Unos instantes de normalidad
Ventura terminó de vestirse contemplando los hilos traslúcidos de su aura. Notaba el poder incrementado a su alrededor. La experiencia lo había fortalecido. Rememoró aquella ocasión en la que la magia lo dejó mudo. Sonrió con ironía. En aquel instante, la puerta de su celda, se abrió. Raquel, Fernando y Ernesto se presentaron ante él. Sintió a Valverde cambiado. El poder en el joven era más intenso que el que sentía entre sus dedos. Su impulso primario fue arrodillarse. Contuvo el impulso aunque no pudo mirar directamente a su antiguo aprendiz.
–Has ganado fuerza, Valverde. Se nota a cinco metros de distancia. –Abrazó al sonriente Ernesto. Extendió el afectuoso gesto al resto de sus compañeros. Con Raquel tuvo un enlace telepático breve e intenso. Estaba preocupada.
–Es el ojo de Jazim, ha asimilado la joya –dijo Fernando, adelantándose a la respuesta del jóven. –Han ocurrido algunas cosas, Prelado máximo Ventura.
–¿Prelado máximo? ¿Qué ha pasado con Valle?
–Fernando se ha adelantado, quería anunciártelo yo. Has sido ascendido por el Primer Hermano.
–Y ha regresado Jaziel, la joya ha sido liberada.
–Deja de atosigarlo así, todavía no tiene la mente preparada para tantas novedades.
–Podré soportarlo, Raquel. Me interesa eso de Jaziel –se volvió al joven, evitando la mirada de sus ojos –¿Cómo has conseguido hacer una proeza semejante sin desintegrarte en el acto?
–Es debido a una sospecha que mi abuelo y yo teníamos desde que era pequeño. ¿Conoces el mito de los elegidos?
–Ya lo tengo, descendientes de los dioses y todo aquel follón. Albergar la esencia divina…
–Algo así, los elegidos portan la esencia de un dios en concreto.
–Así que la diosa Jaziel eres tú.
–De forma muy limitada. Debo ejercitarme todos los días para que el Ojo de Jazim se vuelque en mi interior. Eso liberará a la diosa.
–Pero la comunicación es permanente, supongo. –dijo Ventura, poniéndose la chaqueta de su traje.
–Así es. Ella escucha a través de mí y yo tengo acceso a su voluntad.
–Son grandes noticias –dijo Fernando –, el consejo ha jurado servir a Jaziel hasta el final.
–Aclárame algo, Valverde. ¿Qué pasará cuando se establezca entre nosotros?
–Jaziel viene a salvaguardar este mundo.
–¿Salvaguardarlo de qué?
–De la llegada de los dioses. –El grupo abandonó la celda-enfermería, dirigidos por un guardia exemplar de la prisión.
–¿Qué interés tienen los dioses en venir aquí?
–La supervivencia.
–Me sorprende que los dioses vengan a sobrevivir de algo. Creía que eran infinitos, inmortales, eternos…
–Más allá del éter hay cosas desconocidas, incluso para los dioses. Ellos tienen su lucha y la estamos perdiendo. Aquí pueden fortalecerse.
–Entonces, este mundo es como una pila con la que se recargan o algo así…
–Es algo más complejo. Algunos dioses desean tomar todo el poder, consumiendo este universo. Eso les daría un poder ilimitado. Rompería, además, muchos acuerdos entre nuestros aliados. No podemos permitirlo. Jaziel no lo desea.
–¿Cuántos dioses tienen esa intención? –Ventura empujó la puerta enrejada que desembocaba al exterior. Sentía cierta ansiedad por ver más allá de los muros de Ácrato. El guardia exemplar dejó de escoltarlos.
–Saituk, el demente. Ya lo has conocido. El Oculto también ha manifestado la misma ambición aunque solo desea la mitad de la fuerza primigenia. Es más de lo que le corresponde y destruiría nuestro universo de forma irremediable. Su culto está despierto entre los Heraldos y me consta que ha visitado esta realidad por lo menos en dos ocasiones.
–Eso explicaría la repentina sustitución del Gran maestre –dijo Raquel –. Ahora ocupa el cargo un tipo siniestro, de pelo rubio, casi blanco. Está muy delgado y parece un yonki. Su nombre es Oscar Dero.
–Dero… –Ventura evocó algunos recuerdos –lo conozco. Coincidí con él en una misión. El mortal que nos convocó había preferido llamar a ambas organizaciones. Él era solo un Guardián de poca monta. Podía volverse intangible.
–No lo entiendo –dijo Fernando, sacando las llaves del coche –. ¿Por qué está ocurriendo en Iberia? ¿Por qué los dioses no han elegido presentarse en Aquilonia o Albión? ¿Acaso no existe el Imperio Prusiano para ellos? –Valverde respondió con celeridad.
–Es en esta región donde la realidad es más delgada. Cientos de años manipulando el poder han ayudado al desgaste de la membrana. Existe otro motivo, la línea de sangre para la asimilación es más fuerte entre nuestro pueblo. Hay otras puertas por los que se puede acceder, Northumbria o Vishnashi son mejores puntos de acceso. El problema es que no los controlamos nosotros.
–¿Qué quieres decir con nosotros, Valverde? –Los cuatro entraron en el coche. Fernando dirigió el vehículo hacia el edificio Canciller.
–Me refiero a nuestros dioses, los que se dieron a conocer a nuestro pueblo. Hay otras facciones divinas y colaboran o se enfrentan entre sí dependiendo de los intereses que defiendan. Somos como ellos, a su imagen y semejanza; en más aspectos de los que pudieras sospechar.
–Me está doliendo la cabeza con tanta charla –dijo Raquel –. Deberíais centraros en la misión.
–¿Qué misión? No me habéis hablado de ella.
–Han llegado unos embajadores de Albión. Las noticias sobre el suceso de Canalejas han trascendido a los informativos internacionales. Quieren saber qué está pasando. El Primer Hermano ha accedido a atenderles, ¿adivina quién va en su nombre?
–El Prelado Máximo, como debe ser… quieren saber a qué pueden enfrentarse en un futuro. –dijo Ventura. Fernando aparcó el coche en el subterráneo del edificio Canciller.
–No conviene hacerlos esperar. Son extremadamente puntuales.
El equipo cábala tomó el ascensor hasta el nuevo despacho de Ventura. Todas sus pertenencias se habían trasladado a su actual lugar de trabajo. Julia, la secretaria, esperaba con una comitiva de tres personas en la entrada al despacho. Su evidente aspecto extranjero los delató. La secretaria acababa de recibirlos y se alegró de la oportuna entrada del grupo. Una vez acomodados en el despacho de Ventura, Raquel pidió permiso para un enlace empático. La barrera del lenguaje no supuso una dificultad para entenderse. Los recién llegados se presentaron como los señores Scott, McAvoc y Gawall, embajadores de la corona de Albión. Los tres de mediana edad, enfundados en trajes de corte elegante con chalecos bajo sus chaquetas.
–Esperábamos ver al Primer Hermano de Iberia. Consideramos esta reunión de una importancia excepcional. –dijo Scott.
–Por eso tienen aquí al mayor experto en el suceso de Canalejas –intervino Raquel. –Nuestro Prelado Máximo Ventura quedó dentro de la singularidad.
Ventura tomó la palabra y explicó qué le había sucedido. Los embajadores atendían con sumo interés a cada detalle, interrumpiendo en el momento en que nombraba a Saituk.
–¿Han pensado en un plan de contingencia? –dijo Scott –Es un conflicto que podría extenderse por todo el planeta, poniendo en peligro la integridad de todos los humanos. La corona de Albión no permitirá que este suceso traspase sus fronteras.
–No será un problema, contamos con ayuda. La diosa Jaziel está resolviendo este asunto, cooperando con el gobierno.
–Y confiáis en esa entidad sin reservas, algo extremadamente peligroso. Puede manipularos como quiera, no sean ingenuos.
–Justo después de que ocurriera aquella singularidad, –continuó McAvoc – aparece esta diosa Jaziel. ¿Cómo saben que no llegó a través de aquel portal dimensional?
–Es insensato confiar ciegamente en una entidad paranormal, puede ser la ruina de todos –dijo Gawan –. Es recomendable que rompan todo vínculo con esos seres, sean quienes sean. Nosotros comunicaremos el suceso al Imperio Prusiano y a Aquilonia. Guardan fronteras con nosotros. Hay que preparar alguna línea de actuación por si algo sale mal.
–Les tendremos que mantener aislados –añadió Scott –. No podemos permitir que se propague el problema.
–¿Qué pretende, arruinar a nuestra nación? –Ventura estaba visiblemente enfadado –El bloqueo suspenderá nuestra actividad comercial con el exterior. Tendremos pérdidas de millones de reales.
–Pues arreglen este problema, refuercen la realidad y eviten contacto con las esferas.
–No podemos prescindir del poder. Está hablando de hundir nuestra forma de vida, señor Scott. Es inaceptable. Tenemos otra solución. –Los tres embajadores se levantaron de la mesa a la vez.
–Es por el bien de la humanidad, no intenten fórmulas arriesgadas.
–Pueden acceder por otros puntos del planeta, –dijo Ernesto, levantándose con ellos –incluso dentro de sus fronteras. Tarde o temprano entrarán aquí. Dicen ustedes que no se puede confiar en estas entidades –al incorporarse, la figura de Valverde crecía unos centímetros. Emitía una energía sobrecogedora –¿Acaso no confiaron en sus padres cuando fueron niños? Es inevitable confiar en la diosa. Ellos nos crearon. A todos nosotros, a vuestro pueblo también.
Tomó la mano del señor Scott y lo miró a los ojos. El asentía y respondía a una conversación vacía. Repitió el proceso con los otros dos embajadores.
–Me alegro de que haya sido un suceso sin importancia –dijo Scott.
–Las grietas de vacío suelen ocurrir con los aportadores del nivel de vuestro Prelado Máximo –Gawall sonreía con confianza –. Teníamos que despejar algunas dudas.
–No era para tanto, después de todo. Los rumores son siempre exagerados. –apuntaló Ernesto.
Ventura acompañó a los asistentes hacia la puerta. La sesión había finalizado. El equipo cábala se quedó a solas en el despacho. Julia, la secretaria, cerró la puerta. Pudieron hablar con libertad.
–Has manipulado sus recuerdos, Valverde. Tu poder es admirable. Ni Raquel podría haber penetrado en sus sellos de protección, eran muy buenos.
–No tenemos tiempo para incidentes internacionales. Haré lo mismo con el resto de embajadores que vengan a buscar explicaciones. Debemos ser discretos.
–¿Por qué? –Preguntó Raquel –¿Acaso no llevan algo de razón? ¿Nos estás manipulando a tu antojo, Valverde? Desde que asimilaste la joya no he podido leer ni uno solo de tus pensamientos.
–Por supuesto que no, la causa es otra. Si la humanidad entera sabe de nuestra llegada, la capa de realidad se resquebrajará. Nuestra membrana se debilitará por completo. Será una invasión descontrolada. Que vigilemos las entradas de esta región será inútil. La diosa que habita en mí se verá desbordada. Todo desaparecerá. Debes confiar en lo que te digo, Raquel. No queda más remedio.
Raquel asintió y miró al suelo. Aquello la estaba destrozando por dentro. Hacía poco tiempo que sus creencias se habían disuelto como papel en el agua. La duda constante era un gusano que se había establecido en su cabeza. Respiró hondo y decidió dejarse llevar por aquella situación. Valverde sonrió con alivio, él sí podía contemplar su mente como un libro abierto.