Zombie Showtime
John despertó sobresaltado. Estaba en el claro de un bosque, rodeado de oscuridad. Unos ruidos constantes procedentes de la espesura lo mantuvieron expectante. Recordaba salir de su casa, llegar hasta su coche y, de pronto, notar una punzada en su cuello. 8Miró el dardo que extrajo de su piel para caer al suelo cinco segundos después, inconsciente. No conocía aquel paraje, se encontraba totalmente desorientado. Vio aparecer a la primera persona de entre la espesura. Era una mujer con andar pesado y piel cadavérica. Detrás de ella apareció un hombre, con las tripas abiertas, caminando de la misma forma, seguido de un barbudo con chaqueta y media cara roída. Detrás del último apareció otro más, y otro hasta completar la veintena. John no esperó a que llegaran hasta él. Corrió en dirección contraria, tropezando en la oscuridad con ramas y piedras. Cuando estuvo a una distancia prudente, aminoró el paso y miró hacia atrás. Lo estaban siguiendo, escuchó la maleza moverse más cerca de lo que había esperado. Volvió a emprender la carrera. La mente de John había dado con la respuesta, por muy descabellada que pareciera. Tenían que ser zombies. John comenzaba a encajar las piezas. El dardo tranquilizante era el método característico de captura que usaban los medios. Había caído en sus garras. Todavía estaba rumiando la certeza de aquella leyenda urbana cuando escuchó movimientos más cerca de él. No se movían más rápido de lo esperado, había cientos de muertos caminando a su alrededor. Continuó corriendo a través de la espesura hasta casi darse de bruces con una pared de ladrillos. El pánico se apoderó de él, aquel muro lo atrapaba. Tanteó la pared, recorriéndola en busca de alguna salida. A pocos metros dio con una puerta de metal. John levantó el postigo, comprobó que cedía y cerró tras de sí. Se encontró dentro de un pasillo iluminado por luces rojas. La puerta se selló detrás, con un sonoro quejido. John comprobó que no se abriría por mucho que empujara o tirara de ella. Aquello lo tranquilizó, en parte; todavía no sabía qué se encontraría al otro lado. Al final del pasillo la luminosidad cambió de rojo a blanco. John anduvo con desconfianza hasta llegar a una sala circular, mucho más amplia. Allí encontró a otras personas tan desorientadas como él; todos se examinaron entre ellos. Eran un total de siete. Trece entradas distintas desembocaban en aquella sala circular. Fue entonces cuando escucharon a los comentaristas por altavoces camuflados.
–Bienvenidos a Zombie Showtime, vuestro programa de los viernes en la V.P.T., les habla Roger Walker y conmigo está Eddie Lemmon. ¿Qué tal, Eddie?
–Muy bien, Roger. Hoy tenemos a un nuevo grupo acompañando al superviviente de la semana pasada.
–Correcto, Eddie. Nuestro superviviente es Nick, el martillo.
–Recordamos a nuestros espectadores que lo apodamos así por su magistral uso del martillo en el programa anterior.
–Y lo acompañan seis nuevos concursantes a los que deberá proteger de nuestros zombies mutantes. Cada concursante equivale a un punto.
–La semana pasada obtuvo cinco puntos por lo tanto deberá conservar su marcación de supervivientes por encima de cero si no quiere ser descalificado.
–Exactamente, Eddie, aunque los concursantes deben seguir dos normas básicas, no todo va a ser tan simple. La primera es que los nuevos no pueden matar a los concursantes de la semana anterior. En ese caso, el concursante o los concursantes nuevos serán eliminados, literalmente.
–Siempre que hayan colaborado en el asesinato. ¿Y qué pasa con la segunda norma, Roger?
–No se permite que los nuevos concursantes usen armas de fuego aunque sí podrán defenderse con cualquier arma blanca o roma que encuentren.
–Avisados quedáis, concursantes. No podéis armaros con ningún arma de fuego o seréis descalificados. ¿Ha quedado suficientemente claro?
–Eso espero, Eddie, porque vamos a cortar comunicaciones con el interior de la sala. Como decimos todos los viernes: que sobreviva el mejor.
–Y recuerden, concursantes: estamos observando.
John estaba asombrado. Conocía la existencia del programa debido a comentarios aislados que flotaban por la ciudad. Comprobar en primera persona que la leyenda urbana era cierta lo mantenía en estado de shock. Nick, el martillo, se acercó al tubo de armamento que surgía en el centro de la sala. Los demás estaban tan confusos como John, excepto Claudio. Aquel joven hispano llevaba un pañuelo en la cabeza y tatuajes por sus brazos. Se acercó al arsenal y tomó una pistola.
–No hagas eso. –Dijo Nick, el martillo.
–¿Por qué? No pienso ir desarmado. He manejado armas desde los siete años, pendejo. –Claudio cargó el arma, colocando el cargador con un golpe seco y desplazando hacia atrás la pieza del percutor. Se posaron en su cuerpo tres luces láser, procedentes de algún lugar del techo. Claudio cayó abatido al instante. Los demás supervivientes exclamaron con horror. John dio un paso atrás, sin atreverse a tocar el arsenal. Janette, que se había acercado a la columna de armamento detrás del hispano, dejó de acariciar la culata de la pistola que había seleccionado. Tomó en su lugar un cuchillo del ejército. Nick, a su lado, le ofreció un hacha de bomberos.
–Ese cuchillo es una buena elección pero necesitas estar muy cerca de ellos para usarlo. Mantenlos a raya con esto. –Janette guardó el cuchillo en su pantalón y agarró el hacha con ambas manos. Nick fue aconsejando a cada uno. John se aproximó el último a la armería. El martillo, al verlo dubitativo, le recomendó el taco de billar y las tijeras de podar. Tomó el taco de entre sus manos y sacó punta de tres golpes de machete a la parte más fina.
–Debes ensartarlos por la cabeza, en cualquier otra parte es inútil. Prueba a dar en las cuencas oculares o en la boca; hazlo con fuerza, para quebrar los dientes o el cráneo. Si te quedas sin punta, gíralo y úsalo como porra. A la cabeza y con mucha fuerza. ¿Lo habéis escuchado todos? ¡Siempre a la cabeza! Cuando se te rompa, usa las tijeras de podar. Apuñala con ellas, corta cuando puedas pero apuñala las caras con fuerza. Son más efectivas que el taco. Si las sujetas con ambas manos, tienes un arma magnífica.
El cilindro repleto de armamento fue descendiendo hasta formar parte de las baldosas. En aquel momento, se abrió la puerta central de la elíptica habitación. Era la más grande de las trece. Detrás de ella, decenas de cadáveres irrumpían en la sala con movimiento espasmódico. Nick mantuvo a los concursantes en formación triangular y comenzó a realizar disparos certeros. Cuando tenía que recargar, pedía a Janette y a John que limpiaran la zona de los zombies más próximos. Caroline se desenvolvía bien con un bate de beisbol mientras que Ralph, armado con mazas de obra, y Brad, usando el rastrillo de jardinería, estaban defendiendo mejor la posición. Los dos actuaban con tanta experiencia como Nick. Los cadáveres se amontonaban en la entrada, impidiendo el fácil acceso de los pútridos caminantes. Caían al suelo y seguían arrastrándose hacia ellos hasta que Nick, con las últimas balas de su cargador, eliminaba a los más cercanos.
–No quedan balas pero esto es pan comido. –Sacó el machete de jungla y comenzó a abrir cabezas de zombies como si fueran melones.
Después de mil amputaciones, el grupo reflejaba sus primeros síntomas de cansancio. Caroline resbaló con los fluidos de un cadáver hacia delante, aterrizando de bruces sobre cuatro de los entes putrefactos. Dos brazos y, acto seguido, otros dos más, la sujetaron con firmeza. Tres mandíbulas se cerraron en su brazo derecho. Ella gritaba de agonía, pedía auxilio mientras se dirigía a Brad. Él trataba de apartar a los cadáveres con el rastrillo y tiraba de la pierna de Caroline, sin conseguir nada. Otras dos mandíbulas se cerraron en el cuello y el hombro de la chica, los movimientos espasmódicos hacían estragos en la carne viva de su víctima. Ralph quiso eliminar la amenaza al momento y tomó la pistola de los dedos del hispano abatido. El joven no llegó a apretar el gatillo. Al momento, las balas de los francotiradores eliminaron a Ralph. John alzó las tijeras de podar, clavando la punta en todas las cabezas putrefactas con las fuerzas que le quedaban. Podía sentir las carcajadas de la audiencia. El macabro espectáculo también lo hizo sonreír. El taco de billar se había roto veinte cadáveres antes. Mantener el equilibrio se había convertido en su mayor preocupación debido a la sangre y las vísceras. Janette seguía clavando el hacha en cada cabeza pero reflejaba el mismo cansancio que John. Había fallado tres veces antes de acertar a su último objetivo. Los dos estaban lejos en capacidad de reacción como para ayudar a Caroline. Ella estaba desgarrada, roída, inmóvil. Los cuatro zombies habían perdido interés en ella y se enfrentaban a Brad, que trataba de proteger el cadáver de la chica. Nick luchaba con pasión, abrió cinco cabezas en diez segundos y se deshizo de los últimos cadáveres que entraban por la puerta número trece. Con la ayuda de John y Janette, Brad consiguió abatir a sus últimos objetivos. Todo se mantuvo en calma después de aquello.
–Rematadlos. Esas cosas pueden volver a levantarse. A la cabeza.
Brad abrazó a Caroline, tratando de reanimarla. John se dio cuenta, era evidente. Se conocían de antes. Los dos habían sido secuestrados a la vez. Nick apartó al joven y decapitó a Caroline de un solo golpe. Brad quedó paralizado por la impresión.
–Estaba condenada, amigo. Su cadáver bien pudiera levantarse en cualquier momento, sorprendiéndonos por la espalda.
Brad no dijo nada, permaneció sentado, soportando las lágrimas. Nick agrupó a Janette y a John a su lado. Les dijo que pronto estarían fuera, habían conseguido sobrevivir a la oleada. Cuando se volvió sonriente hacia Brad, haciendo señas para que se acercara a recibir el indulto, lo descubrió a su lado. Sostenía el bate de beisbol de Caroline y lo descargó sin previo aviso contra la sien izquierda de Nick. No pudo evitarlo, Nick, el martillo, estaba con la guardia baja. Absorbió el golpe con un fuerte chasquido. John y Janette exclamaron al mismo tiempo cuando vieron a Nick caer al suelo. Brad lo remató de otro golpe que hizo que el bate se partiera en dos. Los punteros láser iluminaron en el acto a Brad. Cayó abatido con los brazos en alto. Su cuerpo inerte todavía sostenía el fragmentado bate. En la sala volvió a escucharse la voz de los presentadores.
–Tenemos a dos supervivientes, Eddie. ¿Qué te parece?
–¡Wau! No esperaba la muerte de Nick tan espectacular y, a la vez, tan traicionera. Eso ha causado la descalificación de Brad Lee Cooper en el acto, Roger. Apasionante final, sin duda.
–Se ha dejado llevar por los sentimientos que tenía hacia su hermana. Es comprensible pero las normas eran claras, por esa razón ha sido descalificado. De cuatro supervivientes, la cifra ha descendido a dos.
–Efectivamente pero nos quedan dos finalistas para el siguiente programa, en donde se tendrán que enfrentar a nuestra abominación. Un zombie experimental diseñado por los científicos de la cadena capaz de causar las peores pesadillas de nuestros concursantes. ¿Serán ellos los cazadores o serán los cazados?
–No se lo pierdan, amigos. Los esperamos la próxima semana. Esto ha sido Zombie Showtime, con Roger Walker y Eddie Lemmon.
–Hasta la semana que viene.