Demostración de fuerza
En la pequeña plaza que precedía al establecimiento había una enorme aglomeración de gente a la espera. La posada de Howard estaba repleta de viajeros. La conversión del reino ante el credo de los diez atrajo a toda clase de gente, en su mayoría de origen humano. Los habitantes del imperio del otoño se habían atrevido a viajar al país hereje una vez anunciada la conversión. La mayoría de ellos eran humildes labriegos en busca de una oportunidad para prosperar. La gran cantidad de gente y los distintos credos provocaron tensiones dentro y fuera de la posada. Murok recibió la orden de despejar el salón en dos ocasiones. Solo tenía que cuadrarse, mirar con intensidad al objetivo y cerrar los puños. No tuvo necesidad de recurrir al hacha de dos manos a su espalda. Los bravucones huían despavoridos. Cuando el minotauro se imponía, no había nadie que le hiciera sombra. Tan pronto el salón quedaba vacío, volvía a llenarse en cuestión de minutos.
Arkan y su inseparable compañero enano bebían en la barra, hombro con hombro. Sac los acompañaba, bebiendo un agua edulcorada con miel, con ayuda de una pajita. Para evitar sufrir el aplastamiento de las masas había agrandado su estatura hasta la de un hombre normal. Estaba apretado entre Arkan y otro humano, un parroquiano llamado Hans. A sus sobrinos les realizó el mismo encantamiento. Aquel hechizo duraría unas horas y, después de Murok, eran los que más miradas atraían en la posada. Cuando terminara el efecto, tanto él como sus ropas recuperarían el tamaño acárido normal. Por suerte, la capucha de la túnica de hechicero lo mantenía dentro de una relativa discreción.
Habían dado esquinazo por un tiempo al séquito de altos sacerdotes. El rey Grenik requirió los servicios de Elenthen como enlace entre la comunidad de Rophean y la delegación élfica. Debían presentar a la embajada a aquellos sacerdotes humanos y aclarar la correspondencia de títulos para con la diosa Siamat. Prometía ser una reunión larga y tediosa, llena aclamaciones a la tradición, leyes, potestad, interpretación de las escrituras, conflicto entre ambas especies, desigualdad en la recaudación de impuestos, fieles, lugares de culto… Demasiado aburrido para cualquiera sin la paciencia de un elfo. Arkan y Spuff fueron rápidos en desaparecer. Murok los siguió en cuanto detectó la maniobra evasiva. Sac los vio entrar por la puerta y les hizo un hueco en la barra junto a él. Llevaba horas esperando en la Posada Sombría después de haber ofendido a aquel sacerdote con sus comentarios.
El hechicero había tenido la oportunidad, durante aquel tiempo a solas, de escuchar los rumores de la gente. Muchos se asombraban del aspecto siniestro de aquel país. La capital mostraba la mezcla de distintas razas humanoides y para los recién llegados aquello suponía una sensación de rechazo. Sin embargo, era la práctica de la hechicería lo que más aterraba al ciudadano extranjero. Hasta el más humilde zapatero usaba el arte oculto para mejorar el trabajo. Existía una hechicería de calle y otra más culta, en la que Sac había emprendido un camino tortuoso. Otros en Rophean habían hecho lo mismo. Las prácticas de las que el reino se había enorgullecido durante más de tres siglos suponían, en aquel momento, una amenaza para el ignorante… y un arma inefectiva contra el enemigo. El hechicero caía en momentos reflexivos donde sacaba conclusiones nada apaciguadoras. Para él, los enanos habían dado un mejor uso a la magia mediante las runas de poder. Con ellas alimentaban toda clase de artefactos que los ayudaba a prosperar en el submundo.
Intercambió varias sensaciones con sus sobrinos mientras pedía la comanda. Tenían una fuerte inquietud. Se movían raudos, aunque con dificultad, entre las mesas del salón. Una de las disputas se originó gracias a su aspecto emplumado. Los habitantes del imperio eran irrespetuosos con aquellos diferentes en apariencia y credo. Fue entonces cuando decidió usar aquel hechizo de agrandamiento con él y con los tres jóvenes acáridos, hijos de su hermana. Para cuando llegaron los demás amigos del rey, eran tan altos como cualquiera allí reunido. Arkan y Spuff reaccionaron con risas al observar el crecimiento de los hombres-pato. En seguida se dedicaron a beber de forma bravucona, olvidando el nuevo tamaño de los conocidos. Sac estuvo sumido en sus pensamientos un buen rato. Un codazo inesperado lo sacó del ensimismamiento. Arkan sonreía, afectado por el alcohol.
–Es como le decía a Spuff, vamos a tener más tiempo para emborracharnos. Me encanta ayudar a Grenik pero toda esa parafernalia formal… Me asfixia el protocolo. Las buenas maneras de la corte son demasiado… demasiado… Que me importan un huevo, por resumir. ¿Y tú? ¿Por qué estás tan serio? ¿Es por los medianos?
–No, ¿por los medianos? ¿Qué dices?
–Estamos todos muy sorprendidos de esa repulsión que sientes hacia un pueblo amigable y sincero, sobre todo con los enanos. Spuff está dolido, te lo aseguro. –El enano miró con gravedad al acárido mientras asentía con la cabeza.
–La verdad, no conozco a ningún mediano. Me baso en lo que cuenta mi especie. En el pasado libramos algunas batallas contra ellos. Por lo visto, nos desplazaron desde el imperio del otoño hacia Rophean hace siglos. Los que se quedaron allí, murieron a manos de esos simpáticos amigos vuestros. Nos empujaron hacia la extinción. Fue gracias a la generosidad conjunta de Rophean y Sitos por lo que pudimos prosperar.
–¿No deberías tener más rencor contra el imperio que contra los medianos?
–El imperio está manipulado desde hace años por los medianos. Esto no es oficial pero se ha contado que hay un mediano susurrando consejos al emperador de turno con cada mandato. Sienten debilidad y atracción por la raza mediana. Intentan favorecer sus propios intereses dentro de las fronteras del imperio. Es esta la razón por la que tenemos un imperio decadente, una civilización tocada de muerte.
Al principio, las sonrisas eran discretas. Todo empeoró cuando Hans trató de imaginar a un mediano tras el trono del imperio.
–Lo siento, amigo. No lo veo. –El parroquiano se levantó y salió de la posada con una sonrisa de oreja a oreja.
Arkan comenzó a reír de forma descontrolada. Hasta Spuff derramó la cerveza al escuchar aquella teoría. Sac los miró con asombro. Pronto comprendió que aquella gente no sería capaz de empatizar con la tragedia de su pueblo.
–No te enfades, hechicero. Para ser honesto, suena un poco absurdo.
–Los medianos nos arruinaron. Olvidarme de ello es como pedirle a un enano que se olvide de Karahs cuando los orcos la invadieron.
–¡No se nombra Karahs! –exclamó Spuff.
–A eso me refiero, Arkan. Los enanos juran odio eterno a los orcos pero nosotros no podemos hacer lo mismo con los medianos.
–Sac, los orcos son bestias sedientas de sangre mientras que los medianos son afables y bonachones. No puedes comparar fresas de Silu con raíces de Kuthok.
–¡Discúlpate ahora mismo!
–Te pido disculpas, Spuff. No volveré a pronunciar ese nombre. Aunque pienso que subestimáis a los medianos. Son perversos. Os tienen engañados con sus monerías. En fin, es igual… De todas formas, ha pasado mucho tiempo de aquello.
–Pues olvidemos las diferencias por el momento. Yo quería brindar por el descanso. Es un placer infinito tener unos minutos para…
Los gritos de la multitud interrumpieron a Arkan. La puerta de la posada se abrió de golpe. Un viajero entró con el rostro desencajado.
–¡Nos atacan unos seres horribles!
La mayoría de los feligreses se amontonaron en las ventanas. La apariencia reptil de los invasores alertó a la posada por completo. Tumbaron las mesas y construyeron barricadas con el mobiliario del salón. Los amigos del rey ya sabían a qué se enfrentaban. Murok salió el primero del edificio. Arkan y Spuff lo siguieron. Sac detuvo al bárbaro antes de que abandonara el salón con el hacha empuñada.
–Yo sirvo de poco ahora, iré a buscar a Grenik y lo traeré junto con los sacerdotes del imperio. Retenedlos lo mejor que podáis.
Mediante un ligero cántico, el hechicero desapareció de la posada para aparecer en la entrada de la embajada élfica. Aquel bosque denso en mitad de la ciudad causaba escalofríos siempre que lo visitaba. Entró en la enmarañada espesura, buscando el árbol principal donde estaría reunida la embajada.
La gente huía despavorida ante la amenaza de aquellos reptiles bípedos. Mostraban sin pudor cuchillos retorcidos y espadas anchas. De sus cintos colgaban cabezas humanas pertenecientes a la guardia de la ciudad. Por el número que portaban, Spuff dedujo que habían encontrado a una patrulla desprevenida. En el centro de la formación había un ser similar aunque de aspecto más fuerte. Sacaba una cabeza de altura al resto de los de su especie. En la espalda, tenía unas alas poco desarrolladas. Murok cargó hacia el enemigo blandiendo su hacha de doble filo. Arkan y Spuff, animados por el alcohol, protegieron ambos flancos del minotauro. De la posada salieron otros cinco hombres armados, que cargaron en cuanto vieron la refriega. Murok había desmembrado a seis de aquellos seres, alcanzando la formación central. Arkan decapitó a cinco; Spuff acababa de rematar al tercero. Quedaban diez criaturas replegadas, a la espera de que su compañero más viejo diera alguna orden.
La figura central desplegó sus raquíticas alas y liberó un extraño vapor. Murok se vio afectado de lleno. Paró de inmediato la mutilación de cuerpos y retrocedió. Estaba molesto por aquel gas. Al cabo de un momento, le sobrevino una arcada. Dejó una mancha de sangre en el suelo. Aquel vapor era letal. Los cinco guerreros cayeron al suelo entre vómitos, derrotados por el repulsivo rastro. Fueron rematados por las criaturas con rapidez. Murok fue protegido por el bárbaro y el enano hasta que pudo recuperarse de aquel efecto. Con esfuerzo redoblado, se abalanzó sobre la criatura tratando de no respirar aquella nube de putrefacción. Con un aleteo esforzado, la figura retrocedió ante el filo de aquella hacha. Los ojos de la criatura se iluminaron por un momento. Estaba preparando un hechizo devastador aunque no fue a más. En aquel instante apareció Sac con tres sacerdotes supremos.
Fue gracias a las órdenes de Grenik que los sacerdotes aceptaron valerse de la hechicería de forma indirecta. Fue muy autoritario en aquella ocasión. De aquella forma, Sac pudo arrastrar consigo a Eferis, sacerdotisa de Arestes, Albais de Danae y Varari de Sanae. Murok frenó en seco la segunda acometida. Arkan y Spuff también interrumpieron el ataque.
–Creía que te había dicho que los contuvieras, no que los exterminaras por completo.
–Hey, ha sido el minotauro. Entre Spuff y yo no hemos llegado a la decena. Además, quedan suficientes para tus amigos. Hemos conservado al más importante.
Un nuevo destello hizo aparecer al rey Grenik con el resto de sacerdotes. Apuntó con el cetro al grupo de criaturas supervivientes.
–Los quiero vivos, capturadlos. Debemos averiguar sus intenciones.
Los representantes de los dioses en la tierra actuaron de forma automática. Reconocieron la maldad de aquellos seres nada más tenerlos frente a ellos. Eferis invocó una jaula de hielo alrededor de cada criatura. Reaccionaron con agresividad, destrozando las barreras que limitaban el movimiento. Las plegarias a los dioses se fueron sucediendo hasta conseguir neutralizar a aquellos seres. Desde rayos eléctricos de poca potencia a cadenas invisibles formadas por el aire alrededor del grupo. Los sacerdotes encontraron una pasmosa facilidad en hacer frente a aquella amenaza. Con un destacamento de guardias y una carreta de bueyes, consiguieron llevarlos a las mazmorras de palacio. La llegada del rey en persona hizo que acudiera la gente que había huido ante el ataque. En cuestión de minutos, Grenik se encontraba rodeado de súbditos vitoreando tanto a su persona como al extraño grupo.
–Gracias, queridos súbditos. Mantengan la distancia, por favor. Son enemigos peligrosos. Se puede hablar de victoria en este momento pero no podemos bajar la guardia. Los amigos del rey velarán por su seguridad. Ofrezcan este aplauso a los representantes de la divinidad. Con ellos, la amenaza será erradicada de nuestro país.
La multitud fue creciendo en número según se alejaba el séquito Real. Grenik intercambió con Arwan Tilerius algunas técnicas de comunicación con especies diferentes, como orcos o sátiros. Quería aplicar el conocimiento a aquellas criaturas y poder realizar un interrogatorio en profundidad. El arrogante embajador del imperio le pidió al monarca que dejara todo en sus manos. Tilerius sabría manejar aquella situación. Grenik accedió, quería ver a su tío político en plena acción. Podía aprender las técnicas del antiguo imperio combinadas con la magia de origen divino de la que tanto presumían. Los amigos del rey quedaron libres de obligaciones otra vez. Sin embargo, Sac no podía quitarse aquella preocupación de la cabeza. Fue a por consejo al único lugar donde podía encontrarlo, la escuela Úlgrin de hechicería. Grenik le concedió un permiso excepcional para usar las instalaciones del monarca. Se trasladó a palacio y allí usó el portal de comunicación con la escuela. Demasiadas preguntas rebotaban en su cabeza, debía encontrar respuestas de inmediato. Su fe estaba en juego.