Salto de retorno, aplazado
El destructor Drakenstern lideraba la cabeza del convoy. El Crucero estelar J. Morgan cerraba la caravana. En el centro, el Nir y la Hagger surcaban el espacio junto a los demás cargueros pesados. La ruta a seguir estaba en todos los ordenadores de abordo. Debían llevar el cargamento hasta Sully, seguir por Sianna y Kubble, parar en Nagora y saltar por último hacia Virak. En cada uno de aquellos sistemas debían entregar el material y cargar nuevos módulos para su siguiente destino. Bolton esperaba que otros cargueros se unieran a la caravana, pagando por la protección que ofrecía su flota. Era frecuente que otros transportes aprovecharan el trayecto y se ampararan bajo la protección de naves de guerra. Por aquella razón se encontraba negociando con un tal Dallas, jefe de la estación Súbita, en el sistema Sianna. Quería que otros treinta cargueros se unieran a su flota y gozar de protección hasta Virak.
–Es una ruta segura, por eso enviaré todos mis cargueros con usted.
–¿Treinta cargueros? Lo veo excesivo. Generalmente suelen unirse entre cuatro y diez cargueros por trayecto.
–Es altamente irregular, lo sé. Necesito que lleguen a Virak antes de trescientos ciclos y no sé si tendré otra oportunidad como esta para asegurar mis naves. –Bolton entrecerró los ojos. Había algo en él que no era de confianza.
–Tendré que cobrarle la tarifa máxima. Quiero que quede constancia en nuestro contrato que no puedo responder por todas sus naves. –Dallas consultó su terminal.
–Dispone de un destructor pesado, solo con esta nave está obligado a cubrir dos tercios de mi flota. Tiene potencial de fuego suficiente como para arrasar un sistema. –Bolton dudó unos instantes. Se limitó a aceptar el acuerdo y regresó hacia el Drakenstern.
Morgan estaba mejor preparada que él para la negociación. Existía otro obstáculo que coartaba su regateo, la continua presencia del reportero del Nir, narrando en directo toda palabra que decían. Su intención era encontrar algún acto fuera de la ley para obtener mayor audiencia. Acrecentar la sensación de peligro ante sus espectadores era lo que más les importaba. Una vez en el puente de mando, abrió comunicaciones con todos los capitanes.
–Debemos proteger treinta cargueros más hasta Virak. Cambiaremos la formación: capitán Phoenix, pasará a ocupar una posición central, necesitaré su potencia de fuego. El Nir se moverá a retaguardia. Capitán Josh, tendrá que mantener a la Hagger entre los cargueros un poco más de tiempo.
–He escaneado a nuestros invitados. No tienen potencia de fuego suficiente contra nosotros. Hay algo extraño, sus bodegas están al veintiocho por ciento. No entiendo por qué no están repletas.
–Porque es una trampa, capitán Josh. En algún punto del trayecto, seremos atacados. Nos veremos obligados a abrir fuego, destruyendo treinta naves que debíamos proteger y teniendo que pagar una gran suma a la compañía damnificada. Estos cargueros están repletos de transportes de asalto. Os he posicionado así para que abráis fuego contra toda nave auxiliar que ose salir de los cargueros.
–¿Ha aceptado el trato sospechando todo este plan?
–Así es, capitana Nueve.
–Debe estar loco, está arriesgando su empresa por nada.
–Créame, no ha sido por nada. Usted podrá ayudarme, aportando el testimonio neutral del Nir. Si demostramos ha sido una trampa para embaucar a MORBO asociados, podremos confiscar los cargueros en nombre de la confederación. Nos hacen falta las naves; enfoque bien sus cámaras, capitana Nueve.
–¿Vamos a dejarnos atacar? Esto va mejorando por momentos.
–Claro que vamos a dejarnos atacar, por eso he puesto su nave en retaguardia. Debéis evitar que se acerquen a vosotros y que aborden nuestros cargueros. El J. Morgan, la Hagger y el Drakenstern recibirán los ataques.
–Es suicida, almirante, y tiene pocas probabilidades de éxito.
–Ya lo veremos, Nueve. Ordeno el estado de alerta máxima para todas las naves de combate. A sus puestos.
Todos los capitanes cortaron comunicaciones. Phoenix realizó un microsalto, ocupando el flanco izquierdo de la caravana. El Nir ocupó la retaguardia. Se informó a los capitanes comerciales de la ruta. Debían tomar precauciones ante un ataque. Los cargueros fueron parcos en palabras. Aceptaron las nuevas directrices, corrigiendo la formación. Los siete cargueros con los que habían iniciado el viaje, quedaron delante del Nir. Habían recibido instrucciones de evasión ante cualquier atisbo de peligro.
–Hemos sincronizado las coordenadas de escape con la caravana principal, capitana Nueve.
–Gracias teniente. Que todos los reporteros sigan emitiendo. Rota la publicidad para que puedan tener diez minutos de descanso cada dos horas. Emisión ininterrumpida durante los tres ciclos del día. Montaremos las imágenes combinando la información principal que provenga del Drakenstern.
Bolton ancló su sillón de mando frente a la consola principal. La capitana Harrison estaba a los mandos, esperando órdenes. Completaron el trayecto hasta el sistema Kubble sin incidentes. Fue antes de llegar a Nagora cuando el sistema de salto sufrió una interrupción. Todo el convoy quedó aislado en un sistema muerto, gobernado por un agujero negro. Solitude era el nombre que figuraba en la carta estelar.
–Capitana Harrison, transmita a la flota el perímetro seguro donde poder moverse. Este será nuestro campo de batalla.
–Tenemos radiación gamma y arena espacial en toda el área por delante del horizonte de sucesos, almirante. La movilidad entre los cuadrantes del 0.1 al 0.8 es extremadamente peligrosa.
–No desespere, capitana Harrison. No nos moveremos de aquí. Avise al resto de la flota, no queremos que se desplacen hacia aquella zona por accidente.
–Alarma de proximidad, posición norte. Doce naves, fragatas ligeras.
–Mantened la posición, es una emboscada. Que todo el armamento esté listo para disparar.
–Han bloqueado la señal de salto.
–Averigüe qué nave es la que tiene el sistema inhibidor.
En aquel momento, la cúpula de batalla se llenó de múltiples señales. De los treinta cargueros salieron despedidos varios transportes de asalto. Cada nave soltó cinco de ellos, todos direccionados hacia la retaguardia de la formación. El Drakenstern levantó sus escudos, siendo imitado por la J. Morgan. Ambas naves habían iniciado el fuego hacia las pequeñas naves asaltantes. La Nir disparó sus cañones, evitando que la primera oleada alcanzara los cargueros. Las doce fragatas ligeras desaparecieron de su posición para entrar entre las líneas defensivas de la caravana. Habían adoptado posición de abordaje. Fue la Hagger, rompiendo su disfraz, la que derribó a la mitad de las fragatas, emboscando a los asaltantes. Las otras seis se lanzaron rumbo colisión; tres hacia el Drakenstern, tres hacia la J. Morgan. El capitán Phoenix accionó su sistema de microsalto y evadió el ataque. Bolton apuntó los cañones de su destructor a sus objetivos. Las tres fragatas fueron barridas con una oleada de Eagle Torch, devastando toda el área circundante.
–¿Hemos destruido el emisor de salto?
–Negativo, seguimos aislados. Nuestros cargueros están comprometidos.
Los cargueros genuinos del convoy abandonaron su posición, situándose detrás del Nir. Las tres fragatas que no pudieron abordar al J. Morgan, regresaron hacia el Drakenstern, materializándose en estribor, babor y norte de la nave. Clavaron seis tubos de abordaje cada una. Los tubos fueron rechazados por el grueso blindaje de urita. Sin darse por vencidas, las fragatas soltaron nanobots reactivos. La corrosión del casco y la insistencia de los tubos de abordaje, hacían mella en la estructura.
–Alarma de abordaje, Harrison. Divide nuestras fuerzas. Que defiendan las cubiertas norte, babor y estribor. –Desancló su sillón, se levantó del asiento y volteó el respaldo hacia él. Después de activar el código, una compuerta dejó a la vista un subfusil Wywern 605 y una cápsula de nanotraje. Tomó el arma y se inyectó la cápsula en el antebrazo. El neotejido comenzó a mutar hasta formar una armadura de combate.
–Estaré en la cubierta norte, dirigiendo la defensa. Que se queden con usted las personas imprescindibles; el resto deberá defender la nave. –Un chirrido atravesó el destructor. Los tubos de abordaje habían perforado la armadura de la nave. El J. Morgan y la Hagger bombardeaban a las fragatas como objetivo prioritario. El escudo del Drakenstern protegía en parte los impactos de las naves amigas.
–¡Bajad los escudos! –gritó la capitana Harrison. El destructor quedó sin su brillo protector, dejando descubiertas las lampreas ancladas a su casco. Con precisión quirúrgica, las naves aliadas dirigieron sus torretas a los objetivos. Antes de que la J. Morgan iniciara otra oleada, una comunicación entró al puente de mando.
–Capitán Phoenix, no castigues más a las fragatas.
–¿Josh? Iba a descargar la última oleada de Shark V. Enhorabuena por tu ascenso, por cierto. Hace tiempo que no hablamos.
–Las explosiones acabarían con el Drakenstern, detén la andanada. Bolton tiene todo controlado. Debemos acabar con los transportes que intenten abordar a nuestros cargueros.
–La Nir está haciendo un buen trabajo. Apenas quedan una veintena. Me ocuparé de ellas en este instante.
Rumbo a la retaguardia de la formación, Phoenix se percató de un detalle. Un enorme haz de luz surgió de un cuadrante aparentemente vacío. El escudo de la Hagger se apagó ante el impacto, quedando desnuda de todo fulgor. Phoenix abrió comunicaciones con las naves de guerra. Josh fue el primero en contestar.
–Ha faltado poco… No creo que la Hagger pueda soportar otro impacto similar.
–Hay una nave oculta en el cuadrante 5.62. Tiene dispositivo de camuflaje clase Alfa. No tengo forma de detectarlo.
–Yo me encargo de eso –dijo la capitana Nueve –. Tal vez no tengamos armamento suficiente pero disponemos de todo lo necesario para ver y oír. –Ordenó el bombardeo de la zona con sondas Theren. Los artefactos perfilaron la silueta de la nave oculta en todas las cúpulas de batalla.
–Es una nave minera, clase cíclope –dijo Josh –. Su rayo perfora la corteza terrestre para crear túneles. Bien equilibrada, tiene una potencia de fuego descomunal.
–Supongo que la llaman cíclope por el enorme ojo que tiene en el centro de su casco. –Phoenix fijaba el objetivo a ciegas. Los detectores del J. Morgan ignoraban la presencia de aquella nave fantasmal.
–Ese es el punto que debe estar más lejos de nosotros –dijo Josh –. Fuego a discreción.
Bolton había reunido a su escolta personal. Los seis equipos asaltantes disparaban contra sus hombres a la desesperada. Una vez calibrada la potencia de fuego, el almirante se expuso a sus enemigos enfundado en la armadura de combate. Fue avanzando mientras la munición rebotaba en su blindaje. Uno a uno, Bolton acabó con todo un equipo de asalto. Sus hombres, exaltados por el acto de valentía, se abalanzaron de forma suicida a acabar con el enemigo. Sufrieron siete bajas aunque se hicieron con el control de la zona. Cuando aseguraron la cubierta norte, Bolton pidió un informe a su capitana.
–Todos están siendo rechazados, almirante. La defensa ha surtido efecto.
–Proceda con el resto del plan. Abra las compuertas de las tres fragatas. Vamos a dejarlos sin oxígeno. Anule también el sistema de gravedad artificial.
Las órdenes se llevaron a cabo en cuanto el almirante terminó de hablar; los hombres de la Drakenstern fueron tomando cubierta tras cubierta hasta someter a las fragatas invasoras. En aquella ocasión no se ofreció piedad. Todo tripulante enemigo que se detectaba era fusilado o expulsado al exterior. Allí sería víctima de la radiación espacial o algo peor: la atracción gravitacional de Solitude.
Desde su cuadrante, la nave clase cíclope volvía a disparar. De nuevo, su objetivo era la Hagger. El carguero seguía sin escudo. Phoenix realizó un microsalto, cubriendo con el J. Morgan el impacto dirigido a la nave de Josh. Las luces del crucero parpadearon unos segundos. El escudo del J. Morgan se apagó con la misma celeridad que hizo con la Hagger. Enjambres de nanobots acudieron a las grietas del blindaje de corundum.
–Daños superficiales en el casco. Protección comprometida, capitán Phoenix.
–No quiero que esta nave vuelva a estallar en pedazos… aunque es peor que la nave de Morgan sea destruida. Abre comunicaciones con la Hagger. –Josh apareció al otro lado.
–No hemos conseguido penetrar su blindaje. Han reforzado el casco con una aleación desconocida, parecida a la urita.
–Debemos usar el haz de energía.
–Imposible, nos dejaría desprotegidos. Un impacto a casco descubierto y somos polvo estelar.
–¿Qué propones entonces, genio? Ese ojo de cíclope comienza a condensar energía de nuevo.
–¿Recuerdas como salimos de Virel? Voy a intentar hacer lo mismo.
–Los tubos de abordaje no creo que penetren en ese casco –apuntilló la capitana Nueve. Se acababa de unir a la conversación –. La Drakenstern acaba de neutralizar su intento de abordaje. La Nir realizará un asalto informático a la nave minera. Es la única forma de anular el inhibidor de salto.
Un nuevo destello surgió de la nave clase cíclope. La Hagger realizó un microsalto en el último momento, apartándose del impacto. Phoenix realizó otra ofensiva en el vientre de la nave agresora. Los daños que se produjeron fueron visibles.
–En la cubierta sur, Josh. Es tu oportunidad.
La Hagger realizó un microsalto hasta alcanzar a la invisible nave. Lanzó los tubos de abordaje en la posición que le indicó Phoenix. El Nir ya estaba en pleno ataque informático cuando el carguero quedó anclado a la nave minera. La misma Hagger inició un ataque hacker, despejando el camino de infiltración para el sistema del Nir. En aquel momento, la nave clase cíclope desapareció. Arrastró con ella a la Hagger hacia el infinito espacio.
–¿Dónde han ido? –preguntó Phoenix.
–Ha saltado antes de que llegara a su núcleo. No tengo datos de su paradero.
Casius Bolton regresó al puente de mando, sudoroso y con la mirada encendida. Conectó con sus capitanes para la valoración final del conflicto. El almirante asintió con mirada grave mientras Phoenix narraba el suceso. La nave minera se había retirado aunque había arrastrado a la Hagger con ella.
–Salto de retorno, aplazado. Encontrad a la Hagger.
–Señor, sería más sensato llegar a Nagora, anclar allí a los cargueros y regresar a por la Hagger.
–Para entonces el rastro se habrá enfriado. La Hagger se perdería en el vacío y tendría que vérmelas con Morgan. ¿Sabe quién es Morgan, capitana Nueve?
–Me presenté a ustedes hace veintisiete ciclos.
–Entonces todavía no conoce a Morgan. Cuando le diga que hemos perdido su preciada nave, con toda su vida, familia y recursos… ¿cómo cree que reaccionará?
–No tengo ni idea.
–Yo tampoco, capitana. Y no quiero saberlo. Hay que encontrar esa maldita nave. Hagámoslo antes de que sea demasiado tarde.