Otra botella de sake
Sasaki Matamune había sido fiel al shogun Tokugawa desde que traicionara a Hashima Jubotai en batalla. Sin embargo, no obtuvo la confianza que Matamune había esperado. La personalidad del shogun era desconfiada y precavida. Había sobrevivido a Hideyoshi Toyotomi gracias a aquella prudencia. A pesar de que los hombres de Sasaki fueron determinantes para la victoria del clan Tokugawa, Ieyashu era tajante con los traidores. Había perdonado la vida de Matamune aunque lo había arrinconado en la provincia de Toyama, rodeado por los Daimios más leales al shogun. Sasaki Matamune languidecía en su castillo, ninguneado por el señor de todo Japón. El alma del samurái estaba herida de muerte. Había pedido el seppuku en cuatro ocasiones. Tokugawa Ieyashu se había negado con rotundidad, amenazando al clan con su desaparición en caso de realizar tal propuesta. De cara al resto de nobles, Sasaki Matamune era un héroe para la nación. La supervivencia de aquel gran guerrero era clave para el plan de paz que el shogun tenía en mente. Por otra parte, cada samurái del país podía retar al líder del clan Sasaki y arrebatarle el poder de la provincia. Era algo alentado desde las sombras del poder político.
La única solución para reducir el tiempo de vida con aquella deshonra fue beber de forma descontrolada. Sasaki Matamune se aficionó a tomar sake cada día. Aquellas botellas de alcohol aliviaban el sufrimiento interno. Pronto, los rumores de que el señor Sasaki se pasaba el día borracho, animó a muchos de sus enemigos a arrebatarle la vida. Con ello, intentarían suplantar al clan Sasaki si perdía en un duelo justo. El primero en intentarlo fue un joven de Nagano llamado Shibotai Senji. Se había dejado llevar por los rumores y acudió con una confianza que resultó letal. Cuando se presentó en el castillo de Toyama, fue recibido con cortesía. En cuanto anunció las intenciones de vencer a Sasaki Matamune en duelo, la tensión se pudo palpar en el entorno.
Retiraron la mesa portátil del refrigerio con el que habían obsequiado al visitante. Al cabo de un rato, Matamune hizo acto de presencia ante el joven. Estaba borracho, como había esperado Senji. Sin embargo, la mirada estaba enrojecida de furia. Aquel señor era veterano de decenas de batallas. No tardó en vencer a aquel joven pretencioso. Lo atravesó con la catana de la familia antes de que pudiera desenvainar. Los siervos de Matamune se llevaron el cuerpo fuera de la ciudad. Allí colocaron un letrero en el que explicaban la derrota de aquel desafiante. Aunque aquello supuso un paso atrás para muchos samurái con ganas de ascender, para otros sirvió de incentivo.
El tormento de Sasaki Matamune aumentó con el paso de los años. El shogun lo mantuvo al margen de las nuevas reformas para el país. Ni siquiera le comunicaron la nueva forma de recaudar impuestos. Seguía aplicando los mismos tributos que en tiempos de guerra, empobreciendo a sus vasallos sin pretenderlo. Aquello le supuso una fama de mal gestor que acabó por notar. La mitad de la población decidió moverse a las provincias vecinas, mucho más prósperas. El empobrecimiento de Toyama figuró como deshonra frente a los demás Daimios, que ya lo miraban con recelo desde que se volcó en la bebida.
El segundo enfrentamiento llegó cuando Sasaki Matamune salió del castillo en busca de artesanos. Tenía intención de montar una destilería dentro de la fortaleza. Atravesó la ciudad de incógnito con unos pocos siervos de escolta. A todos ellos les ordenó llevar dos botellas de sake. Bebía cuando negociaba con los artesanos. No tenía dinero, debía pagar con sacos de arroz. Tras recorrer todo el distrito de fabricantes, fue reconocido en una de las numerosas paradas para beber. Un hombre de mediana edad se acercó hasta el menguado séquito de Matamune. Lanzó el desafío con el nombre de Arima Kenji. Sasaki apenas se mantenía en pie. Aceptó el desafío con piernas temblorosas. La embestida de Arima Kenji fue rápida. Matamune se apartó en el último instante. De forma distraída, bajó la catana desenvainada por la espalda del oponente. El pie derecho del desafiante se quedó fijo en el lugar que pisó por última vez. El resto del cuerpo cayó al suelo cuando Arima Kenji no pudo encontrar aquel punto de apoyo. El señor Sasaki no se quedó a averiguar el destino de aquel samurái. Movió a sus hombres de vuelta hacia el castillo, donde agotó las botellas sobrantes. Bebió con los soldados de la guardia hasta perder el sentido. No tenía miedo a perder el favor de su gente con aquellos actos. En el clan, comprendían el estado de Matamune y la intención que yacía en el fondo. En cuanto a los duelos, era el mejor luchador con vida que había en el país. No iba a permitir que sus familiares y allegados fueran expulsados de aquellas tierras. Podía vencer a cualquiera aunque estuviera empapado en sake a diario.
El siguiente duelo llegó con formalidad. Un mensajero entregó una nota con el desafío descrito con tono solemne. Estaba escrito de mano del señor Takanashi. Sasaki Matamune leyó aquella carta con expresión grave. Era un antiguo aliado del clan y notaba el dolor de la traición en aquellas palabras. Cuando Sasaki Matamune se volvió en contra de sus propios aliados a favor de Tokugawa, el clan Takanashi sufrió el primer golpe del traidor. Borró todos los estandartes del clan sin esfuerzo. Ellos confiaban en la lealtad del clan Sasaki. Aquel hombre había sobrevivido a la batalla aunque resultó herido en aquel enfrentamiento. Pedía una satisfacción en forma de duelo a muerte. Matamune comunicó al mensajero que aceptaba el desafío. Acto seguido, se preparó para aquel encuentro. La llegada del señor Takanashi Hokke se produciría dos días más tarde. Iba acompañado de tres hombres, los últimos de su séquito. Establecieron el lugar del duelo en el patio de armas. Aquel enfrentamiento era relevante para Matamune. La ingesta de alcohol durante aquella espera se redujo a la mitad.
El enfrentamiento se inició por la mañana, pasadas dos horas del amanecer. Duró hasta la puesta de sol. Ambos combatientes eran viejos conocidos. Lanzaban sus ataques para ser contrarrestados al instante por el adversario. Permanecieron observando los movimientos del otro hasta que la luz del día comenzó a debilitarse. La gente del castillo observaba con tensión aquel combate. Las fuerzas de ambos contendientes era similar. Matamune había recibido dos heridas leves, un arañazo en la frente y una rasgadura pequeña en el brazo izquierdo. Takanashi Hokke, solo había recibido un rasguño en el muslo. Estaba en juego la supervivencia del clan Sasaki por completo. Cuando el sol se apresuraba a ocultarse en el oeste, Matamune lanzó el ataque definitivo. La impaciencia había tomado aquella iniciativa. Para él, era preferible morir ante aquel adversario que seguir seco. El ímpetu de aquella acometida fue demasiado para Takanashi. Su cuerpo de mediana edad estaba cansado por la tensión del encuentro. Paró el filo con la espada pero no pudo mantener la firmeza, cediendo un espacio que le costó la vida. La catana de Matamune atravesó la clavícula izquierda hasta el esternón. El arma de Takanashi cayó al suelo. Al recuperar la espada, el señor Sasaki provocó una hemorragia mortal en el rival. Dio la espalda al cuerpo cuando se desplomó en el patio del castillo y pidió una botella de sake. La vació de un trago una vez que envainó la catana. No se había preocupado de limpiar la sangre del rival. Los hombres que habían viajado con Takanashi tomaron el cuerpo sin vida y lo sacaron del castillo. La fama de imbatible que tomó Sasaki Matamune solo acrecentó el odio hacia aquel Daimio.
Habían transcurrido cuatro años desde que Tokugawa lo nombrara señor de Toyama. El señor Sasaki estaba consumido por el alcohol. Dejaba de beber solo cuando estaba dormido. La última visita que disputó el liderazgo en aquella provincia había sucedido dos años atrás. Un nuevo adversario apareció sin previo aviso. Se hizo llamar Hayashi Temmu y realizó el desafío cuando tuvo a Sasaki Matamune delante en la sala de recepciones, sobre la silla de mando. Con insolencia, desenvainó la catana para resolver el duelo de forma apresurada. El señor miró a aquel joven con desprecio. Aunque había aceptado el enfrentamiento, no se movió de la silla en ningún momento. Esperó a que aquel joven realizara un movimiento impaciente. Lo hizo al cabo de un minuto, cuando quiso decapitar al desmejorado Matamune. Sin embargo, el veterano guerrero esperaba un movimiento así de estúpido. Desenvainó el wakizashi y lo lanzó con fuerza hacia el joven en plena carga. Atravesó la garganta del desafiante guerrero con más suerte que pericia. Hayashi Temmu se derrumbó a medio metro del Daimio. Los sirvientes del castillo tomaron el cuerpo de aquel guerrero sin honor y lo lanzaron por la muralla hacia el foso de agua. Sasaki Matamune agotó otra botella de sake. Sabía que la fuerza de la juventud había desaparecido. Sin embargo, su hijo todavía era demasiado joven para sucederle en el cargo. Debía aguantar antes de dejar que su clan se evaporara.
Ishimaki Toki aprovechó el cumpleaños de Sasaki Orobe para acercarse a Toyama. En aquel acto se le iba a proclamar mayor de edad, sucediendo a Matamune. El plan era presentarse unos días antes y retar al padre antes de que se produjera el traspaso de poder. De aquella forma, en el último trecho de vida, pretendía arrebatar el control de Toyama al clan Sasaki. Accedió al interior del castillo y anunció su nombre. A continuación, proclamó el reto de duelo ante el chambelán del castillo. Aquel sirviente tuvo que reprimir una carcajada. Con educación, rechazó el reto de aquel joven. Ishimaki Toki insistió en la petición aunque con resultado similar. El chambelán, abrumado por la insistencia de aquel huésped, dirigió al samurái hacia los aposentos privados de Matamune. Allí pudo ver el cadáver del dirigente siendo amortajado para el rito funerario.
El chambelán lo condujo de vuelta a la sala de recepciones. Para mitigar la confusión de Ishimaki Toki, explicó qué había ocurrido. Como siempre, el señor Matamune solicitó quince botellas de sake para pasar la mañana. Aquella mañana estaba resentido por varios dolores que lo atormentaban. Con la quinta botella de licor, dejó de hablar de repente. Intentó aferrar la sexta pero perdió el control del cuerpo y cayó al suelo. El cuerpo convulsionó unos segundos para detenerse por completo. Con ello, también cesó todo aliento de vida. Aquel samurái escuchó la historia, negando la suerte que había tenido. El chambelán lo consoló. A pesar de creer que podía vencer a Matamune, estaba equivocado por completo. Lo hubiera derrotado con el último aliento de su vida, como había hecho con todos los anteriores. Aquel día, Ishimaki Toki había ganado una segunda oportunidad de vivir. Se marchó de Toyama, meditando.
El clan, por fin, respiraba aliviado ante los demás Daimios. La traición de Matamune quedó perdonada para el resto del clan cuando se comunicó la muerte del señor Sasaki. Tokugawa Ieyashu deseó una larga vida al hijo de Matamune, al cual retendría a su lado para afianzar el poder político del país.