Recuperación
Jorge Ventura estaba sobre una cama desconocida. Podía oír conversaciones extrañas al otro lado de la puerta. Mucha gente se concentraba en el pasillo. Sentía el cuerpo entumecido y el espíritu desgastado. Apenas podía abrir los ojos, los tenía hinchados y su visión era borrosa. Tanteó la pared hasta dar con el avisador y una enfermera acudió al instante. Sentía con claridad las exclamaciones fuera de la sala. La enfermera lo acomodó y lo felicitó por su recuperación. Varias personas pasaron y se agruparon frente a su cama. Percibía el perfume de Raquel. Sentía también la presencia de Fernando y el pasear nervioso de Ernesto en segundo plano. Ventura veía los contornos de otras personas que no pudo identificar. La enfermera desapareció de la habitación cuando terminó de acondicionar al prelado. El Primer Hermano se dirigió a él. Lo reconoció por la voz. Claudio Sierra se consideraba su amigo desde hacía años.
–Has salido del coma, es una alegría. ¿Cómo te encuentras, amigo?
–Como si me hubiera tragado un agujero negro. –Afirmó mientras sonreía. Sentía que sus fuerzas regresaban con rapidez. Notaba como los sellos de curación realizaban su trabajo. – ¿Cuánto tiempo llevo así?
–Dos meses has estado en coma, pensábamos que tu alma desaparecería en cualquier momento. Hemos usado rituales de anclaje para mantenerte con nosotros. –Claudio señaló al resto de personas. –Tu equipo ha estado contigo todo el tiempo. Se han preocupado mucho por tu bienestar.
–Gracias, chicos. –Los demás devolvieron calurosos saludos a Ventura aunque fue Raquel la que respondió.
–Te daríamos un abrazo pero no podemos acercarnos.
–Ya habrá tiempo para esas cosas. ¿Dónde estoy? No parece el hospital.
–En Ácrato. –Respondió Claudio.
– ¿Ácrato? ¿Qué hago yo en Ácrato? ¿Estoy detenido?
–Estás bajo observación, Ventura. El accidente que has sufrido ha causado mucha preocupación en el consejo. Déjame presentarte al profesor Víctor Valverde. Nos ayudará a esclarecer todo lo que ha ocurrido. –El profesor se adelantó un paso y saludó con timidez.
–Encantado de conocerle, prelado Ventura. Me gustaría saber qué es lo que recuerda del suceso.
–Recuerdo enfrentarme a una entidad muy poderosa. –El vértigo acudió a su memoria aunque Jorge se dominó imponiendo su voluntad. –Me mantuvo preso durante un tiempo que se me hizo… eterno.
– ¿Sabe algo más? ¿Algún dato que nos pueda ayudar a saber qué te atacó?
–Un nombre se ha grabado en mi mente. Saituk era lo que escuchaba durante aquella batalla. No lo olvidaré en la vida.
–Saituk, el usurpador…
– ¿Quién es Saituk? Jamás he escuchado ese nombre. –Preguntó Claudio. El profesor no perdió un instante en ofrecerle la respuesta.
–Es una deidad que pasó al olvido. Representaba la avaricia y la lujuria. En su afán por poseer tanto cuanto veía, robó el ánfora del caos y bebió su contenido, convirtiéndose además en el señor de la locura. Quedó prendado de Jaziel, a la cual intentó violar. Eclerión acudió en su defensa antes de que Saituk consumara el acto, aunque no podemos estar seguros de si llegó antes o después del crimen, siempre se ha discutido este punto entre los círculos académicos.
–Fue en ese enfrentamiento cuando la diosa perdió el ojo derecho, cayendo a nuestra tierra en forma de rubí y diamante. –Víctor sonrió ante el apunte de su nieto. Le había narrado aquella historia desde que era un niño. El profesor continuó con la explicación.
–Unas fuentes dicen que fue Saituk el que arrancó el ojo por venganza. Otros creen que Eclerión hirió accidentalmente a Jaziel con su lanza. No podemos estar seguros, lo que sí que pareció suceder fue que Eclerión expulsó a Saituk al abismo del olvido. Algunos dicen que el Protector custodia a Saituk para que jamás se acerque a Jaziel. Otros creen que se desterró por un sentimiento de culpa al haber dañado a su amada.
– ¿Está diciendo que aquello que trató de poseerme era Saituk?
–Es una posibilidad. Lo que me inquieta es que las deidades que gobiernan las esferas estén interesadas en regresar a nuestra dimensión. Azur, señor de las aguas; Eclerión, el protector; Terea, la señora de los cielos; Jaziel, la dueña del destino; Ancalagor, el beligerante; El Oculto, dueño de la materia y el tiempo… Me temo que todos estén despertando.
–Está hablando del Declive, profesor. –Respondió Jorge. El color sonrosado había acudido por fin a su rostro. La hinchazón de sus ojos había disminuido. – Resulta muy difícil creer en antiguas profecías.
–Es un mito, una leyenda que nuestro actual conocimiento no puede dar crédito. –Replicó Raquel. –Es sencillamente imposible.
–Pues comiencen a creerlo. Es una posibilidad nada desdeñable. ¿Qué son las esferas? –La pregunta sorprendió a todos por inesperada. Al ver que no obtenía respuesta, el profesor continuó hablando. –Son la fuente de nuestro poder, un poder que fluye directamente de los dioses; los creadores de todo. Es el interés de ellos en nosotros lo que me alarma. Deberíamos estar precavidos.
– ¿Precavidos ante los dioses? –Ventura enarcaba las cejas. –Pues ya me dirá cómo, profesor. Ni con todas las artes combinadas podríamos hacerles frente.
–Ese problema puede tener solución, me refería a nuestros hermanos no despiertos. La población lleva tiempo desconfiando de los despiertos. Cualquier alteración de la realidad como la del barrio de Cazuelas puede desatar el pánico y la ira contra nosotros.
–Por esa razón estoy aquí. –Añadió el Primer Hermano. –Aunque el suceso ha podido manejarse con cautela, ha habido filtraciones. Los comunes ya nos ven como una amenaza. El consejo teme revueltas civiles y, ahora mismo, mi cargo está en entredicho. No me perdonan haber pedido ayuda a la Orden de los Heraldos. Que el protagonista de esta situación sea uno de mis prelados de confianza tampoco ayuda en absoluto. –Claudio miró a Ventura con exagerada suspicacia.
–Y necesitabas vengarte de alguna manera; encerrándome en Ácrato, por ejemplo.
–Estás bajo observación, Ventura; no se me ocurría un lugar más seguro. Si vuelve a ocurrir lo del distrito de Cazuelas, prefiero que sea lo más alejado de la población común. Aquí estarás a salvo y podrás marcharte en cuanto no supongas un peligro para los demás.
–No soy el responsable de aquello, lo sabes.
–De acuerdo pero te has visto directamente afectado. Tal vez tu facultad para la aportación de materia ha tenido algo que ver. Tal vez esa entidad te haya marcado y vuelva en un tiempo. Tal vez eres algo más importante de lo que parece. Debemos encontrar respuestas. El profesor Valverde y tu equipo Cábala están de acuerdo en colaborar con esta investigación.
– ¿Cuánto tiempo debo estar aquí?
–No lo sé. Dos meses más como mínimo. Lo decidirá el decano Alvar y dependerá del avance de la investigación. –Claudio colocó un sombrero clásico sobre su pelada cabeza y se aproximó a la puerta de la habitación. –Debo marcharme, he de atender demasiados asuntos. Estaré atento a todo cuanto suceda por aquí.
El profesor Valverde se despidió también, no sin antes tirar del brazo de su nieto hasta arrastrarlo discretamente con él. Se despidieron con formalidad del Primer Hermano, que ya se alejaba de allí seguido de su séquito de funcionarios.
– ¿Qué ocurre, abuelo? Necesito hablar con Ventura.
–Tienes que venir conmigo. Necesitamos intercambiar impresiones.
–Pensaba hablar con Jorge del suceso y…
–Tienes que proteger el Ojo de Jaziel. Debes tenerlo contigo en todo momento. Ahora eres su custodio.
–Está en el despacho del prelado, dentro del edificio Canciller. Creo que puedo obtenerlo.
–Vayamos cuanto antes.
–Abuelo, debo preguntarte algo.
–Adelante, no tengo nada que hacer hasta que lleguemos al coche. ¿Qué te intriga?–Ernesto dudó un instante. –Vamos, no te andes con rodeos.
– ¿Soy Eclerión? –Víctor se clavó en el pasillo, mirando con diversión al preocupado joven.
–Eso es lo que estoy intentando averiguar desde hace tiempo, hijo.
Hicieron el último tramo en silencio hasta llegar al vehículo. Abandonaron el complejo de seguridad y se adentraron en las entrañas de Capital, Ernesto sumido en un extraño sentido de la responsabilidad y Víctor impregnado de júbilo.