Esclavos del Destino
Unos pocos piratas Karlan sobrevivieron a la aniquilación de Helios. Menos de un tercio de la flota había faltado a la fatal cita. Les salvó la vida el trabajo, la distancia, la falta de fondos o la desidia. La nave mejor armada era la fragata pesada Destino. Su cuerpo principal estaba unido a dos carcasas extra compuestas por cargueros ligeros y unidas por redes de nanobots. Cuando recibieron la noticia de la traición, no volvieron a por venganza. Se limitaron a merodear por el cinturón de Trisalia. La estrella gigante roja albergaba doce sistemas a su alrededor. Todos formaban la república independiente de Trisalia, un gobierno al margen de la confederación. Era una zona perfecta para desarrollar el trabajo al que estaban acostumbrados los piratas Karlan. La fragata Destino viajaba hacia aquella posición con sus bodegas repletas. Una nave interrumpió su tránsito hacia la baliza de salto. El capitán Havock trató de maniobrar para salir de su radio de acción. El enorme carguero recuperó la posición hostil realizando un microsalto frente a ellos. Tenía el armamento desplegado, mostrando cincuenta cañones listos para abrir fuego. Un fulgor dorado rodeaba a la nave, algo que el capitán Havock reconoció al instante. La Hagger cortó la transmisión de salto antes de que la Destino pudiera reaccionar. El crucero estelar J. Morgan se materializó a medio clic de distancia por la popa de la fragata, disparando decenas de cápsulas de abordaje. Se estrellaron contra el fuselaje de la fragata, soltando a cuatro amazonas en su interior por cada una de ellas. Fueron tomando cubierta tras cubierta hasta asegurar el sector de popa. Cuatro tubos de abordaje remataron la toma del Destino. Phoenix avanzó escoltado por las mejores de sus amazonas rumbo al puente de mando enemigo. La Hagger sometió a la inteligencia artificial de la fragata, quedándose con el control absoluto. Morgan consultó la cúpula de mando. La tripulación emitía en sus trajes la señal de rendición. Ninguno había tomado las armas. La Hagger se imponía desde la proa mientras la J. Morgan se mantenía unida a su víctima por el lado opuesto. Notó el crecimiento que había experimentado su carguero. Lo había transformado en un auténtico destructor, semejante al Drakenstern. Aquella fragata era tres veces más pequeña que la Hagger y su capitán era inteligente. Sabía cuando podía perder un combate.
–Capitán Josh, mantenga el control de la Destino hasta que la carga se haya trasvasado. Comunica a nuestro gatillo fácil que respete las vidas de la tripulación. Necesitamos la nave un poco más de tiempo.
–Hay ocho mil doscientos treinta esclavos. La mayoría son humanos. El diez por ciento son Linces. Su sistema está dentro de este cuadrante.
–Linces, ¿eh? Jamás pensé encontrarme con esos… trastornados. Tendremos que llevárnoslos aunque Bolton va a montar en cólera. ¿Qué dices, Josh? ¿Le gustaran a nuestro socio?
–Sería injusto abandonarlos, almirante. Aunque estén radicalmente modificados, son considerados humanos.
–Lo único que les queda de humanos es la postura erguida. La confederación ha denegado su solicitud para ser considerados una especie aparte. A la vista salta que son… otra cosa. En cualquier caso va a ser divertida la cara de Bolton. Abre comunicación con el puente de mando del Destino. –La comunicación se realizó al instante. Un hombre envejecido se mostró en holograma ante los oficiales.
–Almirante Morgan, es un placer ser asaltado por su nave. La legendaria Hagger ha sido misericordiosa con nosotros. Soy el capitán Havock, acepte mi rendición incondicional.
–Si colabora con nosotros, respetaremos sus vidas. Puede que tengan una segunda oportunidad a mi servicio.
–Será un placer, almirante. Tome aquello que necesite.
–¿Hace cuanto que lleva mercancía a Nouros, capitán Havock?
–El suficiente. Cerramos nuestro décimo trato veintiocho ciclos atrás en la misma Nirvana. Este envío era para trabajar en la base espacial. Iban a pagarnos en cuanto descargáramos la mercancía.
–Son buenas noticias, la estación Nirvana espera la llegada de su nave. Capitán Josh, inicie el programa Kinte en la Destino.
–¿Qué pretende hacer, almirante Morgan? –La mujer clavó su mirada azul en el holograma del capitán, ofreciendo media sonrisa. Había conocido a otros hombres como aquel.
–Havock, necesito población en el menor tiempo posible. El sistema Cerberus está en expansión. He pensado que los sistemas esclavistas podrían colaborar con nosotros. Nouros es perfecto para encontrar aquello que necesito.
–Estás muy mal de la cabeza. El sistema Nouros es comparable con cualquier sistema del núcleo. Tiene decenas de patrullas de Acosadores a quince segundos de reacción. La flota pesada de su defensa te destruiría en cuanto saltaras a su perímetro. Ni siquiera tu escudo de energía sería capaz de absorber semejante daño. Ah, pero dispones de mis claves de acceso… Será insuficiente, te lo aseguro. Los escáneres de la estación reconocerían hasta tu huella genética.
–El programa está instalado, almirante Morgan.
–Gracias Josh. Capitán Phoenix, traslade a los oficiales de la Destino a mi nave.
–Tenemos el control completo aunque me preocupa la potencia de emisión. Esta fragata usa un cifrado más antiguo.
–Lo haremos como lo hemos planeado, no te preocupes por la potencia. Intentar la infiltración informática en la estación sería un suicidio.
–¿De qué están hablado?
–Lo verá dentro de poco, capitán Havock. Acompañe a mi oficial sin oponer resistencia, se ha ganado mi simpatía. Le garantizo su seguridad dentro de la Hagger.
Phoenix evacuó la nave por completo. A los oficiales los envió con la nave auxiliar Nudosa hacia la Hagger. Morgan invitó al capitán Havock y a su segundo a que subieran a su puente de mando. Los esclavos se acomodaron en las bodegas del crucero estelar. Sus mentes habían sido sometidas. La tripulación fue retenida en el crucero estelar como invitados forzosos.
En cuanto los oficiales llegaron al puente de mando de la Hagger, Morgan inició la operación. Los soldados de la almirante mantenían una intensa vigilancia sobre el capitán Havock y sus tenientes. La cúpula de mando se iluminó con la visión subjetiva de la fragata pesada. Josh movió su sillón hasta rodearse del espacio virtual que reproducía el puente de la Destino. Inició el salto hacia el sistema Nouros, desapareciendo de la zona de emboscada.
La vigilancia en el sistema era mayor de cómo la había descrito el capitán Havock. Un coloso espacial descansaba en la estación espacial más próxima. Nubes de cazadores se movían alrededor de los miles de cargueros y fragatas que se trasladaban de órbita en órbita. Cada planeta poseía una estación espacial. Nirvana era la más grande de todas, formada por dos núcleos principales.
–Los códigos han sido aceptados. Hay un tráfico enorme, como preveíamos.
–¿Cuántos cargamentos con esclavos?
–Un sesenta por ciento, almirante. Inicio el contagio informático.
El capitán de la Destino se movió con incomodidad en el asiento, sabía que su nave no disponía de un buen sistema de asalto informático. Morgan notó el nerviosismo de su invitado.
–Se preocupa por nada, capitán. Josh es un genio de la informática. Su programa se aloja en el ordenador de salto, respondiendo a la orden que se emita desde la Destino.
–Lo detectarán con facilidad.
–Este programa es especial, observe.
La Destino inició la infiltración informática con las naves más próximas. Josh compartía su código de identificación, impregnado con el programa Kinte. Se alojaba con sigilo entre la programación ordinaria, ganando posiciones en los procesos hasta alojarse en el sistema de salto. Era sencillo y poco invasivo; los sistemas de seguridad internos no lo detectaban. Para ellos era una orden de salto interna hacia otra ubicación.
–Ha saltado la primera nave. Debería aparecer en la posición de Bolton en unos segundos.
–Bolton ha corroborado la llegada –respondió Josh –. Inician el asalto.
–¿Con una sola nave? En cuanto salten tres al mismo tiempo, su hombre se verá desbordado.
–Capitán Havock, desconoce la fuerza de mis aliados. Junto a la nave de Bolton, capaz de asumir la misión individualmente, se encuentran otras de gran valía. ¿Le suena el nombre de Kaliendra?
–Es el navío de Craven. Nuestro autoproclamado líder.
–Trabaja ahora con nosotros. –Josh comentaba el salto de otras tres naves. –Usted tendrá esa misma posibilidad después de esta operación.
–¿Y cómo lleva Craven estar a su servicio? Era muy ambicioso.
–No ha presentado quejas. Se ha limitado a hacer su trabajo.
–Era capaz de pactar con el diablo, si no lo ha hecho ya.
–Me compara con el diablo aunque es un alago que no merezco.
–Ha entendido erróneamente.
–Reclaman el anclaje a los tubos de la Nirvana, almirante –dijo Josh.
–Mantén la posición. Necesitamos localizar más cargueros llenos de gente. –La Destino fue deteniéndose en las vías con mayor tránsito del sistema. El número de transportes útiles fue creciendo en el contador de la cúpula de mando.
–Segundo aviso, almirante. Nirvana ha activado el nivel amarillo. Reclama una orden de acción.
–En quince segundos se acercará un escuadrón. –dijo Havock.
–De acuerdo, aléjate. Ya hemos inoculado a suficientes naves. Envía a la Destino hacia nuestra posición.
La fragata pesada realizó una maniobra evasiva, cambiando el rumbo hacia la baliza de salto. Cuando entró en fase, las naves contagiadas saltaron a la posición donde Bolton los aguardaba. Doscientas tres naves fueron recibidas por el grueso de la flota de MORBO asociados. Tuvieron que elegir entre el sometimiento a la empresa o la aniquilación. Todas aceptaron el desarme, cediendo las claves de acceso a la inteligencia artificial de la Drakenstern, que las propagó entre su flota. El J. Morgan, la Hagger y la Destino se materializaron en las coordenadas de Bolton. El potencial de la flota MORBO intimidaba a los capitanes secuestrados. Fueron escoltados a Astila donde formalizarían los nuevos contratos. Una vez ancladas en los tubos de desembarco, los oficiales fueron sometidos a condicionamiento mental. A los esclavos se les ofreció una nueva identidad, modificaciones genéticas gratuitas y un módulo hábitat de segunda clase en Cerberus IV. Los libertos aceptaron sin dudar. Morgan esperó en la Hagger hasta que el último navío fuera sometido. Cuando se hubo completado este proceso, ordenó dirigirse a Astila para oficiar el vínculo de lealtad.
–¿Qué pasará con nosotros, almirante Morgan?
–Habéis cumplido con mis exigencias. Os devolveré la Destino aunque sin vuestra carga.
–Pensaba que nos tirarías de cubierta en cubierta hasta ser expulsados hacia el vacío.
–Lo que se cuenta de mi temperamento puede ser exagerado, capitán. Hice un trato con usted y ha cumplido su parte. Es justo que cumpla yo con la mía. Si quiere permanecer con nosotros, la Destino es bienvenida en nuestra flota. Tendrá un estipendio cada veintiún ciclos y mejoraremos su nave hasta hacerla prácticamente invulnerable.
–¿Compartirían su tecnología con nosotros?
–A cambio de lealtad absoluta, por supuesto. –Havock quedó pensativo. Entrecerró los ojos y mantuvo la mirada azul de la almirante Morgan.
–Quisiera preguntarle qué es lo que pretende. Ha liberado a centenares de miles de esclavos, robándolos a un poderoso y próspero sistema independiente. ¿Por qué?
–Siempre he querido vivir bajo mis propias reglas. A pesar de pertenecer a la confederación, puedo hacer lo que quiera.
–¿Se refiere a iniciar una guerra en la zona limítrofe? ¿A aniquilar otros sistemas estelares?
–Si lo dice por el suceso de Sianna, había un alto riesgo de infección. Hablo de libertad. De ser la dueña de mi destino.
–Conozco algo el destino, almirante Morgan. Vivo en él y he sido testigo de sus designios. Otros han pronunciado las mismas palabras y ninguno ha durado todo lo que hubiera querido. En el fondo, todos somos iguales, deseamos lo mismo y caemos bajo el peso de nuestra ambición.
–Habla como si hubiera pasado por lo mismo.
–Soy mayor, Morgan. Mucho mayor que usted. Voy camino de mi séptima modificación genética. La estoy posponiendo porque no tengo claro si quiero seguir prolongando mi vida. He conocido a seres ambiciosos de todas las especies. Todos se forjaban enemigos con rapidez.
–Insinúa que estoy cometiendo el mismo error.
–Así es, y abraza la compañía de toda clase de mala gente como nosotros. ¿Están seguras sus filas, almirante?
–Por supuesto, la toma de lealtad con MORBO asociados es obligatoria.
–Sin embargo, hay formas de deshacerla. Los Antiguos pueden pulverizar el condicionamiento mental con extrema facilidad.
–¿De qué está hablando?
–De la Kaliendra, Morgan. Craven tiene un poderoso aliado. Puedes contar con que el consejo de Antiguos conoce la actividad del sistema Cerberus.
La mujer quedó paralizada. Recordó a Sonno. Los quince años de su vida sometida bajo recuerdos falsos se mezclaban con la realidad. Saber que otro de aquellos seres podía estar en su sistema, le erizó la piel.
–Por la expresión que ha puesto, veo que desconocía esta noticia. Eso es positivo, significa que guarda algo de sensatez.
–Ahora estoy segura de que lo necesito a mi lado.
–Se lo he dicho antes, no estoy seguro de prolongar mi propia vida. Me gusta vivir como lo he hecho siempre. Robar al débil y huir del fuerte hasta saltar en mil pedazos, ese es mi lema.
–Pertenecer a mi flota le garantiza su forma de vivir, capitán.
–Debo rechazar su propuesta.
–¿Por qué?
–Porque la mayoría de nosotros solo quiere pasar desapercibido. Estar en un bando identificable atrae todas las miradas. ¿Acaso lo ha olvidado?
–Tenemos avances que nos proporcionan seguridad. La situación para mí ha cambiado.
–¿Hasta cuándo, Morgan? Tiene una ventaja limitada.
–Por eso tengo prisa. Debo desarrollar este sistema tan rápido como pueda. –El capitán quedó en silencio, meditando su respuesta.
–Cumpla con su parte del trato y libérenos.
Morgan asintió, abandonando la idea de integrar a un oficial tan experimentado a sus filas. Estrechó la mano enguantada del capitán y ordenó que los llevaran de vuelta a la Destino. En cuanto la fragata estuvo preparada para el salto, Morgan ordenó abrir fuego. Josh vaciló al ejecutar la orden.
–¿No me has oído? ¡Fuego en avalancha! ¡Quiero todos los cañones desplegados ahora mismo! –Morgan apartó a Josh del panel de control y activó el haz de energía.
–Pílorak, fija como objetivo a la fragata Destino. Fuego en avalancha. Es una orden de la almirante.
Los dos cargueros ligeros adheridos a la Destino recibieron el bombardeo hasta la desintegración. El escudo refulgente de la Hagger desapareció, formando un potente haz luminoso que alcanzó los restos destrozados de la Destino. La nave desapareció de la cúpula de mando. Josh dirigió una mirada inquisitiva a su superiora. Morgan era incapaz de mirarlo.
–Él quería morir con dignidad. –Sus ojos azules estaban llenos de lágrimas.