Mejoras indispensables
El tecnomante Hoover esperaba la entrevista de la capitana Nueve en las nuevas instalaciones. Morgan le había asignado el área de desarrollo para todo el sistema. Lo había nombrado director general. Su pasado en la estación Gaurus lo hacía idóneo para aquel puesto. La capitana Nueve había manifestado su admiración por el crecimiento del sistema. Simon Hoover en seguida se hizo responsable de aquellas mejoras. Fue cuando la capitana Nueve le arrancó el compromiso de una entrevista. Quedaban pocos minutos para su cita. Había programado su traje espacial para que tuviera la apariencia de una túnica de gala. A la hora pactada, Nueve hizo acto de presencia en las instalaciones de investigación con tres compañeros. El doctor se adelantó a Edward Minok, su ayudante más competente.
–Bienvenidos a mis humildes dominios, señores. Es suficiente, Eddie. Ya me ocupo yo. –El ayudante miró con suspicacia a su maestro y se centró en uno de los paneles de control junto al resto de auxiliares. El tecnomante retiró su sombrero picudo multicolor en una reverencia.
–Estamos grabando, Doctor Hoover. –El rejuvenecido científico recompuso su posición, colocándose el sombrero y mesándose la oscura barba.
–Sean mis invitados, capitana Nueve. Tengo información valiosa para ustedes. No toda, por supuesto. Hay que mantener algunos secretos por el bien de la empresa.
–Nos centraremos en su persona, un genio como usted se merece unos minutos de gloria.
–Es el mejor punto para comenzar, según mi modesta opinión.
–Háblenos de cómo ha conseguido este prodigio. Convertir un asentamiento minero en un sistema estelar competente rompe todos los records, si tenemos en cuenta el tiempo. ¿Cómo ha conseguido atraer a tanta gente al sistema Cerberus?
–Seguí un consejo que escuché en Gaurus. Si quieres gente en tu sistema, ofrece aquello que está prohibido.
–¿Ofrecen cosas ilegales en el sistema?
–No exactamente, ofrecemos todo aquello que la gente se muere por tener o experimentar pero que no puede obtener en el núcleo de la confederación.
–Entonces, ¿están infringiendo la normativa de la confederación?
–En absoluto, ser un sistema adscrito al gobierno central de la galaxia nos proporciona cierta autonomía, también en el plano legislativo. Aunque algunas sustancias o prácticas sexuales se vean como una aberración en el núcleo de la galaxia, aquí pueden encontrarse. No hace falta situarse en un contexto ilegal, hay gente que paga por estar tranquila, por rejuvenecer, por experimentar videojuegos en realidad alternativa. Solo hay que facilitar las cosas al público y que lleguen ellos mismos hasta sus deseos.
–¿Definiría a este sistema como un lugar donde conseguir deseos?
–Es una buena definición aunque yo matizaría un poco. El lugar donde tramitar sus deseos. Después de todo, hay que pagar un precio.
–¿de qué cantidad estamos hablando?
–Depende del producto. Tampoco el precio es el mismo para aquellos que se encuentran de tránsito. Un ciudadano con licencia tiene un cuarenta por ciento de descuento en todas nuestras instalaciones de ocio. Esperamos unos ingresos netos de trescientos millones de créditos antes del primer semestre galáctico.
–¿Cuánto cuesta una licencia de vida para este sistema?
–Como queremos gran afluencia de población en nuestros planetas, solo costaría diez mil créditos. Si el usuario desea cien metros cuadrados adicionales, hablaríamos de quince mil créditos. Disponemos de una tabla de precios según los metros cuadrados que nuestros futuros ciudadanos deseen adquirir.
–Está claro que resulta más barato que en el núcleo de la galaxia. Ha mencionado antes Gaurus. Es la famosa estación donde se forman a todos los tecnomantes.
–Por supuesto, estuve dirigiendo… –Simon Hoover se frenó al instante, recordando su nueva identidad. –Mi abuelo dirigió la estación espacial Gaurus durante décadas. Yo estuve aprendiendo a su lado, colaborando estrechamente con él, desarrollando sus investigaciones y valorando la buena gestión de nuestra sagrada estación espacial.
–Sin embargo, la estación espacial declaró miles de millones en pérdidas durante la última década.
–Bueno, mi abuelo hizo todo lo que pudo. Había otros que malversaban cantidades ingentes de dinero.
–Su abuelo escapó de la autoridad, según constaba en la bitácora de la estación.
–No duró demasiado. Se metió en una guerra de la que no pudo salir con vida. Me legó su título de tecnomante con su última voluntad.
–Pensaba que solo pasando los duros exámenes podía uno convertirse en tecnomante.
–Tiene toda la razón. Así lo hice, mi abuelo fue el encargado de valorar mi conocimiento en las distintas ciencias. Como Supremo Tecnomante de la torre de Gaurus, podía conceder títulos según su consideración. –De la pechera de la túnica, se mostró el símbolo universal de los tecnomantes de Gaurus. Adoptó una pose de forzado dramatismo. –Todo lo que soy, se lo debo a mi abuelo, Simon Hoover primero.
–¿Qué fue de sus padres?
–Murieron, antes de que yo pudiera conocerlos. El único que me crió fue mi abuelo. Él se encargó de todo, supongo que me veía como su viva imagen. Somos muy parecidos. De todas formas creo que hemos hablado demasiado de mi familia, es cierto que el reactor Hoover fue inventado por él aunque yo ostento la patente de su invento. Es el principal elemento que nos ha hecho progresar tan rápido.
–Háblenos de ese prodigio tecnológico.
–Nos proporciona energía casi ilimitada. Ayuda en mucho, aunque no pueda parecer demasiado impresionante. Esta potencia extra de energía que puede alimentar desde bases agrícolas hasta ciudades mineras a un coste ridículo. La colonización es posible con la construcción de ambientes artificiales, como hemos hecho. Existen dos núcleos urbanos con las comodidades que podría encontrar en cualquier sistema.
–¿Se refiere a Cerberus IV?
–Exacto, la principal colonia del planeta se ha extendido hasta los ciento cinco millones de habitantes. Sin el reactor Hoover no hubiera sido posible en tan pocos ciclos de tiempo.
–Ha creado cinco clínicas genéticas en todo el sistema, aumentando la recaudación de la colonia un cuarenta y tres por ciento. Mi interés está en conocer si es todo correcto. Ha habido casos de clínicas que prometían terapias reconstructivas a un precio muy barato y los clientes han acabado con mutaciones horrendas.
–Sin duda hay chapuceros de todo tipo en la galaxia. En las Clínicas Simover esta posibilidad es imposible. Las cinco instalaciones están sujetas a los controles más severos de la estación, supervisado por la almirante Morgan en persona. Si hubiera alguna contaminación de las células madre, serían desechadas al instante. Mucha gente desea una terapia genética. Se ha convertido en algo indispensable para la supervivencia del ser humano. El desgaste en el espacio o en planetas de atmósfera dura, como es el caso de los nuestros, obliga a mucha gente a modificarse.
–¿No teme una afluencia masiva de delincuentes? Mucha gente opta por la modificación genética para ocultarse de la Autoridad. –El tecnomante fue a contestar aunque no salió palabra alguna de su boca. Una leve risa se escapó de su gaznate. Negó con la cabeza. Volvió a recomponerse al recordar que estaba siendo grabado.
–Dejemos que la seguridad de MORBO asociados se preocupe por esa posibilidad. Nuestras clínicas son seguras y todo ciudadano es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Si tienen la amabilidad de seguirme, les mostraré el resto de las instalaciones. Aquí desarrollamos el nuevo diseño de nave de combate. La estación Astila necesita vehículos espaciales de respuesta rápida. Hemos ideado un vehículo monoplaza que puede cargarse en los hangares de… –La exposición del tecnomante se vio interrumpida por la entrada de la guardia de Bolton. En cuanto el almirante divisó al comando informativo, hizo una seña a la capitana Nueve para que dejara de emitir. Ella se volvió hacia los tres hombres que la acompañaban. Realizó la petición en forma de orden mientras hacía señas ocultas para que la emisión continuara. Cuatro soldados cargaban una caja plateada del tamaño de una persona.
–Tecnomante, necesito su atención con urgencia.
–Estamos dando a conocer nuestros avances, almirante. ¿No puede esperar?
–No pierdo tiempo si no es absolutamente necesario. –Hizo una seña a sus hombres. Dejaron caer la caja al suelo. Uno de ellos abría la tapa mientras otros dos levantaban el cuerpo inerte de un humanoide. Todos reconocieron el tipo de alienígena: un Tiwano asexuado. Incluso muerto, su intenso olor resultaba atractivo.
–¿Qué le han hecho a Wright?
–¿Lo conocía?
–Claro, es esencial para las salas de cópula. Yo mismo lo contraté.
–Estaba traficando con órganos humanos.
–Oh, eso… eh… Es Imposible, era un buen tipo.
–Llevamos setenta y cinco ciclos observándolo. Aprovechaba su poder de atracción para rendir a sus víctimas. Una vez que estaban bajo su poder, las descuartizaba y enviaba los restos a su planeta de origen.
–Su aprecio por la carne humana siempre ha sido su perdición. Parecía un tipo honesto.
–Es la última vez que suceden esta clase de cosas. Se va a deshacer de todo alienígena que no sea imprescindible. Los que se queden tendrán que ser clasificados y reconocidos. Ordenaré un seguimiento completo. Cualquiera de los almirantes de la flota sabrá qué alienígenas se alojan en el sistema Cerberus.
–Eso es discriminación, almirante. Según la normativa de la confederación…
–Cállese, Nueve. Este es un sistema estelar humano, sometido a muchos riesgos. La punta de lanza de la confederación. El control de alienígenas será obligatorio. Se considerará a todos como ciudadanos de tránsito. No podrán estar más de veintiún ciclos en el sistema. Por supuesto, tanto la almirante Morgan como yo, nos atendremos a las circunstancias excepcionales. En ningún caso decidirá usted, tecnomante Hoover.
–Los Antiguos son necesarios muchas veces para…
–Está prohibida su presencia en el sistema, son órdenes de Morgan. Si usted ve alguno, capitana, mátelo sin compasión. Son considerados armas psíquicas de destrucción masiva. Tendrán una descripción de las razas consideradas peligrosas en cada terminal. Le dejo aquí el cuerpo de su amigo. Los demás Tiwanos han sido exterminados.
–Pero son indispensables para las salas de cópula. Es el tercer gran reclamo del sistema.
–Seguro que puede sintetizar las feromonas de este ser y distribuirlas artificialmente. No tenemos más material biológico, incineramos al resto. Adiós capitana; tecnomante… –Hizo un gesto a su sargento y los hombres se retiraron. Siguió a sus soldados, mirando de reojo a los periodistas hasta salir de las instalaciones.
–Retira el cuerpo Tiwano, Eddie.
–¿Quiere que lo incineremos, tecnomante?
–No, el almirante ha tenido una gran idea. Aprovechemos los restos.
–¿Tiene miedo de las represalias, doctor Hoover? –La capitana Nueve había reanudado la emisión.
–¿Miedo? No, es… una decisión sensata.
–¿No le parece absurdo que la raza que nos ha ayudado a prosperar esté contra nosotros?
–En cuanto a ese tema, daría para un debate profundo cuyas conclusiones le sorprenderían. No voy a desafiar a los almirantes de la flota porque sería disparar contra mi propia pierna. Si han prohibido la presencia de Antiguos en el sistema, tendrán sus razones. Créame cuando le digo que las tienen. –La capitana Nueve finalizó abruptamente la emisión.
–Está de broma, ¿verdad? Lo que usted plantea son ideas muy cercanas a las del separatista Nolan.
–No, no me malinterprete, capitana. Simplemente digo que, como humanos, debemos ser precavidos. Deje que termine de enseñarle las instalaciones.
–En realidad ya tenemos suficiente material. Me gustaría cumplir alguno de mis deseos.
–Tramitar, capitana. Es un concepto distinto.
–Quiero añadir algunas mejoras a la Nir.
–Estupendo, le proporcionaré algunos juguetes muy divertidos siempre que pueda pagarlos.
–¿Tendré algún descuento? Somos ciudadanos en tránsito.
–Para ustedes, no. Órdenes de Morgan. Sin embargo, me han caído bien y deseo que omitan algunas cosas de la entrevista. A veces hablo demasiado. Aplicaré el descuento de miembros de la flota.
–Gracias, tecnomante Hoover.
–Le mostraré el catálogo holográfico, seguro que encuentra algo interesante.