Confusión profunda
Raquel Medina se sentía confusa desde la aparición de Jaziel. Había sido asignada a un nuevo grupo de menor importancia. Estuvo como refuerzo en el equipo Cábala por órdenes directas del Primer Hermano. Fue una imposición que la salvó de apartarla de aquel equipo de élite. Apuntalaban la lealtad de cada hermano por un bien superior, una labor que ejercía Ernesto Valverde en persona. Raquel había pasado a un segundo plano, sintiendo el rechazo de Jaziel sobre ella. Era la única persona a la que la diosa no quería cerca. El desplazamiento marchitaba aquella lealtad dentro de sí misma. No pudo acceder a los pensamientos de Ernesto desde que Jaziel despertara en él. Ventura también había escapado a su poder después de que la diosa reforzara su voluntad. Desde que saliera de Ácrato, se había ofrecido a la diosa incondicionalmente. Él solo deseaba más poder. Le quedaba el veterano Fernando a su lado. Nunca había sido ambicioso y, con los años, había aprendido a buscar la posición más segura. Solicitó su traslado al nuevo equipo Presagio que Raquel lideraba.
Sentía el ataque de ansiedad creciendo en su interior. Detuvo su exposición y tomó aliento. El edificio Canciller era demasiado opresivo en aquel instante. Fernando la observaba con mirada preocupada. Sondeó su mente, seguía siendo un hombre limpio, de buenas intenciones. Estaba preocupado por su bienestar. Los tres aprendices, al otro lado del escritorio, también habían notado la ausencia de atención de Raquel.
–Perdón, chicos. Hoy no podré dirigiros. –Hizo una seña al veterano augur para que la acompañara fuera del despacho. –Necesito que lideres esta misión. No me encuentro muy bien.
–¿Es grave? ¿Puedo hacer algo por ti? He hecho grandes avances en sanación.
–Eres muy amable, Fernando. Se trata de un asunto personal. Ya sabes, cosas de mujeres. –Fernando se ruborizó en segundos.
–Me hago cargo de todo, Raquel. –Acarició su pelo oscuro con un gesto paternal. Al lado de aquel hombre imponente, su estatura destacaba a la baja –Recupérese pronto, Prelada.
Se alejó del despacho, haciendo una pequeña pausa para recoger sus efectos personales. Presentó el parte de baja voluntaria a Gracia. La administrativa se mostró sorprendida.
–¿Qué te ocurre, cielo? Solo llevas aquí media hora.
–Estoy algo mareada. Me ha debido sentar mal el desayuno.
–Que lástima, con lo animada que está toda la hermandad. Yo ya he jurado mi lealtad a la diosa. ¿Es cierto lo del Declive?
–No estoy autorizada para hablar de ello, Gracia. Me marcho, que disfrutes de los nuevos tiempos.
Aunque sonrió a la mujer, Raquel estaba recelosa de todo aquel nuevo ambiente. Ella había jurado su lealtad también aunque todo aquello la estaba espantando. Su voz interna estaba encendida como la sirena de un bombardeo. Se montó en su coche y llegó a su apartamento treinta minutos más tarde. Tuvo algunas preguntas en la cabeza, como la razón de no haber caído en el vertiginoso atractivo de Jaziel. Se preguntaba por aquel odio creciente en su interior. Por suerte, al abrir la puerta de la vivienda, sus preocupaciones se disiparon. Percibió la mente de Tamara en el interior. Al cabo de unos segundos, salía a su paso desde la cocina.
–No te esperaba, ¿qué ha pasado?
Raquel comenzó a elaborar una escusa. En lugar de expresarla, rompió a llorar. Tamara apartó un rizo amplio y oscuro de su cara para besarla. La mantuvo abrazada unos minutos hasta que consiguió sosegarse. Tamara la llevó a la pequeña cocina del apartamento. Le preparó un té verde que tomó con un chorro de miel. Sentada en la mesa redonda de la cocina, Raquel se animó a hablar.
–Hay mucha presión en el trabajo. La presencia de alguien más fuerte que yo. Más fuerte que todos nosotros unidos. No lo soporto más.
–Tranquila, ya estás en casa. –La chica rubia, más alta que ella, colocó la taza en la mesa. –No necesitas demostrar tu fuerza a cada instante.
–Es más complicado que la rivalidad laboral. No se trata de la presión de mis jefes. Es otra cosa. Necesito hablar de ello y es alto secreto.
–¿Vas a contarme todo lo que no puedo saber y, al rato, olvidaré el contenido de la conversación?
–Así es. Escucha con atención: la mermelada de perro se come sobre una oruga. –La vista de Tamara se perdió en el infinito durante unos instantes. Al momento, recuperó el brillo en la mirada. La chica tomó asiento frente a Raquel, que continuó hablando sin censura. –Tamara, me siendo sobrecogida por los acontecimientos. Ha regresado la diosa Jaziel y ha poseído el cuerpo de un compañero.
–Espera, ¿así? ¿Me lo sueltas sin suavizante ni nada?
–No tengo otra opción, han pasado demasiadas cosas desde que custodiamos el Ojo de Jazim. Se ha abierto una brecha entre dimensiones.
–Pensaba que no creías en la existencia de los dioses. Siempre has hablado de las esferas bajo el punto de vista de los académicos. “Universo mecanicista” creo que dijiste.
–Ese es el problema… Los cimientos de mis estudios se han deshecho como papel mojado. No sé qué creer. No confío en esta entidad. No confío en ninguna de ellas. Desde el suceso de Canalejas, nada es como debería ser. –Comenzó a rebuscar en el bolso que había sobre la mesa.
–Eso es mío.
–Lo sé, quiero uno de tus cigarros. Estoy de los nervios.
–Dame otro. Por cierto, ¿qué pasó en Canalejas?
–Hubo una anomalía, algo tan extraño que no sé cómo explicarlo.
–Inténtalo. Ya que voy a olvidarlo, al menos haz el esfuerzo de explicarte. –Raquel se tomó un tiempo antes de contestar.
–La realidad se disolvió. En su lugar, la nada. El vacío. Uno de mis compañeros, mi jefe en realidad, fue absorbido hacia un punto luminoso que crecía en el centro. El vacío avanzaba poco a poco, deshaciendo la realidad. Nos sentimos impotentes incluso con el apoyo de los Heraldos y los Académicos en aquel suceso.
–¿Cómo se solucionó?
–Hubo que traer a un Revocador. –Raquel aspiró el humo del cigarrillo.
–¿Todavía quedan Revocadores? Suena a cruzada medieval. ¿No estaban extintos?
–Los Heraldos lo mantenían en secreto, fue cosa de ellos. No sé lo que hizo, la anomalía fue menguando hasta desaparecer. La misma presencia de aquel hombre negaba todo aquello que parecía imposible. Conocí al nuevo Gran Maestre de los Heraldos durante aquel suceso. –aspiró de nuevo el humo. –Un tipo siniestro, nada que ver con su predecesor, que solo era un cerdo. Este se defendió de mi sondeo mental. No pudo ocultar algunos de sus recuerdos más recientes. Vi a una mujer poseída, una concubina. Era el soporte de otro ser más poderoso. Un ser aterrador, como lo son todos. Hizo arder en llamas al antiguo Gran Maestre.
–¿Lo hizo Jaziel?
–No. Lo hizo “el Oculto”. Aquel dios sin nombre al que ellos adoran. Sospecho que no puede quedarse mucho tiempo en este plano. De lo contrario, hubiera intervenido en la llegada de Jaziel. Necesita un foco en el que anclarse. Un foco de poder.
–Dioses en nuestro mundo… es como dicen los Herejes.
–¿Los Herejes? ¿Quiénes son los Herejes?
–Es un grupo de fanáticos que reniegan de los despiertos. Muchos están organizándose en milicias y se abastecen de toda clase de artilugios que compran a los Académicos. Citan letanías sobre el Declive en reuniones clandestinas.
–Lo que faltaba, otra facción de la que preocuparse. –Raquel aspiró el cigarrillo, depositando la ceniza con cuidado.
–Puede que sí, he encontrado a mucha gente que simpatiza con los Herejes. Hablan de protegerse de los despiertos. De todas las congregaciones, de hecho. Solo confían en la ciencia de los Académicos. Os ven como una amenaza.
–¿Cómo sabes tanto de ellos?
–El carnicero se jacta de ser miembro. El otro día pasó un tipo con traje y corbata a su tienda. José entonces dejó las chuletas e hizo un saludo muy extraño. Primero, inclinó la cabeza, luego se señaló los pies y la frente para, a continuación, cruzarse de brazos. El señor del traje hizo lo mismo. Cuando pregunté, me dijeron que era un símbolo.
–¿Un símbolo de qué?
–Tenía un significado, algo así como plantarse ante las sectas. No recuerdo la explicación literal. –Raquel mostró su preocupación mientras aspiraba de nuevo. En aquel momento, un tumulto sonó en el exterior. Cientos de voces coreaban frases que Raquel no llegó a entender. La frustración de los conductores se manifestaba en forma de pitidos. El ruido entró a través de la ventana entornada. Tamara se levantó y cerró del todo. Los gritos se iban apagando conforme la turba se alejaba hacia el interior del barrio. El tráfico fluyó con normalidad de nuevo.
–¿Qué era toda esa gente?
–Era la patrulla de vigilancia. Tanto la Hermandad Roja como los Heraldos han dejado de hacer su trabajo en la calle. Ha habido varios incidentes con despiertos no alineados, se agrupan para protegerse de estos criminales. La policía les apoya. Se sienten tan indefensos como el resto de los mortales.
–No sabía que las cosas estuvieran tan mal. Tendré que informar de esto.
–No vayas hoy, puedes correr peligro. Están parando y reconociendo a la gente. Si eres un despierto, tendrás problemas.
–Conmigo no será fácil. Puedo camuflarme a la perfección.
–Pueden verte con unas gafas de Fuga. Se están haciendo muy populares. Detectan la influencia de las esferas en tu aura.
–Solo poseo conocimientos sobre una esfera: la mental. Si leyeran mi aura, observarían un único e impreciso influjo. Nada determinante. Pueden usar algún espejo mental aunque soy capaz de soslayarlos.
–Entonces… puedes infiltrarte entre ellos. Nadie sabría a ciencia cierta si eres una despierta o no.
–Podría hacerlo aunque no es una buena idea. Si la Hermandad Roja se enterara…
–Pero podrías ir por orden del Primer Hermano. Para evitar revueltas, mantener el orden y salvaguardar la paz entre comunes y humanos. Todavía hacéis esa clase de cosas ¿verdad?
–¿A qué clase de cosas te refieres?
–A las cosas que se comentan que hacéis. Espionaje, infiltración, asesinato… aquello que haría cualquier organización para cuidar de sus intereses. –Tamara estaba tan metida en la conversación que su cigarro se consumía en el cenicero sin tocarlo.
–Bueno, sí. Seguimos cumpliendo con la ley. Claudio ha derivado a todos los equipos para que el asunto no trascienda a nivel internacional. Podría percibirse como una amenaza. Estuvieron preguntando varios embajadores por el suceso de Canalejas. Valverde, con el poder de Jaziel, los convenció sin esfuerzo.
–Puedes actuar como doble agente, informar a la Hermandad acerca de los Herejes y ofreciendo información a estos para contrarrestar el poder de Jaziel.
–Intentaré hacer lo que me aconsejas. Hablaré con Claudio.
–El único problema está en la congregación de los Heraldos.
–Por el momento, no puedo llegar hasta ellos aunque me entrevistaré con el Gran Maestre. Tiene mucho que contar.
El cigarro casi se había consumido entre los dedos de Raquel. Lo apagó y besó a su compañera. Hizo que Tamara olvidara aquella conversación. Era consciente de la conversación aunque perdió interés al instante, abordando temas más triviales. La atmósfera familiar la ayudó a relajarse. Tomó un baño con Tamara antes de la hora de comer. Se hizo tarde para cocinar y decidieron ir a un restaurante. Al terminar se desplazaron a un centro comercial cercano. Raquel comprobó el fantástico conjunto del que Tamara había hablado. Terminaron la tarde entrando en el cine. La película fue lo de menos, lo importante fue la compañía. Disfrutaba de una normalidad que pronto desaparecería para siempre. Aquel día se convirtió en el mejor recuerdo de Raquel.