La sorpresa de Mórrodon
La oscuridad no era un obstáculo para Mórrodon y los suyos. Habían creado un tunel con el poder mágico de sus runas y faltaba poco para conseguir llegar al lago subterráneo.
La misión consistía en acceder a la caverna que había descubierto Mórgasul y preparar un conducto que abasteciera al reino enano. El rey Tharik en persona fue el que convocó a Mórrodon al Trono de Diamante para rendirle honores antes de que partieran. Los nueve enanos abandonaron la estancia como héroes aunque ellos eran tan solo ingenieros excavadores. Mórrodon se sentía abrumado; tanta fanfarria por una expedición a una nueva caverna la consideraba excesiva. Tomó la bolsa de runas que el ingeniero jefe Morgasul le ofrecía mientras que el rey Tharik iba hacia la reliquia detrás del trono. Entregó el martillo llamado Kuthok con ceremonioso respeto. Aquello sí que lo dejó sin palabras. Mórrodon se convertía en el portador de una reliquia sagrada.
–Todavía no entiendo por qué no les pediste explicaciones. El rey Tharik se ha desprendido del martillo con facilidad.
–Es un martillo de guerra precioso, seguro que ha sido una decisión difícil para el rey Tharik.
–Me refiero a que no preguntaste por los detalles de la expedición.
–No tuve opción de hablar, me quedé sin palabras. ¿Por qué no preguntaste tú?
–Bueno, tú eres el jefe de la expedición, supuse que tú preguntarías algo…
–Continuemos. El mapa indica que tenemos un pasaje detrás de aquella pared, al fondo de esta caverna.
Un estruendo volvió a escucharse delante de ellos. Había colapsado otra lámina de piedra caliza y el túnel se llenó de polvo. Mórrodon y Tarok se acercaron al lugar del derrumbamiento atravesando la nube de oscuridad. Pronto quedaron cubiertos de polvo hasta las barbas. Ninguno de los dos se preocupó en limpiarse. Parecían dos estatuas vivientes.
–Ahí está. Ya queda menos para acceder a la caverna de Mórgasul. ¿Cómo responden las Vibradoras, Dotrek?
–Llevamos seis rotas, Mórrodon. Quedan dos para terminar el trabajo. Esta que acabo de usar ha consumido el poder de la runa por completo.
–Toma otra runa de poder. Que Brick y Hokajh se pongan con las Perforadoras a terminar el trabajo. Según el mapa, hemos llegado al último tramo.
–¿Qué me dices, Mórrodon? ¡Es una gran noticia! Hay que celebrarlo. Espero que no haya rata gigante para cenar.
–Hay rata gigante para cenar. Para celebrarlo, podemos abrir el último barril de cerveza.
–Bien, la cerveza me ayudará a olvidar el asqueroso guiso de rata.
–Tarok, vuelve atrás y dile a Kifi que traiga al Gran Demoledor aquí, quiero que quite con la pala todo este escombro.
–En seguida, jefe. –Tarok se alejó de la zona de derrumbamiento y habló con otro de los enanos trabajadores. Los dos entraron en la mole mecánica que cobró vida momentos después, moviendo sus orugas hacia la zona de derrumbamiento. La pala central amontonó los restos del derrumbamiento en dos pasadas.
–¿Por qué tiene el martillo Kuthok, jefe Mórrodon?
–No lo sé, Dotrek. Supongo que para usarlo en caso de necesidad.
–¿En caso de necesidad?
–Así es, estáis muy pesados con el tema del martillo.
–Estamos intrigados. No digo nada más, jefe.
–Pues permanece así el resto de la expedición. ¡Krimba!
–¡Sí, jefe Mórrodon!
–¡Toca la campana! ¡Descanso para cenar!
Los enanos dejaron el trabajo y se dirigieron hacia el espacio donde habían habilitado las cocinas. El enano Krimba repartía raciones generosas de rata gigante estofada salidas de una marmita al fuego. Todos los enanos habían llenado sus jarras de cerveza hasta arriba y engullían el estofado con apetito.
–Cinco jarras de cerveza cada uno. –Dijo Mórrodon. –No quiero que os durmáis durante el trabajo.
–¿Qué haremos cuando rompamos el tabique?
–Pues que atravesaremos el pasaje que da acceso al lago subterráneo. Después tendremos que bajar todas las tuberías que hemos traído en el Gran Demoledor y ensamblarlas hasta volver a casa.
–¿Qué nos encontraremos en el lago subterráneo?
–Puede haber trasgos. –Añadió Gruntik.
–O trolls. Mi primo Grain se encontró a uno…
–Tu primo Grain es un borracho. Si se hubiera encontrado con un troll no lo hubiera contado. –Grundik y Kifi, uno frente a otro, entrechocaron sus cabezas para seguir comiendo acto seguido.
–Si hay algún ser infecto, seguro que ese es el murciélago-monstruo. Son bestias sedientas de sangre enana con unas fauces tan grandes capaz de engullir la mitad de un enano de un solo mordisco.
–Eso complicaría nuestro trabajo pero todos hemos aprendido antes a luchar que a trabajar. Haremos frente a lo que sea.
–¿Por eso te han entregado el martillo, jefe Mórrodon?
Todos callaron de golpe. Mórrodon estaba rojo y miraba con fiereza a Tarok por sus palabras. Lo único que cortaba el silencio era el sonido de los tragos de Dotrek. Por fin el mismo Tarok rompió el silencio.
–Mórrodon… ¿Por qué no preguntaste? Debemos saber si hay algún peligro para estar preparados y…
–¿Has encontrado algún peligro en los dos meses que llevamos cavando, Tarok?
–No… algunas ratas gigantes, nada más.
–Pues entonces no hay ningún peligro.
–De todas formas, jefe Mórrodon –apuntó Kifi desde la otra punta de la mesa –si conociéramos los detalles de la expedición… –Mórrodon interrumpió al trabajador.
–¿Si os digo la razón de por qué no pregunté nada al rey Tharik vais a dejarme en paz? –La mesa asintió girando las miradas unos hacia otros y murmurando. Mórrodon se puso en pie, tomó el martillo de su cinto y lo alzó para que la luz del fuego lo hiciera destellar. –La respuesta es… ¡Porque no me dio la gana! ¡Esta es una obra de artesanía magnífica! ¡Cualquiera se hubiera quedado maravillado nada más tocarla! ¡Y ahora que sabéis la verdad, dejadme en paz con el tema del martillo!
El silencio que dejó Mórrodon después de hablar se vio interrumpido por fuertes golpes en el área de excavación. Un siguiente estruendo provocó el derrumbamiento. A través de la nube de polvo, surgió la cabeza enorme de un dragón, coronada por dos cuernos retorcidos hacia arriba. Los ojos de la criatura estaban encendidos y su alargado morro de reptil despedía un fulgor rojizo. Mórrodon se volvió, asombrado. El monstruoso cuerpo irrumpió en la zona de obras. Había invadido una tercera parte de la caverna donde acampaba el grupo. Los enanos lanzaban sus platos al leviatán antes de correr a refugiarse al Gran Demoledor. El dragón no les dio tiempo a reaccionar y lanzó una llamarada de fuego. El aliento del Dragón se extendió por toda la caverna y alcanzó de lleno a Mórrodon. Krimba estaba a su lado y prendió como una antorcha recién empapada en brea. El orondo enano murió en segundos. Lo que había acabado con Krimba a Mórrodon no lo había matado. El martillo lo protegía frente al fuego del dragón mediante una barrera mágica. La bestia entrecerró sus ojos y examinó al jefe enano con extrañeza. El dragón giró sobre sí mismo y proyectó la cola contra él, estrellándolo contra la pared. A pesar del impacto, Mórrodon no murió. La criatura causaba estragos por el campamento. Las llamas prendieron las lonas del campamento y los enanos todavía estaban confundidos. Lanzó el cuello como una saeta y cerró las mandíbulas sobre Gruntik. Mientras alzaba el cuello para tragarlo, aplastaba a Hokajh con su pata delantera. En cuanto hubo tragado al primer enano, se comió al segundo. Kifi había conseguido llegar al Gran Demoledor, accedió al interior con gran pericia a través de sus compuertas. Empujó la runa en el centro del volante y la enorme maquinaria enana se encendió. El dragón estaba terminando de tragar a Brick cuando percibió el rugido del artefacto enano, rivalizando en envergadura con él. Tarok, Dotrek y Kanik trataron de entrar atropelladamente en el Gran Demoledor. Tarok y Dotrek lo consiguieron pero Kanik fue derribado por la cola del leviatán. Nada pudieron hacer los supervivientes por salvar a su compañero. Contemplaban la escena con impotencia. Todo estaba en llamas.
–¡Atropéllale Kifi! ¡Tienes que embestir contra el dragón e inmovilizarlo contra la pared! ¡Usa la pala!
–Pero… Tarok…
–¡Hazlo!
–Se está comiendo a Kanik…
–¡Está distraído! ¡Hazlo! –Kifi se recobró al instante. Pisó el acelerador y las orugas arrastraron la mole metálica contra el leviatán. Superó la escasa distancia y estrelló la máquina contra el costado de la criatura hasta empotrarla contra la pared.
–¡Acciona el martillo demoledor!
Kifi bajó una de las palancas y la parte frontal de la máquina comenzó a expulsar vapor mientras dos secciones de acero se movían de dentro hacia fuera, cada vez más rápido. El dragón recibió los golpes con molestias hasta que el martillo alcanzó su velocidad máxima. Fue entonces cuando chilló desesperado. Se movía para librarse de la presa. La máquina se zarandeaba pero pesaba demasiado. Kifi tenía el acelerador pisado hasta el fondo y el agarre de las orugas no cedían ni un milímetro hacia atrás. La bestia, al verse atrapada, expulsó todo su aliento sobre la invención enana. El acero comenzó a cambiar a un color más cálido. El martillo demoledor se detuvo. El calor en el interior subía por instantes. Los tres enanos supervivientes se miraron llenos de preocupación. El calor los asaría vivos.
Mórrodon recobró la consciencia. Su vista estaba nublada y el costado le dolía. Se concentró en levantarse. El dolor se hizo más soportable una vez estuvo erguido. Observó como el dragón estaba atrapado por el Gran Demoledor contra la pared y trataba de fundirlo con su aliento de fuego. Corrió hacia él, invocando el poder del martillo Kuthok. El arma brillaba como una centella mientras Mórrodon avanzaba hacia la bestia. Saltó con la fuerza mágica del martillo, consiguió elevarse mucho más de lo que esperaba y aterrizando de forma magistral frente al dragón, sobre el techo del Gran Demoledor. El martillo Kuthok chocó contra el cráneo, entre los dos cuernos del leviatán, soltando un feroz chisporroteo. La testa se abrió como una sandía. Los cuernos fracturados y los sesos de la bestia se desparramaron sobre la superficie al rojo vivo del Gran Demoledor. Mórrodon salió despedido hacia atrás después del impacto, cayendo al suelo de la caverna y rodando hasta perder inercia. El martillo se desprendió de sus manos y él quedó tirado, otra vez inconsciente.
Los enanos pudieron abrir la escotilla del Gran Destructor al cabo de media hora, cuando la estructura metálica se hubo enfriado lo suficiente. Tarok recogió a Mórrodon y lo introdujo en el vehículo. Lo acomodó en la bodega donde guardaban el material de construcción. Kanik hizo que bebiera una pócima. Los huesos fracturados de Mórrodon se soldaron de nuevo pero seguía magullado por todo el cuerpo.
–Ya sabemos para qué era el martillo.
–Cállate, Tarok. ¿Hay cerveza?
–No queda nada pero hemos llegado al lago. La guarida del dragón se encontraba justo detrás de la pared que estábamos derruyendo. Hay un enorme tesoro en oro, rubíes y diamantes justo aquí. Tenemos el tesoro del dragón.
–Fantástico. Cargaremos el Gran Demoledor hasta arriba.
–¿Qué pasa con las tuberías? Tenemos que instalarlas.
–¡Y una mierda de troll! Las dejaremos aquí, nos volvemos con el oro y que venga otro grupo a terminar esto.
–Pero jefe…
–Tarok… Nadie, excepto nosotros, puede saber lo del tesoro.
–Al menos terminemos el trabajo. Hay que instalar las tuberías.
–Tienes razón, no debemos levantar sospechas…
Después de cargar todo el oro posible dentro del Gran Demoledor todavía seguía habiendo una buena cantidad en la caverna. Aún así, emprendieron el lento camino de vuelta, ensamblando tubería tras tubería. Fueron semanas tranquilas y Mórrodon parecía recuperado. Colaboraba con sus tres compañeros y no se mostraba nada hablador. Cuando terminaron de ensamblar las tuberías con la red principal, Mórrodon no volvió a salir de la bodega. Tarok fue informarle de que llegaban a casa. Mórrodon había desaparecido. Donde solía estar tumbado había una nota:
“Tarok, he estado pensando en las oportunidades que te otorga la vida. Me es difícil desprenderme de la reliquia Kuthok. Es una pieza muy hermosa. No puedo permitir que vuelva a caer en desuso. He sentido la llamada del Héroe, amigo. Debo abandonar la profundidad del reino. Tomaré todo el oro que pueda del tesoro del dragón y me dirigiré a la superficie. Adiós.
Post Data: Entrega a mi familia la parte de este botín correspondiente. Diles a todos que he muerto enfrentándome al dragón y que la reliquia se ha perdido para siempre. Sé que lo harás. Me lo debes. Si no lo haces, te mataré y acabaré con tu estirpe cuando regrese, porque pienso regresar.”
Tarok se mesó la barba con aire de preocupación. Kifi al volante anunciaba la entrada al reino.
–Qué hijo de troll…