduación, se le ve resuelto en su nave.
–Nací dentro de la fragata Esfinge. Mi padre me enseñó a manejar una nave desde que tuve uso de razón. He aprendido mucho desde entonces.
–¿Y qué ocurrió para que no llegara usted a oficial? –Craven se irguió, aguantando la sorpresa. No esperaba aquella pregunta. Su cuerpo delgado se apretó dentro del traje. Respondió con serenidad mientras se recogía el pelo oscuro en una cola de caballo.
–Pasó un buque de guerra llamado Selenis. Nos relajamos, tenía un código de la confederación. Fue un error de principiante. La nave había sido capturada por forajidos. Abordaron nuestra fragata y asesinaron a todos los oficiales. Yo fui tomado como esclavo hasta que cumplí los veinte años. De ahí en adelante he tratado de sobrevivir.
–No te ha ido nada mal –dijo Morgan. La expresión ceñuda de Craven contradijo sus palabras amables.
–Es cierto que se me da bien salir adelante, por eso hemos llegado a un acuerdo.
–Una triste historia, sin duda –dijo el almirante Bolton. Irrumpió en la sala central de la base Helios presentando su saludo formal a Craven. También había llevado con él un equipo de asalto –. Ahora soplan vientos favorables para todos. Confío en que sepa aprovecharlos, capitán Craven.
–Estaré a la altura. No se preocupe, almirante Bolton.
–Desde ahora trabajará con nosotros –Morgan extendió un sello para obtener la huella genética de Craven. Tomó también la de Damien Grates como primer oficial de la nave Kaliendra. –Tendrá cuenta corriente propia y permiso para la navegación en territorio confederado siempre que se encuentre realizando una misión de nuestra compañía.
–¿Y las mejoras? ¿Cuándo realizará los cambios en mi Kaliendra?
–Tendrá que venir a Astila, es el único lugar donde podemos equiparla. Estará lista en noventa ciclos.
–Entonces partiré ahora con ustedes. Damien, te dejo al mando de la base. Destruye todas las cápsulas de salvamento que puedas, no quiero supervivientes.
–Estaba ocupándome de eso en este instante, capitán Craven. –En las imágenes holográficas, la flota Gris Espejo era aniquilada quirúrgicamente. Las naves de la familia Wong controlaban la estrecha franja de navegación segura que separaba la radiación de la estrella roja con la baliza de salto. Parecían disfrutar de la masacre tanto como Damien.
Los tres oficiales salieron de la base hacia sus propios navíos. Drakenstern, Hagger y Kaliendra abandonaron la base Helios, saltando hacia Astila tan rápido como un parpadeo. Damien se percató de que había otra presencia en la sala. Entró allí en cuanto las naves abandonaron el sistema Cuervo.
–Ah, eres tú. Siempre apareces como un fantasma. –dijo Damien. La figura era alta, de piel violácea y con una cabeza ausente de pelo. Sus ojos grandes y rasgados, de un profundo morado, destellaban con la sabiduría de mil vidas.
–Espero no haberte perturbado, Damien. Veo que todo ha salido bien.
–Así es, Craven se ha marchado con ellos. Esto no me gusta, Sentei.
–Es un riesgo que debemos correr. Al menos hasta obtener la tecnología. –El antiguo tomó asiento. De un departamento del traje sacó una pequeña caja que entregó a Grades. –Tu polvo de Kolya, no te puede faltar en estos momentos.
Damien tomó con rapidez la caja de entre los largos dedos del antiguo. El alienígena esbozó una sonrisa con su pequeña boca desdentada.
–Gracias, Sentei.
–Hay algo que me ha llamado la atención. He notado una peculiaridad en la almirante Morgan. Su mente no estaba abierta como la del resto. Había una interferencia… Cierta maestría o conocimiento en el uso de su mente.
–¿Estás diciendo que tiene capacidades como tú?
–Es probable que haya conocido alguna forma de desarrollar su psique. Aunque en ningún modo puede equipararse con el dominio mental de un antiguo. Es como comparar la fuerza gravitacional de un planeta con el de una estrella. Me resulta interesante…
–¿Qué debemos hacer ahora, Sentei? Estoy nervioso como una larva a punto de eclosionar.
–Calma, pequeño Damien. Por el momento, confiar en MORBO asociados. Sus intenciones son puras, no buscan nada más allá que consolidarse como empresa. Al menos así piensa el almirante Bolton. Morgan debe tener otros planes aunque tendré que conocerla en persona para conocerlos.
Damien sonrió. Se recogió su pelo rubio en una cola de caballo y estrenó el polvo de Kolya que Sentei le había entregado. Bajo el influjo de la droga, se centró de nuevo en la exterminación de los supervivientes. Continuará…