Thanos, hijo de Baco
El hombre conocido como Thanos estaba preocupado por la afrenta hacia su padre. Baco tenía miles de hijos, todos ellos avocados al vicio y a la fornicación. A ninguno le preocupó realmente que Zeus pusiera en el Olimpo a su hijo Heracles y expulsara de sus estancias al dios del vino, su progenitor. Su hijo mayor era el que mostraba malestar. El contagió ese malestar a su compañero Soterios, el centauro homosexual con el que guardaba amistad desde niño. Los dos deseaban vengarse del desplante que Zeus había provocado a su familia. La venganza no estaba autorizada, ya que su padre era indiferente. Baco siguió organizando orgías con ninfas y sátiros como si nada hubiera ocurrido. Solo a Thanos le importaba. Era el heredero reconocido de su padre y renunciar a los salones del Olimpo lo atormentaba. Él era quien debía comer la manzana dorada del jardín de Hera. Por ello, un día, al terminar de sodomizar a Soterios, resolvió con él viajar hasta el lejano Tartessos. Tanto humano como centauro pasaron la noche alimentando sus ambiciones de convertirse en dioses. Al amanecer del primer día de primavera, emprendieron el viaje con total discreción.
Pocos fueron los problemas que se les plantearon en el camino ya que los dioses permanecían ignorantes acerca de sus planes. Una tormenta sacudió su barco pero no era más que un enfado de Poseidón. Vieron a Atlas de lejos, sujetando el mundo, los ignoró. En cuanto llegaron a Tartessos divisaron las llanuras donde pastaban los toros sagrados. Thanos cabalgaba a Soterios durante el día y lo sodomizaba durante la noche. En la aventura encontraron la felicidad, hasta llegar al Jardín de las Hespérides. Allí había un peligro mayor y nadie había sobrevivido al enfrentarse a él. El verdadero reto era Ladón, el dragón de cien cabezas que custodiaba el árbol de Hera.
La entrada al jardín de las Hespérides se realizaba a través de un sendero por las montañas Béticas. Después del último tramo, el sendero se abría hacia una pradera de hierba bajo el cielo abierto donde nadie podía esconderse. Las flores crecían salvajes y sin orden, perturbando el verde dominante. A lo lejos, a más de cuarenta estadios de distancia, se alzaba el árbol majestuoso, enorme y dorado. Tanto hombre como centauro esperaron al inicio de la pradera. -No es un buen plan atravesar la pradera. No vemos al dragón de cien cabezas y hay cientos de ninfas viviendo aquí. -El centauro arrastraba los cascos mientras hablaba, levantando la hierba del suelo. Thanos se frotaba la barba castaña en busca de una respuesta.
-Dejaré que te pasees campo abierto y que el dragón contemple tu belleza. Esos rizos dorados son irresistibles, seguro que Ladón quiere penetrar en ti.
-Si lo hiciera, no quedaría nada con lo que complacerte, amo Thanos. –Sonrió y añadió: -Forjemos un plan.
-Ya lo tengo, Soterios. ¿Por qué Hera puso al dragón aquí? -El centauro paró de levantar el terreno con sus patas y lo miró perplejo.
-Para proteger el fruto de la inmortalidad, amo Thanos. -El hombre sonrió al centauro y acarició su grupa terminando en una palmada. El centauro relinchó de placer.
-Y antes de ese momento… ¿quién cuidaba del fruto de la inmortalidad? -Soterios permaneció en silencio. Thanos reprimió su lascivia y contestó pacientemente a su compañero. -Las Hespérides eran las que cuidaban el jardín pero comían del fruto del árbol de Hera. Cada vez que la diosa venía y veía la copa sin uno solo de sus frutos, se enfurecía. Por eso trajo a Ladón. El dragón se alimentaba de carne y no saquearía los frutos del árbol. Desde entonces, las Hespérides no han vuelto a probar las manzanas doradas. Si las convencemos para que distraigan al dragón, podremos llegar al árbol. -Soterios negaba con la cabeza.
-No, no, señor Thanos. Es un dragón de cien cabezas, necesitaríamos a todas las Ninfas del jardín para distraer a Ladón. Lo que planteas es arriesgado. -Thanos afirmó bajando la sien.
-La cuestión es la rapidez con la que lleguemos al árbol de Hera. Una vez comamos tan sólo un bocado, seremos inmortales. Ladón no podrá matarnos y huiremos. -El centauro volvió a rascar el suelo. Seguía nervioso. Parecía que fuera a negarse, entonces Thanos agarró su enorme miembro de potro salvaje. Con otro ánimo, el centauro accedió.
-De acuedo, amo Thanos. Hagámoslo. Nadie dijo que convertirse en dios fuera fácil. -Los dos resolvieron aventurarse en la pradera. La temperatura allí era agradable y la fragancia que desprendía el jardín embotaba el olfato. A los pocos pasos, una figura femenina se alzó entre las flores, los pétalos volaron a su alrededor y tanto hombre como centauro, retrocedieron un paso. Era una figura translúcida.
-Los viajeros no vienen por aquí. Ningún mortal es capaz de llegar hasta el Jardín de Hera. Sois intrusos. -Thanos se apresuró a hablar.
-Oh, amiga ninfa, disculpa nuestro atrevimiento. Sabemos que no está permitido el paso a los mortales pero no somos mortales ordinarios. Soy Thanos, hijo de Baco. Él es Soterios, hijo de Pérgamo. Necesitamos tu ayuda. -La ninfa pareció sorprendida.
– Has despertado mi curiosidad ¿Qué motivo os trae hasta aquí? -Thanos contó entonces cómo Zeus había echado a su padre Baco del Olimpo y era Heracles quien ocupaba su lugar. -Así que tu padre es el dios del cereal, el vino y la lujuria… Se me ocurre algo que podéis ofrecernos. Debéis yacer con cada una de nosotras una vez tengáis vuestro premio. Si accedéis, distraeremos a Ladón para que consigáis vuestro cometido. -A los dos se les encendió la mirada y Thanos asumió el acuerdo. Soterios negaba con la cabeza pero ya era tarde. La Ninfa se acercó a la cara barbuda de Thanos y lo besó. -El acuerdo está cerrado. -Y la ninfa desapareció dejándose caer al suelo.
-Vamos, Soterios. Alcancemos el árbol de Hera.
-Amo…
-No es momento de titubear.
-Sabe, amo Thanos, que detesto el cuerpo de las mujeres.
-Eres incorregible, Soterios. Estas ninfas no nos robarán más tiempo del que queramos darles. Una vez que seamos inmortales, saldremos de aquí con facilidad.
-Pero el acuerdo…
-Yo me comprometo a cubrir a todas las ninfas que no puedas satisfacer.
-¿A todas?
-A todas, soy hijo de Baco. Tengo potencia de sobra. No hay nada más placentero para mí que penetrar en los cuerpos de las ninfas. –Soterios clavó las pezuñas en el suelo y levantó, celoso, terrones de tierra.
-A excepción de ti, mi fiel amigo. –Thanos besó a Soterios para aplacar los celos del centauro. -Ahora vámonos.
Thanos montó sobre Soterios y este cabalgó raudo por la pradera. Iba rápido, cada vez más, hasta alcanzar la extenuación. Tanto hombre como centauro vigilaban los cielos, buscando alguna de las cien cabezas del dragón. Debía ser invisible o volar muy alto porque ninguna amenaza surgió ante ellos. Vieron algunas ninfas nadando en la pradera, con miradas curiosas.
Alcanzaron las primeras ramas del inmenso árbol de Hera al cabo de media hora. Las manzanas resultaban estar demasiado altas pero no para el látigo de Baco. Thanos susurró su nombre y su linaje al látigo, tal y como le había enseñado su padre. Una vez lo reconoció, volteó e impulsó el arma hacia la rama más cercana. El látigo se estiró mágicamente. La punta cortó la rama con facilidad y cinco de los frutos cayeron al vacío. El látigo hizo presa mágicamente sobre los frutos. Con otro movimiento, Thanos recogió el látigo y éste se encogió hasta que el botín llegó a manos del hombre. Habían conseguido el botín.
Introdujo una manzana en la boca del centauro y la dejó para que Soterios diera cuenta de ella; Thanos comió de otro de los frutos. Los dos notaron un vigor desconocido. Sintieron como la luz de la inmortalidad brotaba desde su estómago y alcanzaba hasta el último rincón de sus cuerpos. El calor se convertía en poder. Thanos acabó el fruto con avidez y mordió otra manzana. Soterios le suplicaba otro bocado. Aumentaba la velocidad y se encaminaba hacia el camino de salida, esta vez con mayor rapidez. Entre los dos, se terminaron las cinco manzanas antes de volver a ver a la ninfa. Ésta salió a su encuentro en el último tramo de la pradera.
-No habéis traído ninguna manzana para nosotras. Qué falta de consideración… -La ninfa los observaba con lujuria. A su alrededor surgieron más de sus hermanas. Thanos descabalgó de Soterios y se acercó hacia ellas. Le contestó que tan solo una manzana obtuvo y la compartió con su amigo. La ninfa dejó que aquella mentira la convenciera.
-Ahora que sois inmortales, debéis cumplir con vuestro trato. -Ella se hizo carne y acercó su cuerpo desnudo a Thanos. A su alrededor surgieron más y más figuras femeninas que se acercaban como la brisa. Se hacían carne en un instante y se situaban alrededor de ellos.
-Estoy dispuesto a cumplir nuestro acuerdo. Cuando haya yacido con todas vosotras partiré. Pero dejad libre a Soterios. Él no gusta de vosotras y sufriría a causa de vuestras atenciones.
-El trato incluía a los dos. Centauro, te trataremos como mereces. –Soterios relinchó y se encabritó pero las ninfas lanzaron lianas y raíces que lo sujetaron antes de que consiguiera huir. Thanos trató de ayudar a su compañero. Nada pudo hacer. Acabó preso de la misma forma.
Las ninfas desprendían un olor dulce y adictivo, como el sabor de las manzanas doradas. Una detrás de otra, montaron a los dos sementales presos. Soterios lloraba desconsolado. Extenuados, el poder del fruto de la inmortalidad los vigorizaba de nuevo.
-Tus cualidades son excepcionales, joven Thanos. En verdad eres el hijo de Baco. –El pene de Thanos se henchía al escuchar los halagos de la ninfa.
-Liberad a Soterios y me tendréis para siempre. Echadme luego al Dragón si lo deseáis. Seré la comida de ese monstruo. -La Hespéride hecha carne sonrió mientras sostenía el enorme falo de Thanos y lo sacudía lujuriosa.
-No existe Ladón. Nosotras hemos guardado siempre el jardín de Hera. Este es vuestro castigo. -El hombre sintió el dolor rápido de la amputación. A su lado, Soterios chilló también, enloquecido. En su caso, el sufrimiento era doble. La ninfa bebía la sangre y el semen que manaba del descomunal miembro de Thanos. No le cabía en la boca, pero succionaba por la zona cortada tragando tanta sangre como podía. Luego, devoró el miembro. Thanos vio como su herida se cerraba y su pene regeneraba de nuevo con su tamaño intacto. En cuanto estuvo sanado, otra hespéride montó sobre él. La excitación nunca desaparecía. Soterios sufría a su lado, inmovilizado y amputado como él. También regeneraba su miembro de potro salvaje. Las ninfas jugueteaban con el centauro incrementando el sufrimiento. Disfrutaban haciéndolo sentir impotente. Thanos lamentaba su ingenuidad. Los dioses no les prestaron atención por una razón: no suponían ninguna amenaza. Este pensamiento lo dominaba cuando su cuerpo eyaculaba de nuevo. La ninfa repitió la amputación.
Así, Thanos, hijo de Baco y Soterios, hijo de Pérgamo, quedaron atrapados en el jardín de Hera hasta el final de los tiempos. Tanto hombre como centauro consiguieron la inmortalidad y la recompensa acabó siendo su castigo.
Recordad: la ambición de los hombres debe contar con la aprobación de los dioses, por Zeus. No actuéis a sus espaldas. Siempre acaban por ofenderse.
FIN