Sumo Arcanum
La proyección por el túnel espacio-temporal fue casi inmediata. Aquel portal era usado de forma constante por el Sumo Arcanum Mirnail. El pequeño cuerpo de Sac surgió en la antesala del despacho del maestro de maestros. En la entrada, sobre un púlpito, esperaba Wastor. Era un hombre envejecido, primer guardián de las salas del colegio Ulgrin. Cuando era estudiante, Sac conoció la historia de aquel hechicero. Había prolongado su vida de forma artificial desde la fundación de la escuela de hechicería. La memoria de aquel hombre era portentosa, recordaba a todos los alumnos que habían estudiado en aquellos muros. Leía un enorme libro sostenido por un atril, fuente de todo su poder. Levantó la vista cuando el hechicero, con aspecto de pato homínido, apareció por el portal. Aquel libro era más efectivo que un centenar de guardias. Con una orden de Wastor, se liberarían los conjuros contra aquel que considerara invasor.
–Espero que tengas una buena excusa para usar este camino, Sac Appleseed.
El hechicero mostró el emblema de oro que lo identificaba como amigo del rey. Al ver la cara de indiferencia de aquel anciano, formuló una explicación.
–Este emblema me identifica como amigo personal del rey Grenik. Puedo usar las instalaciones del palacio de Rophean con su permiso. Me gustaría ver al Sumo Arcanum. Es importante.
El secretario del Arcanum observó durante largos segundos a la pequeña figura. Sac debía ser paciente, conocía el procedimiento. Wastor contrastaba la información que había proporcionado el acárido. Preguntaba, mediante el vínculo mental con el Sumo Arcanum, si aquel hechicero de combate estaba autorizado dentro del colegio. Tras la confirmación, Wastor asintió y le proporcionó libre acceso al hombre-pato.
Sac avanzó hacia la siguiente sala, donde encontró al superior de la orden junto a la profesora de invocaciones, Selina Graus. Aquella mujer elfa fue la más severa y cruel de todos los profesores con los que estudió en Úlgrin. Las plumas pardas de Sac se erizaron un instante. Consiguió evitar la emoción y realizó una respetuosa reverencia a ambas figuras. La elfa entrecerró los ojos al reconocer al antiguo estudiante.
–Sac, el pato. Mentiría si dijera que esperaba volver a verte algún día.
–Profesora Graus, es un ínfimo placer coincidir con usted.
–¿Qué quieres? –preguntó con impaciencia Mirnail.
–Sumo Arcanum… vengo en busca de respuestas. Puedo venir en otro momento, cuando esté menos ocupado.
–Espera, tú eres uno de los amigos de Grenik. ¿Has conseguido vencer al enemigo?
–En efecto, señor, aunque no gracias a la hechicería.
–Eso es evidente –comentó Selina con gesto despectivo –. Esperaba que te ganaras la vida mostrando hechizos de tosca elaboración en un circo o en espectáculos callejeros.
–Profesora Graus, a pesar de las esperanzas puestas en mí, he llegado a ser uno de los hechiceros de combate de la corte.
–Enhorabuena, Sac. Yo nunca hubiera apostado a que llegaras tan alto.
–Oh, vamos. Su asignatura era la que mejor dominaba.
–Un hechicero debe tener un conocimiento holístico de todas las materias. Es algo que jamás entendiste. ¿Qué te ocurre, Sac? ¿Tu hechicería es inefectiva? ¿No puedes cumplir con tu trabajo?
–Contra este enemigo, toda la hechicería es inefectiva. Incluida la de una veterana maestra como usted. Me preguntaba si el Sumo Arcanum ha averiguado cómo atajar esta circunstancia. Me siento desolado por no poder servir al rey como es debido, en efecto.
–Cálmense ustedes dos. Mantengan un mínimo de respeto entre ustedes y escuchen. Algo he comprendido de nuestro enemigo. La profesora Selina ha prestado su ayuda en este asunto, a pesar del cinismo que ha mostrado.
–¿Entonces, hay esperanza? ¿Qué es lo que ocurre? –Preguntó Sac. Miró con ansiedad a ambos eruditos. La profesora Selina Graus recibió la mirada del Sumo Arcanum y comenzó la explicación.
–Como ya sabes, el hechicero se nutre del poder propio para modificar la realidad. Ese poder está vinculado a la naturaleza del entorno. En nuestro caso, este país que tiene una resonancia concreta. Los seres primordiales que hemos investigado, tenían una raíz común con esta esencia de poder. De la misma forma que el hielo no cambia el estado del hielo, o el fuego no acaba con el fuego, nosotros no podemos dañar a este enemigo. El poder y la naturaleza de estas criaturas parten de la misma fuente que las nuestras.
–Entonces, son seres realizados mediante hechicería y resistentes a la misma…
–Es algo más complejo –dijo el Arcanum, sentándose en una de las sillas del despacho –. Son hechicería. Comparten un patrón idéntico con el poder que utilizamos.
–Lo que provoca una serie de preguntas incómodas –continuó la profesora Graus –, como el origen de estas criaturas. Puede que tengan el respaldo de los verdaderos dioses de este mundo.
–Me acabo de perder, profesora Graus. ¿Los verdaderos dioses?
–Exacto, los verdaderos dioses. Aquellos que han sido tachados de enemigos de los diez. Arestes y sus hermanos son los invasores de esta tierra. Todos nosotros somos colonizadores de un mundo ajeno. Nos crearon para afianzar el poder de las deidades sobre este mundo. Aquello que existía antes de los diez ha quedado oculto o se ha tergiversado. Por esta razón, los sacerdotes combaten a estas criaturas con efectividad y nosotros, no.
–¿Entonces, Rophean es parte de los viejos dioses?
–La particularidad de Ropehan responde a los tiempos del general Ulnis. Él fue quien renegó de los dioses con todo el ejército, creando este país. Como defensa, dejó en manos de su hermano Ulgrin la creación de esta escuela. Los primeros hechiceros nutrieron las artes de una tierra excomulgada. ¿Puedes ver ahora lo del conocimiento holístico, Sac?
El hechicero de pequeña estatura frunció el ceño aunque no respondió a la puñalada de su antigua profesora.
–¿Cuál es la solución?
–Es simple y compleja, a la vez –dijo el Sumo Arcanum –. Debemos reencauzar el poder, canalizándolo de la matriz divina. Selina ha realizado un ritual donde ha contactado con los diez.
–¿Has hablado con los dioses? –la sorpresa de Sac era genuina. Jamás un hechicero había probado a entablar comunicación con aquellos dioses de los que renegaba.
–En efecto, aunque ninguno ha aceptado ampararnos con su fuerza. Todavía recuerdan la ofensa de Ulnis. Sin embargo, han establecido una serie de pruebas. Si alguno de nosotros consigue superarlas, se convertirá en un dios.
–Me he propuesto, como Sumo Arcanum, emprender ese cometido.
–¿Se va a convertir en dios? ¿Cómo? –La cabeza de Sac estaba a punto de rebasar el límite. Conocía las ambiciones de algunos hechiceros para convertirse en dioses pero estas intenciones eran tildadas de megalómanas. De hecho, todo aquel que había intentado algo parecido había fracasado de forma trágica.
–Eso es solo asunto mío a partir de ahora. Selina va a relevarme como Sumo Arcanum. Debo acudir a las estancias de Alush, más allá del Hielo Perpetuo, para iniciar la primera de las diez pruebas.
–Grenik debería saber todo esto.
–Ya está informado, Sac Appleseed. Ha sido él quien me ha propuesto para tal cometido. Guardo con el monarca un enlace mental que conservaré hasta que los diez lo permitan. Toda mi experiencia debe ser también suya. Así son las leyes de Rophean.
El Sumo Arcanum se puso en pie para dirigirse al portal. Selina lo siguió hacia la antesala. Sac hizo lo mismo, todavía impactado por las conclusiones que habían contado los dos maestros. Se atrevió a realizar una última pregunta.
–¿Cómo vamos a saber si ha tenido éxito, Mirnail?
–Todos los hechiceros recibiréis una marca visible en vuestro cuerpo con el símbolo del Arcanum. No sé cuánto tiempo me llevará realizar estas proezas. Espero no llegar demasiado tarde. –Entregó el torque alrededor de su cuello a Selina Graus junto a uno de los anillos que portaba en la mano. –Waldor, a partir de ahora se produce el relevo del Sumo Arcanum. Que conste en las actas del colegio.
–Así se hará, Gratian Mirnail. Buena suerte. –El anciano inscribió en el libro del atril el relevo del cargo.
Selina orientó el portal a la nueva ubicación. Sin demorar más tiempo, el antiguo Sumo Arcanum desapareció entre la luminiscencia que despedía la entrada dimensional. Sac observó a su antigua profesora con suspicacia. Ella había asumido el poder con naturalidad.
–Tú, necesito que seas mis ojos entre los amigos del rey. Llevarás este anillo a partir de ahora. –Sac tomó un pequeño aro que se acopló en su dedo índice a la perfección.
–Con esto estableceremos comunicación, ¿verdad?
–No, con esto te mantendré vigilado en todo momento. –El acárido sintió un calambre mental procedente del anillo. Perdió el sentido durante pocos segundos. Cuando recuperó el control de sí mismo, sintió la presencia de Selina en el interior de su cabeza. La sensación fue desapareciendo hasta quedar oculta por completo. –Mirnail ha sospechado del imperio de Golinath desde el comienzo. Estos seres pueden ser parte de una conspiración a gran escala para hacerse con el reino de Grenik. Puede que lo hayan conseguido. Lo que nunca tendrán es el colegio de Ulgrin. Nuestros conocimientos son más valiosos que todo el reino.
–¿Qué puedo hacer al respecto?
–Desenmascararlos, por supuesto. Que queden en evidencia delante del rey. Comenzaré las labores de contingencia esta misma noche. Desde ahora, todos los hechiceros que no tengan una ocupación clara, deberán regresar a Ulgrin. Aquellos que sirvan a la corte o al ejército, informarán cada semana al Sumo Arcanum. Los trabajos para intereses privados se anularán por completo. Sac, tienes un cometido especial. No me falles.
–No le daré esa satisfacción. Me pegaré a los sacerdotes del imperio como el barro a las botas.
–Entonces, tu presencia aquí está de más. Regresa a Rophean ahora. –Selina manipuló el portal hasta el palacio de Grenik. Sac hizo una reverencia a Waldor y a la nueva Arcanum antes de atravesar el túnel.
Surgió en la sala de traslación del palacio. A parte de la vigilancia habitual, no encontró a nadie de importancia. Pensó en visitar al monarca aunque desechó la idea nada más surgió en la cabeza. Murmuró el hechizo de traslación para aparecer frente a las puertas de la posada Sombría. Al primero que encontró fue a Murok, como guardián de la paz en aquel sitio. Howard, el posadero, lo saludó con afabilidad. Le puso un vino dulce que solía pedir en situaciones especiales. Elenthen tocaba una balada en el escenario, al lado de la chimenea encendida. No consiguió ver a Arkan ni a su inseparable amigo enano. Tomó asiento junto a Murok sumido en sus pensamientos.
–Sac, ¿a qué viene esa expresión? Los amigos del rey, junto a los sacerdotes, habéis causado sensación en todo el reino. Sois más famosos que Ulnis.
–Amigo Howard, según avanza este asunto tengo más problemas de los que preocuparme. Me disculpo por perturbar vuestro tiempo de descanso.
–Hechicero –dijo el minotauro con voz amable –, es momento de alegría. Deja las ensoñaciones para momentos más funestos.
El hechicero levantó la copa de vino en señal de aprobación. Estaba provista de una caña delgada por la que absorbió el contenido. Elenthen tocó una canción más animada y los feligreses acompañaron con aplausos la nueva melodía. Sac se fundió en la diversión de la posada, desterrando todo pensamiento funesto. Abordaría los problemas más adelante.