Movimiento empresarial
El sistema minero Caronte había formalizado su cambio de identidad. Morgan aprovechó el crecimiento en población e industria para variar su indicativo. Cerberus era un nombre parecido y era único en el área exterior de la zona limítrofe. Había otros trescientos sistemas con el mismo nombre, salpicados por toda la galaxia. La realidad era que Cerberus se estaba haciendo popular entre los supervivientes de exploraciones imposibles o familias desahuciadas del núcleo de la confederación. Pronto hubo que establecer un sistema burocrático que regulara la población, así como el abastecimiento de agua y comida. La corporativización del sistema a marcha forzada había sido un reclamo de gente que buscaba una segunda oportunidad. Casi todo el alimento era sintético aunque habían comenzado a introducir en Cerberus IV ciertos líquenes modificados para la nutrición humana. La corporación FeedUs pagó con generosidad a MORBO asociados para instalar su maquinaria de explotación en Cerberus III, IV y V. La urbe más importante era Kirsia, en el cuarto planeta. La ciudad era la más visitada y la que más solicitudes de asilo reunía, empujando a Cerberus IV a ser el planeta capital del sistema. Era la única que ofrecía condiciones meteorológicas seguras para mantenerse al descubierto. Aquello no era una garantía de hacer un picnic en el campo. La vida vegetal se limitaba a cientos de variedades de algas que crecían en un lodazal del tamaño de un océano. Sin el generador Hoover, recuperar toda aquella agua sería imposible. La temperatura era constante, de diez grados de temperatura en el ecuador, donde se había levantado el primer asentamiento minero. Los módulos se extendieron con rapidez por toda la superficie sin cieno. Cientos de tubos ensamblaban cada módulo, apilados unos sobre otros, formando torres de las que salían pasillos cilíndricos que conectaban con otros módulos. Toda la ciudad iba creciendo en torno al generador Hoover y las plantas potabilizadoras de agua. En el exterior, la atmósfera era más rica en oxígeno solo en el ecuador del planeta. A pesar de ello, arriesgarse a respirar sin una buena modificación genética, podía abrasar los pulmones de aquel que lo intentara. La ciudad era todo lo prometido en los anuncios del tecnomante Hoover. Prostíbulos, casas de apuestas y clínicas donde conseguir una manipulación genética a un módico precio; salpicado por los almacenes de suministros, los bloques corporativos y los torreones de viviendas. El subsuelo de la ciudad era el lugar más deseado. Allí se daba rienda suelta a los placeres y deseos más inconfesables. Desde mantener sexo con tu propio clon hasta experimentar el sadismo más radical que una mente humana pueda concebir. El local más discreto de aquella zona ofrecía sexo sadomasoquista en las salas del interior. Su nombre era Grieta del deseo aunque solo era una tapadera. En la barra, dos hombres esperaban a que su contacto apareciera con un bourbon de Pinacles cada uno.
–¿Por qué demonios se retrasa? Debería haber llegado antes de follar. –El hombre, joven en apariencia, mantenía su mirada en la entrada principal.
–Nunca había visto tanta depravación junta. Creía que iba a gustarme este sitio pero cada vez me produce más asco, capitán. Se notan los trucos de atracción a un pársec de distancia.
–Entre frecuencias infrasonoras y feromonas mutantes es imposible resistirse a entrar en todos los garitos, ¿verdad?
–Los precios son muy altos aunque no hay nada mejor por esta zona.
–Al menos hemos tenido algo de diversión azotando a esa ramera. –Su compañero asintió y le hizo una seña. Los dos pusieron la atención sobre el hombre que atravesaba la puerta en aquel momento. Los saludó con discreción y se sentó lo más lejos posible de la barra. Portaba un maletín que dejó en el asiento frente a él.
–Es él. Edward Minok. Deberíamos acercarnos a su mesa. –Los hombres jóvenes se levantaron con lentitud, apurando sus copas, y se adentraron en el local. El camarero limpiaba la barra con fingido desinterés mientras recibía las peticiones de otros clientes. Tomaron los asientos libres alrededor de la mesa.
–¿Quién de los dos es el capitán Havock? –El joven pelirrojo levantó la mano.
–Para servirle, señor Minok.
–No me trates con tanta distancia, Havock. Hemos hablado durante quince ciclos. Estáis estupendos, casi irreconocibles.
–Te hicimos caso y seguimos una de las terapias para quitarnos edad y modificar algunos genes. –El capitán estaba contento de haber recuperado su pelo cobrizo. Se pasaba la mano por el cabello, comprobando que no era una ilusión.
–Apenas os he reconocido. Me alegro de que siguieras mi consejo aunque creo que te has pasado un poco. Te ves demasiado juvenil.
–Que no te engañe el aspecto. Tengo más de sesenta años de experiencia en un navío. ¿Has traído lo nuestro?
–Si tú tienes lo que quiero, no hay problema. –El capitán hizo una seña a su segundo y éste sacó una pequeña barra de metal. Minok desplegó su terminal, la transacción se realizó al instante. Observó la cifra en su pantalla.
–Está todo lo acordado, aquí tienen el maletín.
–¿Cómo que el maletín? Le hemos comprado las piezas para mejorar una fragata ligera.
–Se las enviaré en un periodo de siete ciclos. Conservo las coordenadas que me enviaron.
–Pero no ocurrirá eso de lo que nos habló, ¿verdad?
–En absoluto, sus piezas estarán exentas del sistema de seguridad. Tienen las instrucciones para completar la instalación fuera del sistema Cerberus. –Minok hizo una pausa. Los dos jóvenes tenían cara de pocos amigos. Decidió reconducir la situación. –Escúchenme ambos… Me juego la vida con este trato. Si descubren que estoy sacando tecnología a escondidas de este sistema, estoy muerto. Gracias a esta tecnología, naves que se caían a pedazos han conseguido aguantar el ataque de un coloso espacial con todas sus dotaciones de cazadores. Tu fragata será el terror de cualquier flota pirata. Incluso podrás sobrevivir a los destructores de la autoridad. Si ensamblaras tu nave en nuestros astilleros, el sistema de seguridad se activará y dejará a tu fragata vulnerable frente a MORBO asociados.
–¿Cómo se que no se activará más tarde?
–Porque la seguridad se instala durante el ensamblaje.
–¿Qué hace el sistema de seguridad, Minok? ¿Nos vuelve gilipollas? –Grisk había roto su silencio desde que se sentara en la mesa del aprendiz de tecnomante.
–La almirante Morgan es una paranoica fuera de lo corriente. Si dispones de su tecnología, estás obligado a servir en su flota. Si te niegas, tu nave dejará de funcionar.
–¿Cómo, si puede saberse? –preguntó el capitán Havock.
–Liberando nanobots destructivos. Forman parte de la estructura de las piezas. Pueden ser activados desde la torre de control de Astila. Por esta razón y no otra, deben terminar el ensamblaje fuera de las instalaciones de MORBO asociados. Su fragata ligera seguirá siendo libre.
–Por el precio que ha puesto, más vale que sea cierto.
–Se lo aseguro, su fragata va a disfrutar de una autonomía ilimitada. Dejarán el engorroso repostaje nuclear de lado. El prototipo de esta tecnología sigue activo. No ha parado a repostar combustible desde que ha sobreviviera a la guerra en el sector Draco –Minok hizo una breve pausa para otorgar algo más de dramatismo –. Sobrevivió sin una sola baja.
–¿Se refiere a la Hagger?
–Esa nave se ha convertido en una leyenda.
–Tu fragata tendrá las mismas mejoras que la Hagger, capitán Havock –mintió el aprendiz de tecnomante –, haz un buen uso de ellas y averiguaréis si vuestra nave puede ser una leyenda. –Minok se levantó de la mesa, dando por concluido el encuentro. Los jóvenes se levantaron un segundo después. El capitán estrechó las manos enguantadas de Edward Minok, musitando un agradecimiento.
–Nos ha salvado la vida, nuestra región es despiadada. Con su tecnología podremos sobrevivir.
–Lo comprendo, a todos nos gusta sobrevivir. Si se supiera lo que estoy haciendo, me matarían. –Del traje de Minok saltó una pulverización hacia las caras de sus interlocutores. Se trataba de un polvo hipnótico que el joven aprendiz había desarrollado como forma de aprendizaje. Los dos oficiales cedieron al trance inducido en cuestión de segundos. –Han negociado con una prostituta llamada Joane. Recibirán su compra en las coordenadas pactadas dentro de siete ciclos. Ha sido un placer hacer negocios con vosotros.
Minok se marchó antes de que el efecto se desvaneciera de las mentes de sus clientes. El compuesto químico solo afectaba durante tres minutos. Podía haberles hecho creer que les habían robado aquel dinero o que lo habían perdido en alguna casa de apuestas. Aquello no encajaba en los planes del joven aprendiz. Quería crear una red de venta sólida y necesitaba las buenas referencias de sus clientes. Siempre que ayudara a gente necesitada, todo sería perfecto. Saludó al camarero al salir. Le devolvió un gesto de complicidad. Todos trabajaban para él en aquel establecimiento. Sacó su terminal y llamó a las instalaciones de desarrollo. Se dirigió a la plataforma de despegue orbital. Dio las instrucciones para que el envío partiera sin levantar sospechas. Por su parte, debía ocupar su puesto antes de que el director Hoover apreciara su ausencia.